SD Domingo Chacón: la inquietud social
El Siervo de Dios Domingo Chacón y Bellón nace en Membrilla (Ciudad Real) el día 21 de mayo del año 1887. Fueron sus padres José Chacón y Jerónima Bellón. Su hermana Ana le había precedido, siendo los dos únicos descendientes de este matrimonio. Quedó huérfano de padre desde muy niño, al morir este por causa de la viruela. En los primeros años de su infancia recibió una educación sólidamente virtuosa y cristiana; siendo pronto admitido como monaguillo de la parroquia en 1895.
Ingresó a los diez años en el seminario de Ciudad Real animado por su tío, el Ilmo. Sr. D. Antonio Chacón, que fue rector del seminario de Madrid, recién fundado, y cura de San José. En Toledo cursa el Doctorado en Sagrada Teología. Recibió el presbiterado en Toledo, en las Témporas de la Santísima Trinidad de 1910 y celebra su primera Misa en Membrilla el 19 de junio.
Ejerce el ministerio sacerdotal al principio como capellán de los Maristas, en Valdepeñas, pasando de coadjutor a Manzanares, en junio de 1915. De allí, fue a Argamasilla de Alba como ecónomo y dos años más tarde a La Solana en calidad de Vicario. En 1918 fue designado junto con don José Jiménez Manzanares para difundir la doctrina de la sindicación católica agraria, recorriendo con esta misión numerosos pueblos de la diócesis como San Carlos del Valle, Pozo de la Serna, Alhambra, Ruidera y Montiel etc. Más tarde don Domingo Chacón y don José Jiménez Manzanares fueron nombrados secretario y presidente, respectivamente, de la comisión que había de propagar la sindicación católica agraria en los arciprestazgos de Ciudad Real, Daimiel y Manzanares.
En junio de 1925 llegó a la parroquia de Malagón con carácter de cura regente y, presentado por los Duques de Medinaceli (poseedores del derecho de patronazgo sobre la parroquia de Malagón), al morir don Francisco Quintana, párroco en propiedad, hecho previamente y con brillantez el necesario examen para concurso particular. Tomó posesión de dicho beneficio el 1 de enero de 1927 y lo rigió, como todos los cargos anteriores, con sumo celo y con patentes frutos espirituales de la feligresía, hasta abril de 1936 en que tomó posesión, como cura en propiedad también, de la parroquia de la Asunción de Valdepeñas, previa presentación de los Marqueses de Santa Cruz y habiendo recibido la colación canónica de manos del señor Obispo Narciso de Estenaga que seguidamente le nombró Arcipreste de Valdepeñas.
Durante los diez años y cuatro meses que ejerció el sacerdocio en Malagón -tiempos difíciles- (recios, con expresión de Santa Teresa) desarrolló una labor de formación cristiana humana y social extraordinarias y, siempre respetuoso con la autoridad civil, aportó soluciones y fiel colaboración con las autoridades municipales para mitigar la pobreza y el paro de un gran sector de la población.
Lo cierto es que, gracias a la inquietud social y actividad de don Domingo empezó a funcionar en 1932 el Sindicato Católico Agrario, con su sección de socorros mutuos, la cimera obra social de don Domingo, que plasmaron su ilustración, su experiencia y su celo de sacerdote apostólico, patriota y deseoso de pacificar siempre y hermanar las distintas clases sociales pero inclinado siempre a los más débiles y necesitados; fue un sindicato en que figuraron solamente obreros pobres y agricultores medianos, lo cual no fue un obstáculo para su bienhechora eficacia a favor de los pequeños, ni siquiera para su prosperidad y su engrandecimiento.
Este sindicato tuvo su sección de cocorros mutuos para los braceros enfermos, su caja Rural de Ahorro y préstamos para productores medianos y aun ínfimos. Don Domingo sacó sus primeros colaboradores de la cantera de la Acción Católica, hombres todos modestos y de espíritu abnegado y cristiano como Dionisio Pérez Lucendo, Presidente.
Pero la cumbre gloriosa de esta obra social cristiana fue la creación de la gran Cooperativa Olivarera, fundada, con las dificultades que pueden suponerse por el tesón sacerdotal y la hombría de don Domingo en octubre de 1934. Su título de Cooperativa Agrícola del Santísimo Cristo del Espíritu Santo -el patrono de Malagón, dice bien claramente cuál fue el espíritu de esta obra social y de sus iniciador, don Domingo, y el de los primeros fundadores Amador Merino, Zacarías Ferrer, Adrián García de Marina y Afrodisio Bravo, presididos por el referido Dionisio López Lucendo.
