Domingo, 22 de diciembre de 2024

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¿Obedecer a los obispos o al Gobierno?

por José Gea Escolano

Los católicos debemos obedecer a ambos; y debemos obedecerles en conciencia. Pero, por muy obispo que sea uno, si manda cosas contrarias a la Ley de Dios, no hay obligación de obedecerle; al contrario. Y por muy alta que sea una autoridad, si manda cosas contrarias a la ley de Dios, tampoco hay obligación de obedecerle.

1) En el Nuevo Testamento se nos manda obedecer a las autoridades:

«Sométanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas. De modo que, quien se opone a la autoridad, se rebela contra el orden divino» (Rom. 13, 1-2).

«Ante todo recomiendo que se hagan plegarias, oraciones, súplicas y acciones de gracias por todos los hombres; por los reyes y por todos los constituidos en autoridad» (1Tim. 2, 1).

«Sed sumisos, a causa del Señor, a toda institución humana: sea al rey, como soberano, sea a los gobernantes, como enviados por él» (1Pe. 2, 1315).

2) También se nos manda obedecer a las autoridades de la Iglesia:

«Obedeced a vuestros dirigentes y someteos a ellos, pues velan sobre vuestras almas como quienes han de dar cuenta de ellas»
(Hbr. 13, 17).

3) A la hora de optar en cuanto a quién hay que obedecer caso de contraposición de mandatos, dice claramente el N. T. que hay que anteponer siempre a Dios: «Pero a fin de que esto no se divulgue más entre el pueblo, amenacémosles para que no hablen ya más a nadie en este nombre. Les llamaron y les mandaron que de ninguna manera hablasen o enseñasen en el nombre de Jesús. Mas Pedro y Juan les contestaron: uzgad si es justo delante de Dios obedeceros a vosotros más que a Dios» (Hech. 4, 1619).

Cuando ante el Sanedrín El Sumo Sacerdoteles dijo: «Os prohibimos severamente enseñar en ese nombre, y sin embargo vosotros habéis llenado Jerusalén con vuestra doctrina y queréis hacer recaer sobre nosotros la sangre de ese hombre, Pedro y los apóstoles contestaron: ´Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres´». (Hech. 5, 28-29). La misma respuesta.

Y ahí están, como prueba de esa obediencia, los innumerables mártires que se negaron a cumplir lo que les ordenaba la autoridad civil, aún a costa de su vida.

En otras palabras, cuando un cristiano está ante el dilema de obedecer a Dios o a la autoridad civil, ha de obedecer a Dios. Esto podrán no aceptarlo quienes no son católicos, pero los católicos deben aceptarlo si quieren ser coherentes con su fe.

El gobierno humano es una institución de Dios para nuestro bienestar. Sin embargo, hay un límite: cuando las autoridades van más allá y exigen una obediencia a una ley contraria a la dignidad de la persona o al bien común, un católico no sólo no está obligado a obedecer, sino que debe desobedecer, porque el Gobierno, en este caso, no tiene derecho a exigir la obediencia de sus súbditos ya que la ley debe estar siempre ordenada al bien común.

Es posible que el Gobierno tome represalias contra quienes no le obedecen, pero el católico debe afrontarlas como los mártires afrontaron el martirio. Ejemplo de esto, Juan Bautista: «Porque Juan decía a Herodes: ´No te está permitido tener la mujer de tu hermano. Herodías le aborrecía y quería matarle, pero no podía´. (Mc. 6, 1819). Se presentó la ocasión y consiguió que Herodes mandase degollar a Juan Bautista».

¿Por qué hago este razonamiento? Porque desde el PSOE protestan por lo que llaman injerencia de la Iglesia en cuestiones propias del Gobierno, cuando advierte a los diputados católicos que no deben votar a favor de la legalización del aborto.

El Bautista podría decir hoy a los legisladores católicos que han votado ciertas leyes contra la dignidad de las personas y del bien común: No te es lícito aprobar el aborto; no te es lícito equiparar el matrimonio de un hombre y de una mujer con una unión homosexual; no te es lícito equiparar la adopción de niños por un matrimonio que por dos homosexuales; no te es lícito aprobar cualquier ley que vaya contra la dignidad ded las personas y del bien común.

Supongo que esto que estoy diciendo no gustará a muchos católicos que han aprobado esas leyes; tampoco le gustaba a Herodes lo que le decía Juan. Herodes mandó cortarle la cabeza; a estos diputados les podrá premiar el partido por obedecerle. Pero Dios nos juzgará a todos.

Cuando en el tiempo de Hitler se decretó no esconder a los judíos ¿se debía obedecer esa orden por los católicos? ¿Se puede hoy aceptar la ley que da vía libre al asesinato de miles de seres humanos con la misma dignidad que cualquiera de nosotros?

No se debe obedecer, digan lo que digan los miembros del partido y del Gobierno. No tienen derecho a promulgar esa ley. Va contra la dignidad de la persona y del bien común. Son asesinatos porque son seres humanos aunque la ministra Aído haya dicho que son seres vivos pero no seres humanos. ¿Serán cabritillos, señora ministra?

José Gea
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