Lunes, 25 de noviembre de 2024

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La Iglesia y saber a quiénes contratar

La Iglesia y saber a quiénes contratar

por Duc in altum!

A lo largo del ensayo, buscaremos responder tres preguntas: ¿Es coherente con el Evangelio que la Iglesia tenga una organización institucional?, ¿qué es un contrato? y, por último, ¿cómo contratar de forma idónea? Empecemos por la primera. Ciertamente, como señala el Papa Francisco, el origen y misión de la Iglesia no tiene nada que ver con una ONG. Jesús la instituyó como una comunidad de bautizados; es decir, vinculada hacia una misma fe, bajo la garantía de la sucesión apostólica. Le dio, por lo tanto, una organización básica. De modo que el aspecto institucional que hoy conocemos, aunque no estuvo en los planes de Jesús, sí va en la línea del Evangelio, porque garantiza, gracias a su ser como institución, que la difusión de la fe continúe de manera íntegra independientemente de los miembros en turno. Esto no quita que constantemente haya que reformarla para hacerla más coherente y transparente, pero es un hecho que, gracias a su enfoque organizacional, ha podido cumplir la misión de ir por el mundo y predicar el Evangelio. Algunos, por ejemplo, sugieren suprimir el Código de Derecho Canónico y disolver gran parte de la estructura, pero olvidan que hacerlo sería idealista, desencarnado e irresponsable, porque siendo millones a lo largo del mundo, siempre es necesario regular, coordinar y encauzar. De modo que su institucionalización constituye una garantía para que, con el paso de los años, cada generación pueda entrar en contacto con Dios a través de su Palabra, de la oración y de los sacramentos.

Ahora bien, la Iglesia, para aterrizar la fe a los retos sociales de cada época, requiere de bienes y servicios, los cuales, a su vez, contribuyen a transformar la realidad; especialmente, desde la educación y la salud. Lo anterior, como vías para que el cristianismo tenga una implicación concreta.

Por otro lado, ¿qué es un contrato? Nos dice el Diccionario de la Lengua Española que se trata de un “pacto o convenio, oral o escrito, entre partes que se obligan sobre materia o cosa determinada, y a cuyo cumplimiento pueden ser compelidas”. En el campo laboral, la Iglesia, como cualquier otra institución, lo lleva a cabo, redactando las implicaciones, el clausulado. Sabiendo lo que es, al menos en términos generales, podemos abordar el punto principal del ensayo: los criterios para contratar de forma idónea. En la Iglesia, además de ser un buen profesional, se requiere creer en lo que se hace. Esto implica formar previamente; sobre todo, en una sociedad post cristiana. Tampoco quiere decir que ningún ateo pueda ser contratado, pero sí que habrá roles, por ejemplo, el de director en un colegio católico o profesor de pastoral, cuya pertenencia a la fe deba ser clara y coherente. La Iglesia y sus instituciones, sufre mucho debido a que no siempre se contratan a las personas adecuadas. A veces, acumulan años, nadie les pone un alto y, cuando se quiere hacer algo, el daño es muy hondo. Muchas obras se han ido a pique porque no contaron con colaboradores identificados con lo que se tenía que hacer. Por eso, contratar implica verificar, acompañar, mejorar, pero también ser realistas cuando no hay ya otra salida que darles las gracias y buscar otras opciones. Evitar, sobre todo, a los que ni crecen ni dejan crecer. No hay nada más contrario al Evangelio que esto. No basta contratar por mera recomendación, sino probar, dar al menos cuatro meses de verificación (con todas las garantías laborales). Luego, el que un candidato haya estado en el seminario, no prueba nada. Si cubre el perfil y lo acredita, adelante, pero que la razón no sea que está desempleado, dando lugar a una distorsión de lo que es la caridad. Se trata de saber exigir, entendiendo que están en juego muchas personas y que no aplica ser sentimentalistas, sino trabajar con objetividad. Por ejemplo, evaluando a través de grupos focales.

Cuatro criterios básicos: coherencia con la fe, salud psicológica, alto nivel profesional y disposición. Que no lleguen a las instituciones de la Iglesia por fracaso, evasión o conformismo. Cuidar las contrataciones, es proteger la dignidad de las personas con las que trabajarán. Actualmente, existen muchos manuales y protocolos que, considerando los diferentes perfiles y contextos, auxilian en la ardua tarea de hacer de la Iglesia, no una burocracia, sino un espacio vivo y, sobre todo, capaz de salir a evangelizar.

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