No era la misericordia de don Domingo simple conmoción de un ánimo sensible ante las calamidades del prójimo desgraciado. Se abría su corazón a comprensión y su boca a las palabras afectuosas, y se abría también su mano al socorro dadivoso y a la limosna, como corresponde a un párroco perfecto y cabal.
Don Domingo con una vida modesta en su hogar familiar y con una acertada administración de la herencia de su tío don Antonio – la fértil viña de la Espartosa – percibía cada año unos ingresos considerables. Y, sin embargo, ni subió jamás el tono de su vivir modesto y austero, ni aumentó su peculio apreciablemente.
En sus visitas a los enfermos pobres y en su trato preferente con los feligreses necesitados, estos y aquellos supieron de su caritativa generosidad y gozaron del positivo auxilio de sus limosnas.
El Asilo de los Ancianos Desamparados que existía ya desde el año 1917 en Malagón, y al cual siempre atendió con solícita diligencia auxiliando cuanto podía a las Hermanitas y teniendo su satisfacción en conversar con los ancianos que gozaban a su vez con el trato bondadoso y la conversación afable y sencilla del buen párroco, puede dar fehaciente testimonio de la caridad abnegada y eficaz de don Domingo.
La vida económica del bienhechor centro pasaba a menudo por estrecheces y apuros económicos angustiosos, a los que el generoso párroco, alma y gestor principal del patronato, tenía que hacer frente. Y como la administración y las necesidades de la casa no podían soportar el enorme retraso con la Hacienda satisfacía ordinariamente los menguados intereses del capital fundacional, era corriente que don Domingo saliese en auxilio de las necesidades del centro.
El autor de este artículo, Rvdo. Sr. Dr. D. Francisco del Campo Real, fue sucesor como párroco de Malagón (Ciudad Real) del siervo de Dios Domingo Chacón.
La vida ejemplar y la gran caridad de don Domingo, sin él pretenderlo, trascendía a sus feligreses todos y le ganó el aprecio, la simpatía y la veneración del pueblo, señaladamente de los menos adictos a la religión y al sacerdote, que son los que, extrañados del bien que realicen los curas, más se impresionan por sus acciones caritativas y generosas.
Buena prueba de ello fue la despedida que los elementos más avanzados de Malagón hubieron de hacer a don Domingo al salir en abril de 1936 para la Parroquia de Valdepeñas. Esperaba en la estación el momento de que llegara el tren cuando unos obreros, tildados de comunistas, se le acercaron muy comedidos al darse cuenta de su marcha y le dijeron:
“Señor Cura, ¿se va Vd. Por miedo? Puede usted continuar tranquilo entre nosotros que nada ha de sucederle ni nadie se ha de meter con usted. –Es el superior, dijo don Domingo a los emisarios de la Casa del Pueblo, el que me manda trasladarme a Valdepeñas. Voy por obedecer; no porque tenga miedo en Malagón.
Hay que decir que igualmente recibió en Valdepeñas seguridades de alguien al llegar pues también en Valdepeñas tenía sembrada de antiguo la buena semilla de acciones bienhechoras en los primeros años de su sacerdocio, junio de 1910, como capellán de los Hermanos Maristas, hasta que el año 1915 fue nombrado coadjutor de Manzanares, lo que no bastó para arrancarlo a la muerte.
El viernes de Dolores empezó en Valdepeñas su gestión parroquial que tan dolorosa iba a serle, verdadero calvario en el que consumaría su sacrificio unos meses después.
El día 24 de julio de 1936 fue detenido con sus coadjutores (D. José García Carpintero y D. Juan Pedro García Sotoca y Marqués) y sacristanes reunidos muy de mañana en la casa rectoral para estudiar la situación planteada por la orden recibida del señor alcalde con la prohibición de celebrar la Santa Misa, así como el mandato de cerrar las iglesias. Son conducidos detenidos a la delegación de policía donde son interrogados durante varias horas hasta ser trasladados, finalmente, el día 25 de julio, a la cárcel del partido, atravesando las calles de Valdepeñas los tres en medio de los mayores atropellos, escarnios, befas e insultos. Tras un mes de prisión sobrellevada con edificante paciencia y serenidad y dando pruebas de celo apostólico con sus compañeros sacerdotes y laicos a quienes confortó con los Sacramentos, ejercicios piadosos y acompañó en los trágicos momentos del martirio. La madrugada del 30 de agosto de 1936 en el Cementerio de Valdepeñas fue asesinado por ser sacerdote y párroco ejemplar.
