Jueves, 21 de noviembre de 2024

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Vía Crucis con el Beato Anselmo Polanco

por Victor in vínculis


El pasado 7 de febrero celebrábamos la fiesta del beato Anselmo Polanco Fontecha, OSA. Se trata del Obispo de Teruel, el último obispo asesinado en los días de la persecución religiosa que asoló España en la decada de los años treinta. Como cada año Hispania Martyr acudió hasta el barranco de Can Tretze en la población gerundense de Pont de Molins para venerar el lugar martirial. Este año pudimos celebrar la Santa Misa. Antes, como la fecha suele coincidir con el inicio o cercanía de la Cuaresma, se recorre el camino que hicieron los mártires mientras se reza el Ejercicio piadoso del Vía Crucis, como vemos en la foto sobre estas líneas.

El próximo año se cumplirá el octogésimo aniversario del martirio del Obispo Polanco. Quiero dedicar este pequeño trabajo a la labor que durante décadas ha realizado Hispania Martyr  en pro de la veneración, defensa y promoción de los mártires de la persecución religiosa y de sus beatificaciones. El año que viene, Dios mediante, si les parece tendrán estos textos para rezar el viacrucis por el barranco donde derramaron su sangre los mártires de Pont de Molins.
 
VÍA CRUCIS con el BEATO ANSELMO POLANCO
 
PRIMERA ESTACIÓN
Jesús es condenado a muerte

V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según San Marcos 15,1213 y 15
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó: «¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?» Ellos gritaron de nuevo: «Crucifícalo». Y Pilato, queriendo complacer a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.

“A pesar de los temores que nos asaltan y que en realidad no carecen de fundamento, abrigamos la persuasión de que Dios, que no abandona a los que se apoyan en Él, ha de suplir la natural deficiencia acudiendo en auxilio de nuestra debilidad”.
(De su primera Pastoral, del 7 de octubre de 1935).

¡Señor, pequé; ten piedad y misericordia de mí!
 
SEGUNDA ESTACIÓN
Jesús con la cruz a cuestas

V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según San Marcos 15,20
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo.

“Que nada ni nadie separe a los que por voluntad divina debemos permanecer siempre unidos, sean cualesquiera los acontecimientos que ocurran, especialmente en las horas amargas de la tribulación”.
(De su primera Pastoral, del 7 de octubre de 1935).

¡Señor, pequé; ten piedad y misericordia de mí!
 
TERCERA ESTACIÓN
Jesús cae por primera vez

V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del profeta Isaías 53,5
Pero Él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre Él, sus cicatrices nos curaron.

“Hasta el ambiente malsano que en esta época de repugnante materialismo nos rodea, asfixiándonos; la inquietud y descontento de los espíritus que, después de ensayo inútiles y tristes desengaños, vuelven la mirada en torno suyo buscando un rayo de luz que los alumbre, una ráfaga de aire puro que los oree y tonifique…, todo contribuye a levantar el ánimo y a engendrar en él motivos de alegre confianza. Si, pues, al fijarnos en nuestra pequeñez experimentamos cierto decaimiento y nos sentimos abrumados por el peso de la carga, cuando reflexionamos que el poder y misericordia de Dios nos asisten… cobramos energías y nos atrevemos a concebir esperanzas halagüeñas”.
(De su primera Pastoral, del 7 de octubre de 1935).
¡Señor, pequé; ten piedad y misericordia de mí!
 
CUARTA ESTACIÓN
Jesús encuentra a su Madre

V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según San Lucas 2,34-35.51b
Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Éste ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción, y a ti misma una espada te traspasará el alma, para que se pongan de manifiesto los pensamientos de muchos corazones». Su madre conservaba todo esto en su corazón.

“Interceda con su poderoso valimiento, la Augusta Madre de Dios, María Inmaculada, que, al poner en esta tierra de promisión el Pilar sagrado [el beato Anselmo Polanco escribe estas líneas desde Zaragoza], significó su voluntad de ser Ella la base firme, sólida e inconmovible de la religión en nuestra Patria. Como leales súbditos suyos, nos colocamos bajo la protección y amparo de nuestra Reina y Señora”.
(De su primera Pastoral, del 7 de octubre de 1935).

¡Señor, pequé; ten piedad y misericordia de mí!
 
QUINTA ESTACIÓN
El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la cruz

V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según San Lucas 23, 26
Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene, que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás de Jesús.

“Varones eminentes en virtud y ciencia, activos y laboriosos [monseñor Polanco se refiere a los Obispos que le han precedido en la sede turolense], nos han legado un tesoro espléndido de aquellas riquezas que, en frase de la Escritura, ni puede destruir la polilla ni arrebatar los ladrones. Nos referimos a sus obras de celo apostólico, en los que trataremos de inspirar nuestro proceder y que han de servirnos de estímulo”.
(De su primera Pastoral, del 7 de octubre de 1935).

