En tierra hostil
por Alfonso G. Nuño
En tierra hostil (The Hurt Locker) (2008) de Kathryn Bigelow es una película bélica que se encuentra en transición entre un modo de tratar el género desde la duda sobre uno mismo, la autoculpabilidad, lo morboso psicológico,... a la épica en la que el héroe aparece dibujado con perfiles nítidos.
En lo uno, podemos inscribir la referencia inicial y final, en que queda inscrita la cinta, a la adicción a la adrenalina del combate, así como algunos tópicos que se vienen arrastrando desde el Vietnam. Pero esto creo que es engañoso y desdibuja algo el resultado final. El guerrero no es un santo normalmente y además le suele gustar la guerra. En lo otro, está lo sustancioso de este trabajo y lo que, a mi parecer, merece la pena. La transición creo que la marca muy bien el paso de la cámara subjetiva de un robot al comienzo y los planos en cámara objetiva, al final de la película, sobre la mirada y el paso firme del sargento artificiero.
El director presenta una línea argumental sencilla. Distintas acciones de un pequeño equipo de artilleros mostradas sucesivamente, con algún elemento trasversal a la historia, sirven para dibujarnos los distintos personajes y, en ellos, poner un espejo de algunas patologías de nuestro proceder. Frente a la hiperreflexión de un hombre racionalista encerrado sobre sí mismo y la reducción de la obra buena a la que no tenga defectos; frente a la atomización de todo por la falsa creencia en que la libertad se amplia con la multiplicación cuantitativa de las ofertas; frente al miedo por evitar el error y la pérdida del relieve de lo bueno por buscar que no haya fallos; se va levantando el perfil de un guerrero que toma decisiones, que tiene claro el objetivo y va a por él.
¿Es un temerario el sargento James (Jeremy Renner)? Alguien que ha sobrevivido a la desactivación de casi 900 artefactos explosivos no lo puede ser; a un temerario, a no mucho tardar, se le acaba la suerte. Sí, será adicto al peligro, su vida privada dejará mucho que desear, etc. pero es capaz de tomar decisiones por no perderse por las ramas, por no andar pendiente de evitar el erro, por saber qué es lo importante.
De quien tiene el mando se espera que mande y se necesita que lo haga; es preferible equivocarse antes que caer en la parálisis de quien evita el error. Quien lidera algo necesita ver la realidad en relieve axiológico y, distinguiendo lo que es importante de lo secundario, estar afianzado para decidir. Ahí está tal vez una de las claves que marcan los tipos de liderazgo; en qué o en Quién se apoyan y si esto es o no lo que también establece la jerarquía valorativa del mundo.
Pese a algunas debilidades del guión, algunos topiquillos, etc. es una película que merece la pena ver, no sólo para pasar un rato con cine de acción, sino también si se quiere pensar algo.
En lo uno, podemos inscribir la referencia inicial y final, en que queda inscrita la cinta, a la adicción a la adrenalina del combate, así como algunos tópicos que se vienen arrastrando desde el Vietnam. Pero esto creo que es engañoso y desdibuja algo el resultado final. El guerrero no es un santo normalmente y además le suele gustar la guerra. En lo otro, está lo sustancioso de este trabajo y lo que, a mi parecer, merece la pena. La transición creo que la marca muy bien el paso de la cámara subjetiva de un robot al comienzo y los planos en cámara objetiva, al final de la película, sobre la mirada y el paso firme del sargento artificiero.
El director presenta una línea argumental sencilla. Distintas acciones de un pequeño equipo de artilleros mostradas sucesivamente, con algún elemento trasversal a la historia, sirven para dibujarnos los distintos personajes y, en ellos, poner un espejo de algunas patologías de nuestro proceder. Frente a la hiperreflexión de un hombre racionalista encerrado sobre sí mismo y la reducción de la obra buena a la que no tenga defectos; frente a la atomización de todo por la falsa creencia en que la libertad se amplia con la multiplicación cuantitativa de las ofertas; frente al miedo por evitar el error y la pérdida del relieve de lo bueno por buscar que no haya fallos; se va levantando el perfil de un guerrero que toma decisiones, que tiene claro el objetivo y va a por él.
¿Es un temerario el sargento James (Jeremy Renner)? Alguien que ha sobrevivido a la desactivación de casi 900 artefactos explosivos no lo puede ser; a un temerario, a no mucho tardar, se le acaba la suerte. Sí, será adicto al peligro, su vida privada dejará mucho que desear, etc. pero es capaz de tomar decisiones por no perderse por las ramas, por no andar pendiente de evitar el erro, por saber qué es lo importante.
De quien tiene el mando se espera que mande y se necesita que lo haga; es preferible equivocarse antes que caer en la parálisis de quien evita el error. Quien lidera algo necesita ver la realidad en relieve axiológico y, distinguiendo lo que es importante de lo secundario, estar afianzado para decidir. Ahí está tal vez una de las claves que marcan los tipos de liderazgo; en qué o en Quién se apoyan y si esto es o no lo que también establece la jerarquía valorativa del mundo.
Pese a algunas debilidades del guión, algunos topiquillos, etc. es una película que merece la pena ver, no sólo para pasar un rato con cine de acción, sino también si se quiere pensar algo.
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