El pasado día 4 de diciembre de 2017, en la Catedral Santa María del Prado de Ciudad Real [sobre estas líneas] tuvo lugar la celebración del acto de clausura de un grupo formado por los 100 mártires de Ciudad Real y entre ellos se encuentra el que fuera párroco de Malagón en los años 1925 al 1936: el siervo de Dios Domingo Chacón.
FRANCISCO DEL CAMPO REAL
Ingresó a los diez años en el seminario de Ciudad Real animado por su tío, el Ilmo. Sr. D. Antonio Chacón, que fue rector del seminario de Madrid, recién fundado, y cura de San José. En Toledo cursa el Doctorado en Sagrada Teología. Recibió el presbiterado en Toledo, en las Témporas de la Santísima Trinidad de 1910 y celebra su primera Misa en Membrilla el 19 de junio.
Ejerce el ministerio sacerdotal al principio como capellán de los Maristas, en Valdepeñas, pasando de coadjutor a Manzanares, en junio de 1915. De allí, fue a Argamasilla de Alba como ecónomo y dos años más tarde a La Solana en calidad de Vicario. En 1918 fue designado junto con don José Jiménez Manzanares para difundir la doctrina de la sindicación católica agraria, recorriendo con esta misión numerosos pueblos de la diócesis como San Carlos del Valle, Pozo de la Serna, Alhambra, Ruidera y Montiel etc. Más tarde don Domingo Chacón y don José Jiménez Manzanares fueron nombrados secretario y presidente, respectivamente, de la comisión que había de propagar la sindicación católica agraria en los arciprestazgos de Ciudad Real, Daimiel y Manzanares.
En junio de 1925 llegó a la parroquia de Malagón con carácter de cura regente y, presentado por los Duques de Medinaceli (poseedores del derecho de patronazgo sobre la parroquia de Malagón), al morir don Francisco Quintana, párroco en propiedad, hecho previamente y con brillantez el necesario examen para concurso particular. Tomó posesión de dicho beneficio el 1 de enero de 1927 y lo rigió, como todos los cargos anteriores, con sumo celo y con patentes frutos espirituales de la feligresía, hasta abril de 1936 en que tomó posesión, como cura en propiedad también, de la parroquia de la Asunción de Valdepeñas, previa presentación de los Marqueses de Santa Cruz y habiendo recibido la colación canónica de manos del señor Obispo Narciso de Estenaga que seguidamente le nombró Arcipreste de Valdepeñas.
Durante los diez años y cuatro meses que ejerció el sacerdocio en Malagón -tiempos difíciles- (recios, con expresión de Santa Teresa) desarrolló una labor de formación cristiana humana y social extraordinarias y, siempre respetuoso con la autoridad civil, aportó soluciones y fiel colaboración con las autoridades municipales para mitigar la pobreza y el paro de un gran sector de la población.
Lo cierto es que, gracias a la inquietud social y actividad de don Domingo empezó a funcionar en 1932 el Sindicato Católico Agrario, con su sección de socorros mutuos, la cimera obra social de don Domingo, que plasmaron su ilustración, su experiencia y su celo de sacerdote apostólico, patriota y deseoso de pacificar siempre y hermanar las distintas clases sociales pero inclinado siempre a los más débiles y necesitados; fue un sindicato en que figuraron solamente obreros pobres y agricultores medianos, lo cual no fue un obstáculo para su bienhechora eficacia a favor de los pequeños, ni siquiera para su prosperidad y su engrandecimiento.
Este sindicato tuvo su sección de cocorros mutuos para los braceros enfermos, su caja Rural de Ahorro y préstamos para productores medianos y aun ínfimos. Don Domingo sacó sus primeros colaboradores de la cantera de la Acción Católica, hombres todos modestos y de espíritu abnegado y cristiano como Dionisio Pérez Lucendo, Presidente.
Pero la cumbre gloriosa de esta obra social cristiana fue la creación de la gran Cooperativa Olivarera, fundada, con las dificultades que pueden suponerse por el tesón sacerdotal y la hombría de don Domingo en octubre de 1934. Su título de Cooperativa Agrícola del Santísimo Cristo del Espíritu Santo -el patrono de Malagón, dice bien claramente cuál fue el espíritu de esta obra social y de sus iniciador, don Domingo, y el de los primeros fundadores Amador Merino, Zacarías Ferrer, Adrián García de Marina y Afrodisio Bravo, presididos por el referido Dionisio López Lucendo.
No era la misericordia de don Domingo simple conmoción de un ánimo sensible ante las calamidades del prójimo desgraciado. Se abría su corazón a comprensión y su boca a las palabras afectuosas, y se abría también su mano al socorro dadivoso y a la limosna, como corresponde a un párroco perfecto y cabal.
