El sueño de una sociedad fraterna acompaña todas las épocas de la historia, con frecuencia atravesadas por conflictos anacrónicos que, alimentados por las ideologías y el egoísmo humano, repuntan una y otra vez. Lo sabemos y lo vivimos en nuestro tiempo y nuestro entorno. Pero también sabemos y creemos que la forma de amor cristiano que brillaba en las primeras comunidades, para asombro de sus conciudadanos, sigue siendo la Buena Noticia.
Cada generación debe retomar el testigo de la esperanza, consciente de que el bien, el amor, la justicia y la solidaridad, no se alcanzan de una vez para siempre; han de ser conquistados cada día. No nos resignamos a la injusticia de relatos sesgados ni de olvidos apocados, somos discípulos de quien nos ha enseñado que la verdad nos hace libres y que la otra cara del amor es el perdón. Cristo ha dado la vida por nosotros y lo ha hecho perdonando.
Queremos llevar al foro público la buena noticia del perdón y la reconciliación, la paz y la concordia, porque tenemos memoria agradecida y queremos aprender a tener memoria penitencial, capaz de asumir el pasado para liberar el futuro de las propias insatisfacciones, confusiones o proyecciones. Solo desde la verdad histórica de los hechos podremos hacer el esfuerzo perseverante y largo de comprendernos mutuamente y de intentar una nueva síntesis para el bien de todos (cf. Fratelli tutti, n. 226). Perdonar de verdad significa renunciar a ser poseídos por la fuerza destructiva del resentimiento, para romper el círculo vicioso y frenar el avance del mal.
Los mártires de la persecución religiosa del siglo XX en España son nuestros compañeros de camino para aprender a ser artesanos de paz en el siglo XXI. Son nuestros contemporáneos, conocemos sus rostros, su entorno, sus costumbres; son hombres y mujeres, jóvenes y mayores, sacerdotes, religiosos y laicos, que tuvieron la valentía de no esconder su condición de católicos, aun sabiendo que les podía costar la vida. Y murieron perdonando.
Por citar un ejemplo entre miles: el beato Isidro Fernández Cordero, asturiano, minero en la Hullera Española, estuvo preso dos meses y diez días. En algún momento breve pudo recibir visitas de sus hijos y de su mujer. Cuando una de sus hijas le dijo un día «¿por qué no te escapas?», él contestó: «No puedo y, además, soy testigo de Jesucristo. Tenéis que perdonar a todos como yo los perdono. De corazón. Se lo dices a tu madre y a tus hermanos».
Así, con el deseo de ir generando esa memoria penitencial de la que habla el Papa, la Oficina para las Causas de los Santos de la Conferencia Episcopal Española (CEE) y el Instituto de espiritualidad de la Universidad Pontificia Comillas convocan el Foro de diálogo y estudio sobre el perdón y la reconciliación. Se hará a través de diversas iniciativas —encuentros anuales, foros de reflexión, publicaciones—, dando a conocer el rico patrimonio que tenemos en nuestros mártires y en el testimonio de otras personas que son referencia para la sociedad actual. El primer acto de esta nueva iniciativa es un evento en el aula García Polavieja de esta universidad pontificia el 12 de marzo de 2024.
Lourdes Grosso, M.id