Lunes, 23 de diciembre de 2024

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Sufrió cárcel con el siervo de Dios Pedro Muñoz Seca

El casi mártir José Antonio López Giménez

por Victor in vínculis

José Antonio López Giménez, nació el 11 de mayo de 1877 en Alatoz (Albacete). Estudió en el Seminario Conciliar de San Fulgencio (sus familiares conservan una foto con otros seminaristas de 1892, de los dos que están sentados en el suelo, es el de la izquierda que mira a la cámara).

 

 

Fue presbítero diocesano de Cartagena-Murcia y doctor en teología. Siempre fue muy austero y generoso con los pobres. En los primeros años de su sacerdocio fue párroco de Villena (Alicante), atendiendo también a un convento de religiosas. Allí vivió con su madre Celedonia, trasladándose después a Madrid, donde nuevamente fue capellán de religiosas.

 

El 16 de octubre de 1936 fue detenido por la Comisaría del Congreso en virtud de orden superior como sospechoso e ingresó en la cárcel. En dos documentos del libro de presos de la prisión de San Antón consta la fecha de su entrada y salida, aparte de que también consta que ingresó el 16 de noviembre procedente de la Modelo y que salió en la tercera expedición (de vez en cuando hacían sacas y los sacaban a brazadas) supuestamente con destino a Paracuellos del Jarama, aunque se desconoce por qué se libró. Parece que las medidas de seguridad en San Antón dejaban mucho que desear y que por la noche la puerta a veces quedaba abierta. Durante su estancia en la checa, a oscuras totalmente, coincidió con el dramaturgo Pedro Muñoz Seca, con el que tuvo cierta relación.

 

 

El 27 de noviembre de 1936 fue puesto en libertad, según consta en un certificado de 2 de octubre de 1939 del Secretario de la División de Investigación Política agregada al Servicio de Información y Policía Militar. Durante toda la guerra llevó dentro del zapato un crucifijo, que conservan sus familiares junto con una estola.

 

 

Su testimonio sirvió para que varios paisanos suyos, retenidos en El Goloso y que habían desertado del ejército republicano, obtuvieran la libertad para regresar a sus hogares.

 

Monseñor Leopoldo Eijo Garay, obispo de Madrid-Alcalá, el 13 de junio de 1939 le concedió licencias para confesar durante 5 años y el 20 de junio de 1939 lo nombró capellán de las carmelitas descalzas de Sta. Ana y S. José (C/Torrijos, 73). Vivía en C/Conde de Peñalver, 73, 1º a 19 de mayo de 1941.

 

Quedó con muy mala salud y enfermó del estómago. Viendo que su salud se iba deteriorando rápidamente, a mediados de 1942 decidió ir a casa de su hermana Águeda en Villavaliente (Albacete). Llegó en el coche de línea al lugar llamado “El Ventorro”, donde el dueño de la casa lo vio muy mal, lo montó en un burro y lo llevó a casa de su hermana. En Villavaliente murió menos de un mes después, a los 65 años, el 30 de agosto de 1942. Sus restos descansan en un nicho individual y con lápida del panteón familiar de Villavaliente.

 

 

Hoy diríamos que murió por daños colaterales. Seguramente los padecimientos cuasi martiriales le llevaron a que su muerte se adelantase. Otro testigo más que en el silencio de sus días y sacrificios ofreció su vida al Señor Jesús.

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