Nieves de gracia espiritual
por Sólo Dios basta
Hemos empezado el año con grandes fríos y nevadas. Este acontecimiento que antes era mucho más frecuente y riguroso, nos hace poner la mirada en el cielo. Contemplamos la nieve. Una capa más fina o gruesa según donde nos encontremos. Pero todo igual: blanco, inmaculado, puro. La nieve todo lo cubre, y cuanto más frío hace, más tiempo se queda entre nosotros. Luego desaparece. La tierra la acoge en su interior y da nueva vida cuando llena de ímpetu los ríos y pantanos. Pasa de un estado sólido a uno líquido. De la inmovilidad al más rápido movimiento. Todo cambia cuando sobre la nieve llega la luz del Sol. Se derrite, no desaparece. Penetra en la tierra y sale transformada en agua viva que da vida en abundancia.
Algo de esto que ocurre en la naturaleza sucede también en el cuerpo humano cuando un alma se abre a la acción de Dios. Pierde la rigidez, la frialdad, la dureza. El alma que se derrite ante el Sol divino queda transformada. Como dice San Juan de la Cruz, “el alma enamorada es alma blanda, mansa, humilde y paciente. El alma dura en su propio amor se endurece. Si tú en tu amor, ¡oh buen Jesús!, no suavizas el alma, siempre perseverará en su natural dureza” (Dichos de luz y amor 28-30).
Esto mismo lo podemos entender muy bien si nos metemos en el corazón de una carmelita descalza conocida por todos: Santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz; a la que llamamos coloquialmente Santa Teresita de Lisieux. Dios nos ha regalado estas nevadas de enero para que nos acordemos de ella, un alma pura y blanca por dentro y por fuera. Pero con un proceso de transformación interna digno de toda admiración y respeto. Ella misma nos lo relata paso a paso en su autobiografía, Historia de un alma, que invito a meditar y orar a todo el que lea estas líneas. Es un encuentro con una maestra de oración que nos puede llevar hasta lo más alto. Pero antes de seguir tenemos que tener en cuenta un dato muy importante y que es el motivo principal de la invitación a leer los manuscritos de Santa Teresita: en este año 2023 celebramos el 150 aniversario de su nacimiento. ¡Muchas felicidades Teresita! ¡Gracias por regalarnos este año de gracia! ¡Escucha nuestra oración!
¡Sí! Teresita nace un 2 de enero de 1873, en Alençon, en el Norte de Francia, en una familia singular y envuelta en amor. Ese amor que guía toda su vida y es puro y blanco como la nieve. No se puede entender la vida de esta gran hija de Santa Teresa de Jesús si no entramos a fondo en este detalle. El amor es el eje de su vida, tanto en su casa como en el claustro carmelitano. Teresita nace en pleno invierno. No cuando nacen las rosas, sino cuando el mundo hiela. Pero ella es esa rosa que brota entre hielos para mostrar que para Dios nada hay imposible. Toda su vida está llevada de la mano de Dios de principio a fin. Ella se abandona a su amor, a su misericordia, a su grandeza. ¿Y nosotros?
Todo comienza en su niñez. La recuerda muy bien en sus manuscritos autobiográficos. Otra vez volvemos a ellos. ¡Hay que leerlos! ¡Hay que anotarlos! ¡Hay que llevarlos ante el sagrario! Y luego hacer silencio. Rezar. Dejar a Dios obrar. Atento porque pasará algo. Seguro. Espera en Dios con Teresita. Háblale a ella desde tu corazón. En sus escritos nos enseña a dirigirnos a Dios, a la Virgen y a los santos. Aprende de esta joven doctora de la Iglesia a elevar la mirada al cielo. ¿Cómo lo ves? ¿Azul o blanco? ¿Refleja el agua que ha dejado la nieve o todavía quedan restos de nieve por la tierra? Mira tu interior. Entra en ti. Descubre lo que hay dentro de tu corazón. ¿Ves algo? ¡Es Dios Padre que te ama con locura! ¡Es Dios Hijo que te marca un camino! ¡Es Dios Espíritu Santo que derrite lo que pueda quedar de nieve en tu alma! Reza así, con el corazón abierto a un amor infinito, misericordioso y paternal. ¿Eres capaz de orar así, con el corazón abierto a Dios?
Y vamos al inicio. Vamos a conocer qué vive esta santa que tanto nos va ayudar en este año a crecer en nuestra vida espiritual si sabemos aprovechar su compañía espiritual. Leer Historia de un alma es entrar hasta las entrañas más profundas de un corazón que no cabe en sí, que está siempre ardiendo en ansias de amor y que quiere darte la mano para que empieces una vida nueva. ¿Cuál? La vida del espíritu, la vida de oración, la vida de abandono en Dios. ¿Te atreves a caminar por esta senda?
Todo es gracia. Todo es vida. Todo es amor. Dejemos que nos lo diga con sus propias palabras: “Durante toda mi vida, Dios ha querido rodearme de amor. Mis primeros recuerdos están impregnados de las más tiernas sonrisas y caricias… Pero si él puso mucho amor a mi lado, también lo puso en mi corazón, creándolo cariñoso y sensible. Y así, quería mucho a papá y a mamá, y les mostraba de mil maneras mi cariño, pues era muy efusiva” (Ms. A 4vº).
No hace falta añadir más. Y esto es sólo el inicio, el comienzo de una historia de amor entre Dios y una niña que nació hace justo 150 años. Nacemos de Dios y a Dios volvemos. Cuando nos descubrimos amados por Dios todo cambia. Dios nos regala su amor por dentro, en nuestro corazón, con su misma presencia; y por fuera, con ese mismo amor que se manifiesta en aquellos que pone a nuestro lado. La efusión de amor de Dios Espíritu Santo se derrama con gran poder en el alma de Teresita desde niña. Eso supone que lo que va a vivir en su corta vida va a ser muy intenso. Todo está preparado por la providencia del Padre. Todo mira a una Persona: su querido Niño Jesús y a la vez el Jesús que sufre la pasión mostrando esa Faz que Teresita tantas veces contempla a lo largo de su paso por este mundo: ¡Es Jesucristo!
Este es el inicio de su vida. Es bueno recordarlo dada la efeméride que celebramos este año. No es casualidad que a los pocos días de conmemorar su nacimiento nos haga un regalo especial para que podamos contemplar, acoger y beber de esas nieves blancas, puras y llenas de gracia espiritual.