Cuaresma 2022.
La Cuaresma es algo más (III). Dar limosna nos enriquece
Al hablar de dinero o de bienes materiales, es muy sencillo hacerlo desde las ideologías que impregnan nuestro entendimiento. Hemos sido educados en una contradicción evidente. Por una parte loamos las riquezas y por otra, nos han enseñado a juzgar duramente a quien puede tener alguna riqueza material. Juzgamos a los demás, damos o quitamos valor y medimos utilizando las diferentes varas de medir ideológicas que nos han entregado. No nos damos cuenta del daño que las ideologías generan, ya que impiden conocer lo que Dios realmente valora y juzga en nosotros. Cristo dijo que “Porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados; y con la medida con que midáis, se os medirá” (Mt 7,2) ¿Por qué? Porque aquello que vemos en los demás, es justamente lo que llevamos dentro de nosotros. La ideología que utilicemos para medir, indica nuestra propia medida.
En Cuaresma somos llamados a dar limosna. Es decir, dar lo que necesitamos para que la caridad llegue a quien necesita más que nosotros y no tiene. ¿Qué modelo debemos utilizar para la limosna? Sin duda la de la Viuda que dio todo lo que tenía: “Les aseguro que esta viuda pobre dio más que todos los ricos. Porque todos ellos dieron de lo que les sobraba; pero ella, que es tan pobre, dio todo lo que tenía para vivir” (Lc 21, 3-4). Quizás no es el dinero que más nos cuesta dar. Quizás hay otras riquezas que son más necesarias que el dinero y que nos cuesta mucho ofrecer a quien lo necesita. ¿Tiempo? En la sociedad de la inmediatez, ofrecer tiempo es algo que vale mucho y que rara vez somos capaces de ofrecer a quien lo necesita.
¿Cómo juzga Dios lo que damos a quien necesita de nosotros? ¿Nos juzga de la misma forma que nosotros hacemos? ¿Juzga por el dinero o lo hace por algo que no siempre se ve? Veamos lo que dice San Agustín sobre el episodio evangélico del pobre Lázaro y el rico Epulón:
¿Acaso aquel pobre fue transportado por los ángeles recompensando su pobreza y por el contrario, el rico fue enviado al tormento por el pecado de sus riquezas? En el pobre se patentiza glorificada la humildad, y en el rico condenada la soberbia.
Brevemente pruebo que no fue atormentada en el rico la riqueza, sino la soberbia. Sin duda que el pobre fue llevado al seno de Abraham; pero del mismo Abraham dice la Escritura que poseyó en este mundo abundante oro y plata y que fue rico en la tierra. Si el rico es llevado a los tormentos ¿Cómo Abraham había precedido al pobre a fin de recibirlo en su seno? Porque Abraham en medio de las riquezas era pobre, humilde, cumplidor de todos los mandamientos y obediente. Hasta tal punto tuvo en nada las riquezas que se le ordenó por Dios inmolar a su hijo para quien las conservaba (Gn 22,4).
Aprended a ser ricos y pobres tanto los que tenéis algo en este mundo, como los que no tenéis nada. Pues también encontráis al mendigo que se ensoberbece y al acaudalado que se humilla. Dios resiste a los soberbios, ya estén vestidos de seda o de andrajos; pero da su gracia a los humildes ya tengan algunos haberes mundanos, ya carezcan de ellos. Dios mira al interior; allí pesa, allí examina. (San Agustín. Comentario al Salmo 85)
Sólo Dios puede juzgar el corazón de las personas, tanto si es rico en dinero y poder, o si es pobre en capacidad de comprender y explicarse. ¿Quiénes somos nosotros para decir quien es el bueno y el malo? ¿Es que nosotros somos mejores que ellos? Dice San Agustín: “Dios resiste a los soberbios, ya estén vestidos de seda o de andrajos”. Quizás la soberbia sea la riqueza que más nos destroza y rara vez la tenemos en cuenta. Queremos vernos como líderes que transforman el mundo a nuestra imagen. Queremos que los demás los eleven, consideren o adoren. ¿Cuántos liderazgos humanos nos llevan a perder los dones que Dios nos ha dado para compartir? Porque los talentos no son para guardarlos, sino para compartirlos y hacerlos fructificar.
¿Hay forma más justa de gastar lo que os ahorráis con vuestra abstinencia que haciendo misericordia? ¿Y hay algo más perverso que entregar a la custodia de la avaricia, siempre presente, o a que lo consuma la lujuria aplazada, lo que se gastó de menos a causa de la abstinencia? Considerad, pues, a quiénes debéis aquello de que os priváis, para que la misericordia añada a la caridad, lo que la templanza sustrae al placer. (San Agustín. Sermón 208, 2)
En Cuaresma conviene incrementar las limosnas porque nos ayuda a negarnos a nosotros mismos. Lo que la templanza sustrae al placer, es la virtud. Virtud que debe unirse a la misericordia para hacerse caridad. Si la templanza nos permite ahorrar dinero, bienes o juicios ajenos, volquemos esto hacia quien lo necesita. Demos tiempo, paciencia, bienes o esperanza con misericordia. Sólo así nuestros actos serán verdaderamente caritativos. ¿Complicado? Imposible sin la ayuda de Dios. Oremos para que esta Cuaresma lo consigamos hacer.