Jueves, 21 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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«Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos»

«We few, we happy few, we band of brothers»

por Victor in vínculis

Decía san Juan Pablo II que «la última parte del Evangelio de hoy  [Mc 3, 20-35], ha dado lugar a muchos comentarios sin sentido. Nos pone ante nuestra consideración una palabra del Señor, que, como palabra suya que es, tiene que ser para nosotros luz, consuelo, enseñanza para nuestra vida eterna».

¿QUIÉNES SON MI MADRE Y MIS HERMANOS? Esta expresión de Jesús, ¿pudiera ser un rechazo a su madre? Ni hablar, era un trato lo suficientemente filial el de Jesús a su querida Madre, que al final de su vida lo sigue demostrando, ocupándose de Ella y encargándosela al apóstol predilecto.

a) No pretendió rebajar la categoría de su Madre, sino, más bien, ampliar el círculo de sus parientes. Cristo quiso señalar con esta desconcertante respuesta, que empezaba a nacer un nuevo estado de familia basada en la fiel escucha de la Palabra de Dios y en la puesta en práctica.

b) Para pertenecer a esta familia de Jesús, es preciso, en primer lugar; «escuchar su Palabra», estar abiertos a su gracia divina, y, en segundo lugar, aquello que he escuchado, hay que hacerlo vida. A estos, y solo a estos, es a los que Jesús llama; «mi hermano, mi hermana y mi madre».

c) Hay otra familia, otra intimidad, otra unión de afectos y deseos. Otros ideales que no son solo los que están basados en la sangre y en la carne. Son los que Él ha traído a la tierra al hacernos hijos de Dios. ¿Pero si no está en los lazos de la carne y la sangre, cuál es el lazo que nos une«El que cumple la voluntad de Dios».

d) Esta es la lección que Jesús siempre nos ha dejado, es un alimento hacer la Voluntad del Padre. Por esto, eso es lo que nos une a todos. El Hijo de Dios, vino para «hacernos partícipes de su familia», en una intimidad con Él más estrecha que la de la propia carne y sangre. Nosotros, podemos ser de la familia de Jesús, como María y José.

WE FEW, WE HAPPY FEW, WE BAND OF BROTHERS

Recordaba esta mañana el famoso discurso del día de San Crispín parte de la obra histórica de William Shakespeare Enrique V [acto IV, escena III].

En vísperas de la batalla de Agincourt, que coincide con la fiesta del patrón de los zapateros, San Crispín, Enrique V insta a sus hombres, ampliamente superados en número por los franceses, a imaginar la gloria y la inmortalidad que serán para ellos si salen victoriosos. El discurso ha sido interpretado célebremente por Laurence Olivier o por Kenneth Branagh -en la película de 1989 Enrique V (sobre estas líneas)- esta última en una tremenda y fascinante adaptación, excelente ambientación, excelente actuación por un jovencísimo Branagh director y protagonista.

El discurso de Enrique V comienza como una respuesta a su primo Westmoreland acobardado por la desproporción de fuerzas en el campo de batalla de Agincourt, aquel 25 de Octubre de 1415: el ejército francés duplica en número al contingente inglés de cerca de 8000 ingleses...

Westmoreland:
¡Oh, si tuviésemos aquí
tan solo diez mil hombres de los que están en Inglaterra
y que no trabajan hoy!

Rey:
¿Quién es el que tal desea?
¿Mi primo Westmoreland? No, mi buen primo;
si estamos señalados para morir, somos suficientes
para pérdida de nuestro país; y si vivimos,
cuantos menos sean los hombres, más grande será el honor.
¡Por Dios, os ruego que no deseéis ni un hombre más!
No, más bien, proclamadlo, Westmoreland, a través de mi ejército:
aquel que no tenga estómago para esta batalla,
dejadlo marchar; se le hará pasaporte
y se le pondrá en la bolsa un corona para el viaje.
Nos no moriremos en compañía de aquel hombre
que tema que su hermandad muera con nosotros.
Este es el día de la fiesta de Crispín.
Quien sobreviva a este día y vuelva sano a casa,
se pondrá en las puntas de los pies a la mención de la fecha
y se crecerá al nombre de Crispín.
Quien vea este día y llegue a viejo,
cada año de víspera festejará a sus vecinos
y dirá: "¡Mañana es San Crispín!".
Entonces levantará la manga y mostrará sus cicatrices,
y dirá: "¡Estas heridas las recibí el día de san Crispín!".
Los ancianos olvidan; todo será olvidado,
pero él recordará, con ventajas,
qué proezas realizó aquel día. Y nuestros nombres,
serán tan familiares en sus bocas como los de sus parientes:
Harry el Rey, Bedford y Exeter ,
Warwick y Talbot , Salisbury y Gloucester,
serán, en sus rebosantes copas, fielmente recordados.
Esta historia contará el buen hombre a su hijo.
Y Crispín Crispiniano nunca pasará,
desde este día, hasta que el mundo acabe,
Si no que nos en él seremos recordados:
nos pocos, nos felices pocos, nos banda de hermanos,
porque aquel que hoy vierta su sangre conmigo
será mi hermano; porque por muy vil que sea,
este día ennoblece su condición;
y los caballeros ahora en sus lechos de Inglaterra
se considerarán malditos por no estar aquí,
y tendrán su hombría en baja estima cuando oigan hablar
a aquel que luchara con nos el día de San Crispín.

 

NOS INVITA A SER MADRE Y HERMANOS DE JESÚS

Es una gran oferta para todos «ser madre de Cristo», aunque no lo hayamos llevado en las entrañas como María, basta con cumplir los mandatos, con vivir según la ley de Dios. Con estar en gracia, con recibirlo en la Comunion...

Basta con imitarla a Ella, con ser como Ella. La que estaba siempre a la escucha de la Palabra de Dios. Dedicó su vida a servir a Jesús, a cuidar de Él, y no lo abandono en el momento supremo de la cruz. Nadie como Ella fue siempre fiel seguidora del Maestro.

¿Puede haber privilegio mayor? ¿Podemos aspirar a ser introducidos en un círculo de influencia más exitosos y selecto que esté? ¿No nos llena de alegría esta posibilidad de serlo? Porque su sangre derramada en la cruz para nuestra salvación ESA SÍ QUE NOS CONSTITUYE EN BANDA DE HERMANOS, aunque muchas veces seamos pocos, pero seamos felices pocos en ÉL... y no dejemos de atraer a otros, a todos...

 

NON NOBIS, DOMINE, NON NOBIS

El afamado compositor escocés Patrick Doyle debutó en el cine para el Enrique V (de 1989, de Kenneth Branagh) con una antológica banda sonora. El salmo 115: Non nobis, Domine (No a nosotros, Señor, no a nosotros sino a tu nombre da la gloria) acompaña el emotivo momento final de la película. El propio compositor inicia esa canción en la escena, que se desarrolla y acababa de forma coral.

En esta época, en este siglo que nos toca vivir, no seamos cobardes. Demos a su Nombre la gloria. Y no desertemos, es hora de permanecer al frente de la batalla... su Sangre nos purifica y nos hace hermanos, hermanas y madres.

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