El obispo de Madrid procedió al derribo del tabique para recuperar la santa reliquia
1939: recuperado el cuerpo incorrupto de San Isidro
ABC, 14 de mayo de 1939
Ayer fue derribado el tabique que ocultó a las hordas rojas el cuerpo incorrupto del Santo Patrón de Madrid
«En la santa iglesia catedral de Madrid, medio en ruinas, a causa de los incendios, se celebró en la tarde de ayer el acto solemne de abrir las cajas que guardan los restos de San Isidro Labrador y de Santa María de la Cabeza.
Al acto asistieron el obispo de Madrid-Alcalá [sobre estas líneas, Doctor Leopoldo Eijo y Garay, el arzobispo de Santiago de Chile, el alcalde de Madrid, Sr. Alcocer; el exteniente de alcalde, conde de Casal, y los regidores Sres. Félix, Garay, Valdavia, Marcos, Rubio, el jefe del Servicio Nacional de los Registros, Sr. Arellano, y numerosas personalidades.
Con una gran asistencia de fieles dio comienzo el acto con unas oraciones, que fueron rezadas por el obispo de Madrid-Alcalá. A continuación pronunció unas palabras y relató cómo habían sido salvadas las reliquias de la “furia roja”, después de ser buscadas por todos los lugares del templo. “Aquí mismo -afirmó el doctor Eijo y Garay- se observan las huellas de la piqueta roja, en su afán de buscar tesoros al igual que hicieron en todos los edificios de Madrid.
A continuación se procedió al derribo del tabique que ocultaba la caja, en lugar próximo al altar mayor, en la habitación entre el altar del Sagrado Corazón y la puerta de acceso a la antesacristía.
El obispo de Madrid procedió al derribo del tabique y dio varios golpes con un pico sobre el muro. El arzobispo de Santiago de Chile también dio varios golpes sobre el tabique que ocultaba la caja.
A continuación los restos del santo Patrón fueron trasladados provisionalmente a un altar que previamente se había levantado en el centro del templo en ruinas, y se procedió por el obispo a la apertura de la caja en que se guarda el cuerpo de San Isidro, que quedó expuesto al público. El doctor Eijo (de nuevo, bajo estas líneas) dio la bendición a los fieles y concedió cincuenta días de indulgencia a los asistentes al acto. El arzobispo de Santiago de Chile dirigió la palabra a los feligreses».