Viernes, 22 de noviembre de 2024

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Sangre joven

Sangre joven

por Sólo Dios basta

Cuanto más se mete uno en Dios más gracias da por todas las maravillas que obra en los hombres. Todo es pura providencia. Todo está en la mente del Padre para bien de sus hijos que le aman y siguen con fidelidad a su Hijo. Es lo que hacen con toda pasión los 16 mártires granadinos que son beatificados el 26 de febrero por la mañana en la catedral. Entre estos nuevos beatos de la Iglesia encontramos a un joven seminarista, Antonio Caba Pozo. Muere con 21 años. Está entregado a Dios. No tiene miedo a nada. Ha puesto todo en Dios. Quiere ser sacerdote de Jesucristo. No llega a su meta. Se va al cielo sin poder celebrar la eucaristía, pero su vida es una eucaristía viva donde su sangre se derrama como la de Cristo en el Calvario.

Es verano, está de vacaciones en su pueblo, vienen a por él y se lo llevan a la cárcel. Recibe amenazas por todos lados. Ante los otros presos, y con toda paz, se dirige a sus carceleros mostrando que está preparado para todo lo que pueda venir: “Os aseguro que si nos matáis, nos  abriréis de par en par las puertas del cielo”.  Tiene la oportunidad de huir pero no quiere. Acepta con toda libertad recibir la descarga de balas que le dejan bañado en sangre pero no acaban con su vida en ese momento. A los pocos días sí que se abren las puertas del cielo para el joven seminarista de Lanjarón.

Hay que ir atrás en la historia. Nada menos que 85 años. Julio de 1936. Antonio no duda, ni tiembla ni se echa atrás. Todo lo contrario. Llega su hora, como la de Cristo, y entrega su vida derramando amor entre todos los presentes. Ese amor que lo mantiene vivo y por el cual hoy podemos unirnos a él y acogernos a su intercesión. El que muere en Dios no muere. Vive para siempre. Es lo que se celebrar en cada ceremonia de beatificación y canonización. Es tan grande el amor de Dios que nos desborda.

El caso de Antonio no es el único, hay unos cuantos jóvenes como él que han sido beatificados como mártires de Cristo por ser seminaristas, religiosos en formación o también jóvenes laicos que pertenecen a la Acción Católica o la Adoración Nocturna entre otras asociaciones; o simplemente porque van a misa o participan en alguna reunión convocada por la parroquia del lugar donde viven. Todo ello es motivo de condena. Morir por querer vivir y llevar a todos el amor de Cristo. Así es. No se puede negar esta parte de nuestra historia. Ahí están los testimonios. No hace falta nada más. Hay que conocerlos, leerlos y dejar que entren y se queden para siempre en nuestro corazón. El que no se lo crea que haga la prueba. Verá que todo cambia cuando uno se une a estos jóvenes mártires que dejan España regada con su sangre.

Esa sangre fue calando poco a poco en la tierra. Dios aprovecha todo para el bien. De este gran dolor y sufrimiento nace una nueva generación de jóvenes que dan todo a Dios. Los seminarios y conventos se llenan después de que otros hayan muerto por amor a Dios. Y la semilla sigue renovándose y dando fruto con el paso de los años. La sangre de los mártires sigue viva en nuestros días.

Muchos dicen que no hay jóvenes que quieran seguir a Dios en el siglo XXI. Y menos aún de un modo tan especial como puede ser el sacerdocio o la vida religiosa. Pero los hay. Hay que saber mirar y estar con ellos. Abundan mucho más los que van de fiesta en fiesta y no dejan que Dios les hable en medio de la noche. Es lo que pasa esa noche que sigue a la beatificación de Antonio. Es la noche de sábado de carnaval. Miles de jóvenes lo celebran totalmente alejados del amor de Dios. Pero no todos. Los medios de comunicación se centran la fiesta de carnaval. No hacen eco de otra fiesta que se celebra en Madrid esa misma tarde noche: el Rosario por la juventud de España.

Ahí quería llegar. Mientras muchos miles de jóvenes se pierden en medio de las tinieblas de la noche, más de mil jóvenes salen de la basílica de San Miguel camino de la Plaza de España. Rezan el rosario por la calle. Les acompaña una imagen de la Virgen María que llevan en andas. No se avergüenzan. No se esconden. No se arredran. Viven igual que Antonio, que ha sido beatificado esa misma mañana. Tienen sus mismos años. Son veinteañeros. Algunos incluso ni llegan a los veinte. Son años muy importantes donde la persona se forja y se prepara para el futuro, para cumplir lo que Dios quiere que haga en este mundo. De este modo Cristo reina y puede ser el faro que guía a todos los que andan perdidos.

Rezan, cantan, alegran las calles de Madrid y toman la Plaza de España. Allí termina este rosario tan especial. Toda la plaza llena de jóvenes. No beben por cuadrillas separadas. Están todos unidos ante la imagen de la Virgen. Cantan todo aquello que brota de sus corazones, que no es otra cosa que la alegría que encuentran en Cristo: “De lo que rebosa el corazón habla la boca”. Otra vez la providencia. Es justo el evangelio del domingo que sigue a este singular rosario.  Todo estaba en la mente del Padre. Sólo es cuestión de hacer silencio ante su Hijo y ver que todo encaja cuando dejamos que Dios sea Dios: No conocemos mayor alegría. No existe  más honroso afán, que con mis hermanos la vida entregar. A Él, que merece la gloria y nos reclutó por amor. Ante Él, la rodilla se dobla y se postra el corazón.

Algunos pensarán que he estado allí, pero no. Bueno, en cierto modo sí. Me llegan imágenes de algunos que están presentes. Emocionan, llenan de alegría y abren el corazón en agradecimiento a Dios por lo que veo y oigo en jóvenes tan llenos de Dios. Los llevo a la oración. Me uno a ellos, y con ellos al nuevo beato, Antonio Caba. Se los dejo a él para que los cuide y los aliente. Así seguirán firmes en la fe, abiertos a la esperanza y llenos de ese amor que es el mismo que vive el seminarista mártir. Es para vivirlo por dentro.

Mientras termino de escribir estas líneas oigo cantos. Me asomo a la ventana y veo lo que me esperaba: jóvenes perdidos en la noche de sábado de carnaval. Los uno a los que han rezado esta tarde el rosario en Madrid. Se los presento, a unos y a otros, a Jesús Eucaristía. Ese mismo que un día llama a Antonio para que sea sacerdote. Después le pide derramar su sangre. Se fecunda el suelo de España. Años después brotan las semillas que ofrecen su grano el día de su beatificación. Todo nace de la sangre: sangre de  jóvenes mártires, sangre de jóvenes cristianos y sangre de jóvenes alejados. Todo es posible cuando se derrama sangre joven.

https://www.youtube.com/watch?v=74Hiq0btaNQ

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