Madre Esperanza, mujer brújula
Madre Esperanza, mujer brújula
La Madre Esperanza, mujer brújula
En otro post hablé de ese libro de Isabel Sánchez titulado Mujeres brújula en un bosque de retos. Se habla en el de esas mujeres que saben abrir caminos, afrontar retos que hacen posible que la vida discurra por sendas de progreso, que no nos quedemos anclados por miedo y cobardía en los problemas, no decir nunca no se puede, es imposible, me rindo… A lo largo de la historia, y hoy en día también, abundan mujeres que saben hacerle frente a la vida, marcar objetivos, y tratar de conseguirlos con audacia y tenacidad.
Una de estas mujeres fue una murciana de Santomera llamada con el tiempo Madre Esperanza. Dios le pedía algo grande y ella trató de hacerle frente al proyecto. Se sentía un instrumento desproporcionado para una empresa ambiciosa, pero supo confiar en Dios y empezó a caminar. Nacería de ella, con la Gracia de Dios, una familia religiosa que vendría a llamarse “Esclavas del Amor Misericordioso”, y posteriormente los “Hijos del Amor Misericordioso”.
Todo empezó en España, en donde tuvo la oportunidad de conocer y tratar a San Josemaría Escrivá que estaba “dando a luz” el Opus Dei. Ambos tuvieron dificultades, como suele ocurrir siempre, y la persecución de “los buenos”, que nunca faltan lamentablemente. Es una oportunidad gozosa, querida por Dios, que ambas almas estuvieran unidas en la devoción al Amor Misericordioso. La pequeña comunidad de la Madre Esperanza, que estaba dando los primeros pasos en Madrid, prestó sus servicios al grupo de estudiantes que se iban asociando al carisma de la Obra que Josemaría Escrivá empezó a sembrar en la Capital de España. El Crucifijo del Amor Misericordioso, entronizado en un oratorio privado de la Casa del Amor Misericordioso, ejercía un atractivo especial a Fundador del Opus Dei, de tal manera que entre los años 1931-32, iba a ese oratorio a rezar, acompañado del grupo inicial, integrado por Pepe Romero, Norberto Rodríguez e Isidoro Zorzano.
Este Crucifijo, inicialmente pintado en un cuatro, acompañó a la Madre Esperanza a Italia en donde, con una audacia sobrehumana, construyó en Collevalenza el Santuario del Amor Misericordioso, y la Sede Central de la Congregación fundada por ella. La Madre Esperanza se dejó llevar por Dios, y por los consejos que recibía, entre ellos los de Escrivá de Balaguer, para promover todo un movimiento socio-religioso en favor de los más necesitados en tiempos muy difíciles de guerras y pobreza. Esta “mujer brújula” orientó a infinidad de personas por el camino de la entrega a Dios y al necesitado. El Señor siempre estuvo a su lado para llevar a cabo lo impensable: curar enfermos, dar de comer a cientos de personas confiando solo en la Providencia Divina, expandir el Evangelio y el amor de Dios. El Padre Pío estuvo a su lado espiritualmente, y la Jerarquía de la Iglesia, vencida la incomprensión inicial, las rencillas, los celos y la burocracia, se rindió ante la evidencia de una Obra de Dios como era su Congregación. San Josemaría tendría que pasar por la misma calle de la Amargura. Pero Dios siempre se sale con la suya.
Es incomprensible humanamente, como una mujer sin estudios, hija de una familia humilde, nacida en un poblado sencillo de la huerta, pudo asimilar tanta “sabiduría” y tanto amor de Dios, para sacar adelante una empresa apostólica sin mas medios que la fe y la Gracia de Dios. Como plantas que brotan de una tierra generosa, comenzaron a nacer y crecer proyectos de todo tipo: residencias, colegios, centros de espiritualidad… Muchas jóvenes vieron en ella un modelo a seguir, aunque tuviera que sufrir en su momento las insidias del diablo dentro de su propia familia religiosa.
“Nuestra Congregación, manifiesta la hermana Presentación de Jesús, pasaba entonces por un momento de grandes dificultades y de incomprensión: hasta se le achacaba a nuestra Madre Esperanza de Jesús haberla fundado sin permiso del Ordinario del lugar, y durante algún tiempo se la mantuvo incomunicada. Las entrevistas con don Josemaría Escrivá le dejaban a nuestra Fundadora una gran paz. Como sucede siempre entre los santos, había entre ellos una gran corriente de comprensión y de aceptación plena de los que el Señor les estaba pidiendo. Los dos sufrían las incomprensiones de los buenos (de la propia Iglesia) y trataban de ayudarse a hacer fielmente lo que el Señor le había confiado, y de superar con buen humor, sin desfasarlas, las dificultades”.
Y la Madre Esperanza, como mujer brújula, mantuvo el rumbo acogiéndose siempre a la Voluntad de Dios y su Amor Misericordioso. Y la Obra fundada por ella superó las insidias del diablo, y se centró en servir a la Iglesia y a una sociedad asediada por las guerras y la pobreza.
Tengo la satisfacción de haber ejercido como párroco por un breve tiempo en el mismo poblado donde nació la Madre Esperanza. Allí siguen viviendo ancianos que la conocieron, en un ambiente ya distinto, pero con el sabor de un trozo de huerta, plagado de limoneros, y regado por el rio Segura. Su sobrino Joaquín conserva el mismo talante emprendedor y alegre de la Madre. Y allí está el “Huerto de la Madre Esperanza”, centro de espiritualidad, que tiene vocación de ser un Centro de Interpretación del Carisma de la Madre Esperanza Alhama y su Obra.
Juan García Inza