Viernes, 22 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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Antífona de comunión C-DV.2/Juan 8,10s

por Alfonso G. Nuño

Mujer, ¿ninguno te ha condenado? Ninguno, Señor. Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más (Jn 8,10s).
Quien se acerca a comulgar no ha de estar en pecado mortal, pero con todo es un pecador y siempre va arrastrando, al menos, siete pecadillos al día. Esta situación nos la recuerda Jesús en la Eucaristía. En ella, nos encontramos con la santidad absoluta y, en contraste, nos descubrimos como mujer adultera; ser pecador es ser infiel al único amor.

Este encuentro eucarístico con el Señor nos descubre también que Él es el único juez. Los demás, como mucho, acusan –eso es a lo que se dedica Satán, el Diablo–, pero no pueden condenar. El único que puede tampoco lo hace. Quien comulga se encuentra con su misericordia. Y quien no se acerca, por no poder, al escuchar esta antífona recuerda que ese perdón del misterio pascual lo encuentra en el sacramento de la reconciliación.

Y la Eucaristía es también envío. El camino continúa, hay que seguir adelante. Jesús me dice que no peque más. ¿Y qué es eso? ¿Es vivir solamente evitando determinadas conductas? Únicamente hay una manera de no pecar, que es amando a Dios sobre todas las cosas y en ese mismo amor a los demás. En la Eucaristía, el Amor, amándome, me envía a amar con su amor.
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