Cuaresma 2022
La Cuaresma es algo más (II). Ayunemos sin temor
Actualmente es frecuente encontrarnos con una gran cantidad de propuestas alternativas para ayunar. Parece como si el ayuno ya no fuese de ayuda para la vida cristiana o se estima que es algo pasado de moda. Confundimos el ayuno con muchas cosas positivas, como es la abstinencia: abstinencia de redes sociales, abstinencia de diversiones, etc. También es frecuente confundir el ayuno con la práctica de virtudes: misericordia, paciencia, justicia, prudencia, caridad, etc.
Desgraciadamente, andamos por la vida con muchas confusiones que nos llevan a perder el sentido de lo que somos y creemos. Al tratar de aclarar qué es el ayuno, no quiero decir dejar de estar pegado al teléfono sea algo malo, pero no es ayuno. Controlar lo que decimos a los demás tampoco es ayuno, es caridad, generosidad y benevolencia. Si hacemos buenas acciones Dios nos premiará, no cabe duda, pero no es ayuno. San Isaac el Sirio habla de ayunar con discernimiento. Es decir, entender cuál es el sentido del ayuno y focalizar la vía cuaresmal en él.
De la misma manera que el deseo de la luz es propio de los ojos sanos, el deseo de la oración es propio del ayuno llevado con discernimiento. Cuando un hombre empieza a ayunar, desea que los pensamientos de su espíritu estén en comunión con Dios. En efecto, el cuerpo que ayuna no soporta dormir toda la noche sobre su cama. Cuando la boca del hombre ha sido sellada por el ayuno, éste medita en estado de compunción, su corazón ora, su rostro es grave, los malos pensamientos le abandonan; es enemigo de codicias y de vanas conversaciones. Nadie ha visto jamás a un hombre ayunar con discernimiento y estar sujeto a malos deseos. El ayuno llevado con discernimiento es como una gran mansión que acoge todo bien.
Porque desde el principio se dio a nuestra naturaleza la orden de ayunar, para no comer el fruto del árbol (Gn 2,17), y es de allí que viene quien nos engaña… Es también por él que comenzó nuestro Salvador, cuando fue revelado al mundo en el Jordán. En efecto, después del bautismo, el Espíritu le condujo al desierto, donde ayunó cuarenta días y cuarenta noches. (San Isaac el Sirio, Discursos ascéticos, 1ª serie, nº 85)
¿Qué es ayunar? Se trata de no tomar más que los líquidos necesarios durante las horas del día y por la noche, a lo sumo, hacer una frugal cena de mantenimiento. Ayunar nos debilita y al debilitarnos físicamente, encontramos esa luz interior tan propicia para acercarnos a Dios. Hoy en día somos capaces de hacer dietas terroríficas, pero ayunar nos parece de otro siglo. No es sencillo ayunar actualmente y no lo es por tres razones. La primera es que desconocemos realmente los bienes espirituales que nos encontramos al ayunar. La segunda es que no hemos aprendido a buscar a Dios dentro de nosotros mismos. La tercera es el ritmo de vida actual. La vida actual nos invita a consumir más allá de las necesidades mínimas.
Evidentemente, si ayunamos un día normal, el rendimiento de nuestro trabajo baja bastante. La precisión de lo que realizamos no es la misma. Según pasan las horas nos iremos sintiendo más y más débiles, hasta llegar a un estado similar a lo que sentimos con enfermedad leve. ¿Qué sentido tiene el ayuno? ¿Quién quiere hacerse daño? Nadie quiere hacerse daño. Además, llevamos la imagen y semejanza de Dios con nosotros. Aquí viene el discernimiento que San Isaac de Siria nos indica. La debilidad nos ayuda a orar, meditar y acercarnos a Dios. Cuando nos damos cuenta de que somos un desastre cuando comemos poco, nos damos cuenta de la grandeza de Dios.
Pero ¿Cómo hacerlo en medio de las tareas cotidianas? No busquemos imposibles. Si trabajamos no es posible hacer el ayuno profundo y espiritualmente efectivo. Pero no pasa nada. Aunque sólo intentemos acercarnos más a Dios y sintamos la debilidad en nosotros, ya hemos hecho muchísimo. ¿Por qué? Porque nos damos cuenta de que sin la ayuda de Dios, nada podemos. Somos incapaces de controlar nuestro cuerpo, ánimo, pensamiento y fortaleza. ¡Qué poco somos! La debilidad nos llevará a equivocarnos o a sentirnos extraños. ¿Qué mejor momento para practicar las virtudes e intentar ver a Dios incluso en quienes se ríen de nosotros.
Gracias a Dios, el Viernes Santo es un día festivo para la gran mayoría de las personas. Es ideal, por lo tanto, para ayunar y meditar sobre la pasión de Nuestro Señor. No dejen pasa las oportunidades de ayuno que nos ofrece Dios. Si Cristo ayuno cuarenta días en el desierto, no creo que ayunar sea algo a desechar por no estar de moda.