Lunes, 23 de diciembre de 2024

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Que vuelva a reír la primavera

Que vuelva a reír la primavera

por Sólo Dios basta

El mes de abril nos llena siempre alegría con los campos en flor, la despedida del frío, las lluvias copiosas, el gozo de la Pascua de Cristo resucitado y todas las sorpresas que Dios quiera regalar a sus hijos cuando cada año vuelve a reír la primavera. Pues bien, Luis y Celia, un matrimonio que vive en Alençon, al Norte de Francia, acoge con gran alegría el nacimiento de una hija el día 28 de abril de 1869.  Hasta aquí puede parecer extraño y sin relación alguna este recuerdo. Pero si añadimos que cuando esa niña, Celina, cumple 20 años, su hermana le escribe dos cartas para felicitarle por su cumpleaños todo cambia. Sí, cambia cuando sabemos que dicha hermana no es otra sino  Santa Teresita del Niño Jesús. Ahora es cuando todo se ve a la luz de Dios con la alegría de la primavera que da vida siempre que uno sepa acercarse a la verdadera Vida.

Muchos conocen los manuscritos autobiográficos de Santa Teresita, la Historia de un alma, pero pocos han entrado en la grandeza sublime de sus cartas. ¡Hay que leer las cartas de Teresita! ¡Hay que rezar con ellas! ¡Hay que sacar provecho espiritual de este legado espiritual tan cercano y a la vez tan desconocido! Vayamos a esas dos cartas que Teresita, siendo novicia en el Carmelo de Lisieux, escribe con apenas 16 años. Veamos lo que es capaz de poner por escrito una adolescente a esos años cuando toda su vida gira en torno al amor de Dios que la ha cautivado hasta llevarla a lo más secreto del Carmelo Descalzo. Son las cartas 89 y 90 que escribe los días 26 y 27 de abril de 1889. En ellas se muestra la grandeza de una vida que aspira a lo más grande, lo más santo, lo más deseado: la vida del cielo.

Partimos de la edad, ¡20 años!: “Veinte años, edad llena de ilusión. ¡Cuántos recuerdos entre nosotras...! ¡Todo un mundo de ellos...! Sí, Jesús tiene sus preferencias; en su jardín hay frutos que el Sol de su amor hace madurar casi casi en un abrir y cerrar de ojos... ¿Por qué somos nosotras de ese número...? Pregunta llena de misterios... ¿Qué razón puede darnos Jesús? ¡Su razón es que no hay ninguna...! ¡Celina...!, aprovechémonos de esa predilección de Jesús que en tan pocos años nos ha enseñado tantas cosas, no descuidemos nada que pueda agradarle... Dejémonos dorar por el sol de su amor..., ese sol abrasador..., ¡consumámonos de amor...!”.

Ser predilectas de Jesús, agradar a Dios en todo, dejarse consumir por el amor de Dios,… ese es el ideal de Teresita y de su hermana Celina. ¿Y el de los jóvenes de nuestros días que cumplen 20 años, cuál es? ¿Este mismo u otros que llevan por caminos que se alejan de la presencia viva del amor de Dios? Aunque parezca mentira hay chicos que al llegar a los 20 años tienen estos mismos deseos e ilusiones. No abundan, no te das cuenta que existen, pero viven cerca de nosotros y buscan a Dios. ¡Quieren ser santos! Saben que es difícil, que “la santidad, como sigue diciendo Teresita a su hermana Celina, no consiste en decir  cosas hermosas, ni consiste siquiera en pensarlas o en sentirlas… Consiste en sufrir, y en sufrir toda clase de sufrimientos. ¡La santidad hay que conquistarla a punta de espada!”. Por eso estos jóvenes luchan con todas sus fuerzas, se dan del todo, toman sus armas y se unen para combatir. Para eso han sido escogidos por Dios; para defender la Verdad en medio de los que tienen sus mismos años. Y lo que llevan en su corazón no se lo quitará nadie. ¡Nadie! Nadie  podrá arrebatarles el fuego que corre por su sangre.

