Vida consagrada, entregada y enamorada
por Sólo Dios basta
El día 2 de febrero celebramos la Presentación del Señor en el Templo. Nos mete de lleno en ese momento en que el Niño Jesús es llevado al Templo por sus padres para la presentación que pide la ley de Moisés. Y a la vez la Virgen María vive su purificación. Es lo que meditamos en el cuarto misterio gozoso del rosario. En muchos pueblos es la fiesta de la Virgen, la Candelaria, y a eso añadimos que desde hace justo 25 años también se celebra la Jornada de la Vida Consagrada.
Unir la presentación del Niño en el Templo y la purificación de la Virgen en un mismo día sirve de acercamiento directo a lo que es en sí misma la vida consagrada, la vida de los frailes, monjes y monjas que se consagran a Dios y dedican la vida a Dios de modo puro, limpio de todo aquello que aleja de Dios. Es vivir en obsequio de Jesucristo y entregar la vida a Dios. Se hace profesión de votos: castidad, pobreza y obediencia dentro de una familia religiosa ya sea de un tipo u otra y se fundamenta todo en una Regla que recoge las normas propias de vida para cada orden religiosa.
Es lo que viven Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz y todos los que seguimos este modo de vida iniciado por ellos. Los carmelitas descalzos hacemos la profesión de los votos religiosos y tenemos una regla de vida. La Madre Teresa cuando siente la llamada de fundar el primer convento reconoce la grandeza de este modo de vida que es la vida consagrada, vivir en Dios y para Dios, siendo reflejo ante el mundo de la vida del cielo viviendo siempre junto a Dios: “Cristo andaría siempre con nosotras, y que sería una estrella que diese de sí gran resplandor [el convento], y que, aunque las religiones [órdenes religiosas] estaban relajadas, que no pensase se servía poco en ellas; que qué sería del mundo si no fuese por los religiosos” (Vida 32,11).
La regla de los carmelitas descalzos hace poner la mirada en el Monte Carmelo, en Tierra Santa, en la vida de oración, de comunidad, de ofrenda a Dios para vivir todos unidos en cada convento teniendo en el centro a Dios y a la Reina y Hermosura del Carmelo. Todo ello vivido a nivel personal, no sólo comunitario.
Esta vivencia espiritual quiere reflejar el Beato Eufrasio del Niño Jesús en uno de sus muchos poemas; lo escribe cuando todavía no es sacerdote ni sabe que Dios le va a pedir entregar la vida del todo hasta derramar su sangre tras recibir cuatro disparos en el pecho en Oviedo el 12 de octubre de 1934 durante la revolución de Asturias:
A la Regla del Carmen:
¡Códice de mi amor, libro sagrado!
Jamás yo de mi lado,
jamás te apartaré, porque en ti miro
la senda para el cielo,
tendida en las vertientes del Carmelo.
En ti grabada admiro
de mis pasados ínclitos la historia,
en ti con su memoria
mis padres han dejado
de su ardiente fervor rico legado.
La gloria de mis padres sola viste
por dicha soberana
sola también fuiste
de sus fervientes lágrimas testigo.
¡Rico tesoro de la estirpe eliana!
Ven y siempre tu luz brille conmigo…
Ven y serás mi guía,
mientras sobre mi frente alumbre el día.
Y, cuando lentamente
se vaya mi existencia retirando,
las abatidas fuerzas levantando,
mis labios te darán ósculo ardiente.
Y en ti con aquel beso
mi aliento postrimer dejo yo impreso.
Y cuando ya mi alma
a la mansión endémica se ausente,
y acoja el suelo mi cadáver frío,
mis manos fuertemente
te tengan abrazado al pecho mío,
¡oh página bendita!,
y en tus letras mi vida quede escrita.
Son versos que nacen de un alma consagrada a Dios, que empieza a vivir la vida religiosa dentro del Carmelo Descalzo. Estudia filosofía, ha tomado el hábito en el noviciado, al terminarlo ha hecho la profesión religiosa y comienza los estudios que le preparan para la ordenación sacerdotal. Como sacerdote carmelita lleva ese fuego a Polonia, allí ayuda a recuperar la presencia de la Orden en dicho país, y de vuelta en España va a Burgos, donde dirige las revistas “Monte Carmelo” y “Ecos del Carmelo y Praga”. Pasa después a Oviedo, la capital de su tierra asturiana natal, como profesor. Un año antes de entregar su vida como mártir es nombrado prior de la comunidad. Muere por ser fraile, por decir que Dios ama y perdona siempre y porque es fiel a su vocación de carmelita descalzo. La piedra donde reposa su cabeza una vez muerto recoge parte de su sangre y queda como venerada reliquia de la vida entregada de este consagrado poeta, músico, profesor, escritor y mártir.
Dios toma a este fraile cuando ronda los 20 años para poner por escrito en poesía lo que es la regla del Carmelo. No quiere separarse de ella y por ello, por afirmarse en lo que ha profesado es fusilado. Podría haber renunciado a ella y conseguir así su libertad, pero sabe que la verdadera libertad es Cristo y a Él ha consagrado su vida para siempre. Para el joven Eufrasio la regla del Carmelo es “la senda para el cielo” y de hecho así se hace realidad, “jamás yo de mi lado,/ jamás te apartaré”. Le ayuda a mirar el pasado glorioso del Carmelo cuando “grabada admiro/ de mis pasados ínclitos la historia,/ en ti con su memoria/ mis padres han dejado/ de su ardiente fervor rico legado”. Es todo luz: “Ven y siempre tu luz brille conmigo,/ ven y serás mi guía”. La ama, la tiene en lugar especial en su corazón, la besa y la quiere besar siempre como signo de su consagración hasta el último momento de su vida cuando “con aquel beso/ mi aliento postrimer dejo yo impreso” hasta el final, hasta que llegue el encuentro con Aquel que le espera y al que ha dicho sí con toda alegría, libertad y pasión. Entonces seguirá abrazado a ella “cuando ya mi alma/ a la mansión endémica se ausente/ y acoja el suelo mi cadáver frío,/ mis manos fuertemente/ te tengan abrazado al pecho mío”. Ese momento crucial llega y cumple todo lo que de joven ha prometido con los ardores propios de esa edad que no busca sino la entrega total a Dios para vivir siempre en Él en este mundo. Sabe que luego le espera la eternidad, la gloria, la vida verdadera, a la que se ha preparado como religioso consagrado según la regla del Carmelo.
El año que viene se cumplen 100 años de su ordenación sacerdotal, y la vida del Carmelo Descalzo auténtico sigue atrayendo, sigue tocando corazones jóvenes para seguir este modo de vida, esta regla del Carmelo y vivir como consagrados. Son pocos los que ahora llaman a las puertas de los conventos. Pero Dios se sirve de cualquier detalle para hacer cambiar la vida de los jóvenes. Dios puede hacer todo lo que quiera, es Dios, y de hecho lo hace:
¿Qué podemos decir cuando escuchamos a un chico de 20 años contarnos que él va a un convento a vivir una Pascua buscando más a una chica maja que a Dios, y ahí, en ese convento, Dios le hace ver con toda claridad, después de pasado un tiempo, en una confesión, que Dios está enamorado de él y sin saber cómo este joven dice sí a Dios y descubre que en vez de ser médico, que es lo que él quería, su felicidad se halla en algo muy distinto, alejado y en cierto modo rechazado, que no es otra cosa sino una vida fiel de carmelita descalzo, una vida consagrada, entregada y enamorada?
https://www.youtube.com/watch?v=AAwLPh68u0w&feature=emb_rel_end
(Testimonio a partir del minuto 4:16)