¡Señor, pequé; ten piedad y misericordia de mí!

SEXTA ESTACIÓN
La Verónica enjuga el rostro de Jesús

V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del libro de los Salmos 27,8-9
Oigo en mi corazón: «Buscad mi rostro». Tu rostro buscaré, Señor. No me escondas tu rostro. No rechaces con ira a tu siervo, que tú eres mi auxilio; no me deseches, no me abandones, Dios de mi salvación.

“Vivamos unánimes y concordes en santa paz, seamos perfectos perseverando en un mismo sentir y querer, amándonos los unos a los otros, orando juntos, gozando juntos, de manera que al final de la jornada arribemos todos al puerto”.
(De su primera Pastoral, del 7 de octubre de 1935).

¡Señor, pequé; ten piedad y misericordia de mí!
 

SÉPTIMA ESTACIÓN
Jesús cae por segunda vez

V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del libro de los Salmos 22, 8.12
Al verme se burlan de mí, hacen visajes, menean la cabeza. Pero tú, Señor, no te quedes lejos, que el peligro está cerca y nadie me socorre.

“No pocos sacerdotes  -se ignora todavía el número fijo- murieron mártires de la fe, otros se vieron precisados a huir para conservar la vida llegando a nuestra ciudad harapientos y maltrechos con el terror y el espanto pintados en el semblante, sin hábitos talares y privados de recursos… cabe aplicar a estos ministros del Señor lo que dice la Epístola a los Hebreos: sufrieron escarnios además de cadenas y cárceles…, cayeron a filo de espada, anduvieron girando de acá para allá…, desamparados, angustiados, maltrechos… Y todo ello ¡por el grave delito de ser representantes de un Dios de bondad y amor!”.
(De la Exhortación Pastoral, Domingo de Pasión, 14 de marzo de 1937).

¡Señor, pequé; ten piedad y misericordia de mí!
 
OCTAVA ESTACIÓN
Jesús encuentra a las mujeres de Jerusalén que lloran por él

V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según San Lucas 23, 27-28
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se golpeaban el pecho y lanzaban lamentos por él. Jesús se volvió hacia ellas y les dijo: «Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por vuestros hijos». 

“No seamos sordos a la voz que nos aterra para salvarnos, y sirvan los trastornos y las adversidades presentes de escarmiento y saludable advertencia que suscite en nosotros la firme resolución de vivir siempre como católicos prácticos y buenos españoles. Abandone el impío su camino y el inicuo sus designios, y conviértase al Señor, el cual se apiadará de él, y a nuestro Dios que es generosísimo en perdonar (Is 45, 7)”.
(De la Exhortación Pastoral, Domingo de Pasión, 14 de marzo de 1937).

¡Señor, pequé; ten piedad y misericordia de mí!
 
NOVENA ESTACIÓN
Jesús cae por tercera vez bajo el peso de la cruz

V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura de la segunda carta del apóstol San Pablo a los Corintios 5, 1415
Nos apremia el amor de Cristo, al considerar que, si uno murió por todos, todos murieron. Y Cristo murió por todos, para que los que viven, ya no vivan para sí, sino para el que murió y resucitó por ellos.

“Jesucristo, derramando su Sangre preciosísima y muriendo por los descendientes de Adán, mereció la salvación de todos los hombres; pero es menester, si ha de lograrse lo hecho, que esos méritos se apliquen a cada uno, lo cual depende en gran parte de los que gozamos del beneficio inmenso de la fe. ¡Cuántos hermanos nuestros yacen sumidos en las tinieblas de la infidelidad!... Y solo el que invocare el nombre del Señor será salvo”.
(En la revista Ecos de Redención, 15 de mayo de 1936).

¡Señor, pequé; ten piedad y misericordia de mí!
 
DÉCIMA ESTACIÓN
Jesús es despojado de sus vestiduras

V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del libro de los Salmos 22, 19
Se reparten mi ropa, echan a suerte mi túnica.

“Al anochecer [del 26 de enero de 1939] estaban nuevamente en marcha, pero a pie y bajo una lluvia torrencial, camino de San Juan de las Abadesas. Iba el Prelado, a oscuras, chapoteando entre barro, vestido de mala traza y en alpargatas. Cuatro veces dio de bruces en la carretera… y en esta lamentable figura, muerto de hambre, mojado hasta los huesos, hecho un eccehomo de barro, llegó con la expedición a San Juan de las Abadesas, donde nadie los esperaba, por lo que, entre que si se alojan aquí o los metemos allí, pasó una hora que los prisioneros aguantaron a pie firme bajo la furia de una aguacero imponente”.
(P. Luis Camblor, OSA. El Obispo-mártir de Teruel, pág.126).