Don Domingo con una vida modesta en su hogar familiar y con una acertada administración de la herencia de su tío don Antonio – la fértil viña de la Espartosa – percibía cada año unos ingresos considerables. Y, sin embargo, ni subió jamás el tono de su vivir modesto y austero, ni aumentó su peculio apreciablemente.
En sus visitas a los enfermos pobres y en su trato preferente con los feligreses necesitados, estos y aquellos supieron de su caritativa generosidad y gozaron del positivo auxilio de sus limosnas.
El Asilo de los Ancianos Desamparados que existía ya desde el año 1917 en Malagón, y al cual siempre atendió con solícita diligencia auxiliando cuanto podía a las Hermanitas y teniendo su satisfacción en conversar con los ancianos que gozaban a su vez con el trato bondadoso y la conversación afable y sencilla del buen párroco, puede dar fehaciente testimonio de la caridad abnegada y eficaz de don Domingo.
La vida económica del bienhechor centro pasaba a menudo por estrecheces y apuros económicos angustiosos, a los que el generoso párroco, alma y gestor principal del patronato, tenía que hacer frente. Y como la administración y las necesidades de la casa no podían soportar el enorme retraso con la Hacienda satisfacía ordinariamente los menguados intereses del capital fundacional, era corriente que don Domingo saliese en auxilio de las necesidades del centro.
El autor de este artículo, Rvdo. Sr. Dr. D. Francisco del Campo Real, fue sucesor como párroco de Malagón (Ciudad Real) del siervo de Dios Domingo Chacón.
La vida ejemplar y la gran caridad de don Domingo, sin él pretenderlo, trascendía a sus feligreses todos y le ganó el aprecio, la simpatía y la veneración del pueblo, señaladamente de los menos adictos a la religión y al sacerdote, que son los que, extrañados del bien que realicen los curas, más se impresionan por sus acciones caritativas y generosas.
Buena prueba de ello fue la despedida que los elementos más avanzados de Malagón hubieron de hacer a don Domingo al salir en abril de 1936 para la Parroquia de Valdepeñas. Esperaba en la estación el momento de que llegara el tren cuando unos obreros, tildados de comunistas, se le acercaron muy comedidos al darse cuenta de su marcha y le dijeron:
“Señor Cura, ¿se va Vd. Por miedo? Puede usted continuar tranquilo entre nosotros que nada ha de sucederle ni nadie se ha de meter con usted. –Es el superior, dijo don Domingo a los emisarios de la Casa del Pueblo, el que me manda trasladarme a Valdepeñas. Voy por obedecer; no porque tenga miedo en Malagón.
Hay que decir que igualmente recibió en Valdepeñas seguridades de alguien al llegar pues también en Valdepeñas tenía sembrada de antiguo la buena semilla de acciones bienhechoras en los primeros años de su sacerdocio, junio de 1910, como capellán de los Hermanos Maristas, hasta que el año 1915 fue nombrado coadjutor de Manzanares, lo que no bastó para arrancarlo a la muerte.
El viernes de Dolores empezó en Valdepeñas su gestión parroquial que tan dolorosa iba a serle, verdadero calvario en el que consumaría su sacrificio unos meses después.
El día 24 de julio de 1936 fue detenido con sus coadjutores (D. José García Carpintero y D. Juan Pedro García Sotoca y Marqués) y sacristanes reunidos muy de mañana en la casa rectoral para estudiar la situación planteada por la orden recibida del señor alcalde con la prohibición de celebrar la Santa Misa, así como el mandato de cerrar las iglesias. Son conducidos detenidos a la delegación de policía donde son interrogados durante varias horas hasta ser trasladados, finalmente, el día 25 de julio, a la cárcel del partido, atravesando las calles de Valdepeñas los tres en medio de los mayores atropellos, escarnios, befas e insultos. Tras un mes de prisión sobrellevada con edificante paciencia y serenidad y dando pruebas de celo apostólico con sus compañeros sacerdotes y laicos a quienes confortó con los Sacramentos, ejercicios piadosos y acompañó en los trágicos momentos del martirio. La madrugada del 30 de agosto de 1936 en el Cementerio de Valdepeñas fue asesinado por ser sacerdote y párroco ejemplar.
El pasado día 4 de diciembre de 2017, en la Catedral Santa María del Prado de Ciudad Real [sobre estas líneas] tuvo lugar la celebración del acto de clausura de un grupo formado por los 100 mártires de Ciudad Real y entre ellos se encuentra el que fuera párroco de Malagón en los años 1925 al 1936: el siervo de Dios Domingo Chacón.
FRANCISCO DEL CAMPO REAL
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