Antífona de entrada C-DR/ Jn 12,13; Mc 11,10; Sal 24(23),9s
por Alfonso G. Nuño
Seis días antes de la solemnidad de la Pascua, cuando el Señor subía a la ciudad de Jerusalén, los niños, con ramos de palmas, salieron a su encuentro y con júbilo proclamaban: "¡Hosanna en el cielo! ¡Bendito tú que vienes y nos traes la misericordia de Dios!" ¡Portones!, alzad los dinteles, que se alcen las antiguas compuertas: va a entrar el Rey de la gloria: ¿Quién es ese Rey de la gloria? El Señor, Dios de los ejércitos; él es el Rey de la gloria. "¡Hosanna en el cielo! ¡Bendito tú que vienes y nos traes la misericordia de Dios!" (Jn 12,13; Mc 11,10; Sal 24(23),9s; cf. Mt 21,9).En el comienzo de la Semana Santa, la antífona de entrada nos pone ante los últimos misterios. Con la alegría del triunfo empezamos estos días. Para introducirnos en este clima, antes de la lectura de la Pasión en la misa, unos versículos del salterio combinados con el grito de las multitudes a la entrada de Jesús en Jerusalén, nos llevan a desbordar de gozo aclamando el triunfo sobre la muerte, la ascensión y venida en gloria del Señor.
El Salmo, del que han sido tomadas las palabras que ocupan el centro de la antífona, tiene como trasfondo una fiesta antigua en que probablemente el Arca de la Alianza entraba procesionalmente en el templo y, entre quienes estaban dentro del recinto y los que venían, se entablaba un diálogo litúrgico. Ahora no se trata ni del Arca ni del templo salomónico, sino del Hijo del Dios y del templo celeste. Los gritos de triunfo, al entrar Jesús en la Jerusalén terrestre, anticipan el canto de júbilo por su entronización a la derecha del Padre, por el Sumo y Eterno Sacerdote que entra en el Santuario Celeste.
Pero, al gozo por la entrada, se une además la dicha por la venida: "Bendito el que viene en nombre del Señor" (Sal 118,26). Y, con el Hosanna, no solamente aclamamos, sino que pedimos su venida, pues significa "da la salvación". Sí, ahora, pero que acelere su venida en gloria. El Señor que triunfó de la muerte viene y nos alegramos ya por ello. A quien lleva el nombre que el ángel le indicó a María, Jesús, es decir, El Señor salva, le pedimos aclamándole que muestre en plenitud su nombre, su identidad, que nos de la salvación: ¡Hosanna!
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