Jueves, 26 de diciembre de 2024

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Jesús fue claro y práctico. Seámoslo, también nosotros

Jesús fue claro y práctico. Seámoslo, también nosotros

por Duc in altum!

Jesús fue claro: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Lc 9, 23). También, supo ser práctico, enviando a los discípulos “de dos en dos” (cf. Mc 6, 7-13). Muchas veces, como católicos, somos todo menos claros y prácticos. Hemos caído en la complicación casi burocrática. ¿El resultado? Escasa respuesta. Con esto, no estamos diciendo que haya que improvisar. El aspecto institucional es muy importante, porque garantiza que no se pierda la transmisión de la fe entre una generación y otra, pero incluso institucionalmente se puede perder el tiempo cuando las juntas se vuelven largas y tediosas o el activismo nubla el calendario.

¿Cómo debe ser una junta? De dos tipos. Ordinaria y extraordinaria. Siempre, fijando una hora concreta para terminar. De otro modo, puede convertirse en un espacio de apariencias o repetición sin ton ni son. Dependiendo del giro (colegio, parroquia, etc.) puede ser semanal o quincenal. Llevar un orden del día, ayuda mucho. No se trata de hacer las cosas con prisa, pero sí de poder distinguir entre lo esencial y lo que sobra. A veces, da la impresión de que el mundo “se cae”, mientras nosotros seguimos encerrados discutiendo el color de las playeras conmemorativas. Por eso, el Papa Francisco habla de salir. Invertir dos horas en elegir el slogan de la misión anual, mientras muchos jóvenes tienen dudas de fe, resulta un despropósito o, en su caso, dar un recado al final de la Misa del domingo que, en vez de ser algo puntual, suena a conferencia de media hora.

Cuando hemos vivido una sólida experiencia de Dios, el impulso inmediato no es el de ponernos a filosofar (que no es malo, pero tampoco lo primero o único), sino aterrizar en acciones concretas lo que hemos descubierto; especialmente, cuando la realidad social nos lo pide casi que a gritos desesperados.

Ser claros, no significa tener un lenguaje violento o burdo. Quiere decir, explicar sencillamente lo que es la fe. Tal y como lo han hecho los últimos Papas en las audiencias generales. Benedicto XVI, siendo intelectual, sabía adaptarse muy bien a todos los públicos, porque el estudio, no es un obstáculo, sino una oportunidad para entender al mundo. La claridad significa enseñar la fe sin licuarla y el hecho de ser prácticos, supone construir en vez de quedarse única y exclusivamente planeando la construcción. ¿Qué hacían los fundadores? Ponerse en camino. ¿Nos imaginamos a la M. Teresa de Calcuta invirtiéndole dos horas a una frase? No y la realidad es que, lejos de ser alguien que improvisaba, sabía administrar el tiempo de modo que la prioridad tuviera el binomio oración-misión.

Claros y prácticos, para poder vivir con sencillez. Entonces, la Iglesia será atractiva para el mundo de hoy. Se vale planear, consultar, recibir asesoría externa, pero siempre teniendo en cuenta que hay que dar el siguiente paso, porque es muy frecuente que nos quedemos tratando de arreglar al mundo, pero sin empezar por nosotros mismos y las obras que se nos han confiado. Llegó el momento de hacer lo que toca.

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