¿Y esto cómo se puede entender? Pues sabiendo que no hay que mirar “más que al instante presente… Un instante es un tesoro… Un solo acto de amor nos hará conocer mejor a Jesús…nos acercará a él por toda la eternidad”, nos explica Teresita con toda sinceridad.

Ansias de eternidad frente a la felicidad de una noche que pasa y no deja paz en el alma… Es lo que viven muchos jóvenes que todavía no se han encontrado con ese Dios vivo y resucitado que se llama Jesucristo y que sí ha tocado el corazón de algunos jóvenes veinteañeros. ¡Qué vidas tan distintas cuando se conoce a unos y a otros!...

Estos toman su fuerza en la comunión, como Teresita, saben muy bien que sin Eucaristía están perdidos… Por eso es bueno tener esos mismos pensamientos que Teresita deja por escrito a su hermana Celina: “Mañana recibiré a Jesús. ¡Cuánto le hablaré de mi Celina, de ese otro yo! Tendré muchas cosas que decirle, pero no me resultará difícil, un solo suspiro se lo dirá todo”. La unión de oraciones entre jóvenes de 20 años que comulgan y ponen todos sus proyectos ante Jesús Eucaristía es lo que da sentido y plenitud a esa edad donde no hay miedos, sino ganas de dar pasos firmes en la vida. A Dios nadie lo ha derrotado. Lo saben bien. Tienen y portan la fuerza de Dios. Por ello avanzan con seguridad por el camino que les conduce hacia el cielo.

Esos pasos llevan a descubrir el interior de la persona y a conocerse entre los que comparten un mismo ideal. Poder entrar en un corazón de 20 años es un regalo inmenso porque uno se encuentra con un campo sembrado de ilusiones, proyectos, alegrías,… y todo lo que Dios va dejando según pasan los años mientras los jóvenes le siguen dejando la puerta abierta. Y lo que es más, entre ellos se comunican lo que viven. Demos de nuevo la palabra a Teresita para entenderlo mejor: “Quisiera que conocieses mi corazón y todo lo que en él se encierra para ti; pero hay cosas que no pueden escribirse y que sólo comprende el corazón”. Hay cosas muy secretas que quedan entre Dios, el joven y el director espiritual…

Llegamos al final, al ardiente deseo de esos chicos de 20 años que sí se han encontrado con Dios y quieren que sus amigos también vivan lo que ellos gozan en cada encuentro con Jesús vivo presente en la Eucaristía. A muchos no pueden llegar, es muy difícil, pero rezan por ellos. Rezan porque su aspiración, como la de Santa Teresita, está puesta en lo más alto, en el cielo: “Celina querida, un día iremos al cielo para siempre. Y allí ya no habrá ni día ni noche como en la tierra… ¡Qué alegría! Caminemos en paz mirando al cielo, única meta de nuestros trabajos. La hora del descanso ya está cerca”. ¿Hay mayor alegría? ¿Existe un afán más glorioso? Unidos como verdaderos hermanos en Cristo entregan la vida. ¿A quién? ¡A Cristo Jesús! ¡Al Resucitado! ¡Al único que merece la gloria y los congrega por amor! Ante Él, las rodillas se doblan y se postra el corazón de jóvenes heridos por el amor del Sagrado Corazón.

Entonces, ahora en este abril de 2023, recordando aquel abril de 1889, ponemos en nuestro corazón a todos esos jóvenes que cumplen 20 años y tienen mucha vida por delante para dar vida, mucha vida, la que arde dentro de ellos y la contagian allí por donde van; ya sea en clases de universidad, colegios mayores, pisos de estudiantes, plazas, calles, iglesias,… ¡Atención!: no olvidemos en nuestra oración a aquellos jóvenes que también cumplen 20 años y van por otras sendas que les desvían del camino del cielo. Dios los ama igualmente y quiere tenerlos cerca, pero eligen rutas que les alejan de la verdadera Vida. Si descubren a Dios y cambian de vida, será más fácil que vuelva a reír la primavera.

 

 

 

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