De Amnesty International y su denuncia sobre crucifixiones en Arabia Saudí
por Luis Antequera
Con motivo del viaje del Sr. Obama a Arabia Saudí y Egipto el pasado mes de junio, viaje que por lo que se refiere a los españoles siempre será recordado por la inaceptable comparación que hizo entre el Califato de Córdoba y algo parecido a un modelo de convivencia entre cristianos y musulmanes, Amnesty International (que debería traducirse por Internacional de la Amnistía y no, como se hace, por Amnistía Internacional) emitió un informe sobre el respeto a los derechos humanos en los dos países que visitaba Obama.
Por lo que se refiere a Arabia Saudí, realizaba gravísimas acusaciones a las que el mundo ha prestado poca atención, y por las que, en consecuencia, ha pedido muy pocas, o mejor dicho, nulas explicaciones. El informe habla de miles de detenciones y juicios injustos y de castigos corporales, entre los cuales los latigazos anexos a algunas penas de prisión: sin ir más lejos, informa la prensa hoy mismo de los noventa latigazos que junto a dos meses de prisión, sufrirá una niña de trece años que había golpeado a una profesora la cual le había quitado el móvil.
Más grave todavía, Internacional de la Amnistía denuncia una cifra de hasta ciento dos ejecuciones en 2008, “muchas” de ellas, dice, "por crímenes no violentos", entre los que menciona explícitamente delitos relacionados con la droga, blasfemia, apostasía, y también sodomía, lo que no sé como casará con la alianza de civilizaciones que el partido en el que milita el Sr. Zerolo preconiza. Señala el informe que, a menudo, los afectados ni siquiera tienen conocimiento de cómo se desarrolla el juicio en el que se trata su caso, de cuyas consecuencias sólo se enteran el día que son, -y dice literalmente- decapitados, la mayor parte de las veces en público.
Ahora bien, entre todas las atrocidades señaladas por Internacional de la Amnistía, la que más ha llamado mi atención ha sido la ejecutada el 29 de mayo, en la que como castigo a un delito de asesinato acompañado de relación homosexual, un hombre fue primero decapitado y luego crucificado, de acuerdo con la pena que hace nada menos que casi tres mil años ya, prescribía el Deuteronomio:
“Si un hombre, reo de delito capital, ha sido ejecutado, lo colgarás de un árbol” (Dt. 21, 22).