Hasta aquí hemos llegado
por Guillermo Urbizu
Paso por ser un exagerado. Y supongo que les ocurrirá lo mismo a algunos de ustedes. Si vas a misa todos los días (o lo intentas) eres un exagerado. Si dices que el propósito más importante de tu vida es el de luchar por ser santo eres un exagerado. Si te niegas a acudir a una playa cualquiera porque sabes que abundan las domingas al aire eres un exagerado. Si defiendes al Papa o la comunión en la boca eres un exagerado. Si te confiesas cada semana (y cuando es menester) eres un exagerado. Si te da por educar a tus hijos como Dios manda y no transiges con fiestecitas, viajes de estudios (sic) o minifaldas eres un exagerado. Si mentas al demonio, al infierno o al pecado eres un exagerado. Si se te ocurre decir que tal o cual libro es una indecencia y que te niegas a leer cualquier cosa, por higiene espiritual e intelectual, eres un exagerado.
Si pronuncias más de la cuenta las palabras “moral”, “penitencia”, “alma”, “caridad” o “providencia” eres un exagerado. Si bendices la mesa en público eres en extremo exagerado. Si doblas la rodilla ante Dios eres un exagerado. Si tienes más de un hijo eres un exagerado. Si amas a la Virgen y la piropeas y acudes a ella y promueves el rezo del rosario eres sin remedio exagerado. Si escribes o comentas que la poesía del chileno José Miguel Ibáñez Langlois o la del español Miguel d’Ors son de primera categoría eres confeso de algo muy feo además de exagerado. Si se te ocurre decir en algún foro que el dolor y el sufrimiento nos acercan a Cristo y tienen un valor corredentor, uf, te tachan de sádico y exagerado. Si hablas de pureza o continencia eres un exagerado. Si eres consecuente con tu fe cristiana eres un exagerado.
Si te plantas ante la mentira, el cotilleo, el prejuicio o la crítica a terceros eres un exagerado. Si defiendes la vida y la libertad de educación y de conciencia y la familia y el derecho natural, y te manifiestas por ello y bregas y no cedes eres como poco un exagerado. Si pones el sagrado Corazón de Jesús en la puerta de tu casa eres un provocador y exagerado. Si dices creer -¡a estas alturas!- en la vocación al celibato o en la resurrección de los muertos eres un exagerado. Si trabajas con un crucifijo en la mesa eres un exagerado. Si las relaciones prematrimoniales, el condón, la masturbación, la infidelidad, la homosexualidad o las pastillas abortivas no te parecen gloria bendita o la solución a los males del universo eres el colmo de lo intransigente y exagerado.
Si le dices a un cura que no se invente la liturgia y se ponga la casulla y no se avergüence de ser cura eres un exagerado. Si citas a Dios -con naturalidad y devoción- en tu conversación o escritos eres un tipo molesto, sectario, incordio, cargante y exagerado. Si denuncias que el fin de la masonería es cargarse a la Iglesia Católica (desde fuera y desde dentro) ya sabes a lo que te atienes, por decirlo y por exagerado. Si denuncias la manipulación, el rencor, el mangoneo y la degradación política de algunos cofrades del nacionalismo y de la izquierda eres un exagerado. Si te parece mal el derroche, la usura y la frivolidad que te rodea eres un exagerado. Si te molestan las blasfemias y las ordinarieces y sales en defensa de tus creencias no es para tanto hombre, y serás siempre un exagerado.
En definitiva, si escribes palabras como éstas y dices lo que piensas vas apañado; y resulta que eres un recalcitrante, un pasado de moda, un obtuso que no merece ser tenido en cuenta en un mundo donde sólo es moderno lo que algunos pontifican que es moderno. ¿Que exagero? Ni un pelo. Uno puede ser católico pero no lerdo.
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