¡Señor, pequé; ten piedad y misericordia de mí!
 
UNDÉCIMA ESTACIÓN
Jesús es clavado en la cruz

V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según San Juan 19, 16a.19
Entonces se lo entregó para que lo crucificaran. Y Pilato escribió un letrero y lo puso encima de la cruz; en él estaba escrito: «Jesús, el Nazareno, el rey de los judíos».

“De los nombres que la veneración y amor dieron al Obispo de Teruel… [sin duda, el de] Mártir de la Carta Colectiva, ese le cuadra bien; tan bien le cuadra, que por la Carta Colectiva sufrió, por ella no se liberó y por la Carta murió. Los otros firmantes la firmaron con tinta y a buen recaudo; él la firmó en Teruel, línea de fuego, ciudad en peligro, y la rubricó después con la sangre propia en la torrentera de Can Tretze”
(P. Amador del Fueyo, OSA. El Obispo de Teruel, pág.124).

¡Señor, pequé; ten piedad y misericordia de mí!
 
DUODÉCIMA ESTACIÓN
Jesús muere en la cruz

V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según San Lucas 23,46
Y Jesús, clamando con voz potente, dijo: «Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu». Y, dicho esto, expiró.

“La tarde triste y fría del 7 de febrero de 1939, las armas automáticas de los verdugos segaron aquellas vidas [la del Vicario General de Teruel, beato Felipe Ripoll, la del joven canónigo de Albarracín, Javier García Blasco, junto con 39 personas más]. Allí cayó el obispo Anselmo Polanco, coronando de este modo su fecunda existencia con una muerte gloriosa a los ojos de la fe… Se hizo digno del martirio. Y la Divina Providencia dejó obrar a los verdugos, para que una vida de medida colmada y repleta, se viese envuelta en su último destello por el rico manto de su propia sangre. Único sudario digno de un Obispo, santo en su vida y dos veces mártir en su cautiverio y en su muerte”.
(P. Luis Camblor, OSA. El Obispo-mártir de Teruel, pág.137138).

¡Señor, pequé; ten piedad y misericordia de mí!
 


DECIMOTERCERA ESTACIÓN
Jesús es bajado de la cruz y entregado a su Madre

V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según San Juan 19,26-27a.
Jesús, al ver a su madre y junto a ella al discípulo al que amaba, dijo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dijo al discípulo: «Ahí tienes a tu madre».

“Era devotísimo de la Virgen Madre de Dios… para Ella fueron los más íntimos homenajes, los más ardientes fervores del corazón. Con los hermanos de hábito cantaba sus alabanzas en el coro y le ofrecía con ellos una vida alegremente consagrada a su servicio. Con los años… él instintivamente buscaba el consuelo de la oración y el apoyo de la Excelsa Señora con fe ilimitada en su poder. Y, en los días de prueba… el padre Polanco, agobiado por el dolor, acudía a su Protectora, y rodeado de sus fieles, rezaba el Santo Rosario en medio del estruendo de las bombas… como lo haría más tarde en la soledad abrumadora de las cárceles de Valencia y Barcelona”.
(P. Luis Camblor, OSA. El Obispo-mártir de Teruel, págs. 77-78).

¡Señor, pequé; ten piedad y misericordia de mí!
 
DECIMOCUARTA ESTACIÓN
Jesús es colocado en el sepulcro

V/ Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R/ Porque con tu Santa Cruz redimiste al mundo.

Lectura del Evangelio según San Juan 19,39-40.
Llegó también Nicodemo, el que había ido a verlo de noche, y trajo unas cien libras de una mixtura de mirra y áloe. Tomaron el cuerpo de Jesús y lo envolvieron en los lienzos con los aromas, según se acostumbra a enterrar entre los judíos.

“Los forajidos para borrar, sin duda, las huellas de su espantoso crimen, apilaron leña sobre los cadáveres, previamente arrojados al cauce, los rociaron de gasolina y prendieron fuego… Once días permanecieron los sagrados restos en el fatídico barranco de Can Tretze, sin ser descubiertos, hasta que un pastor de las cercanías, llamado Pedro, dio con ellos casualmente el 17 del mismo mes de febrero. Dos días después fueron trasladados al cementerio de Pont de Molins”.
(P. Luis Camblor, OSA. El Obispo-mártir de Teruel, pág. 139).

¡Señor, pequé; ten piedad y misericordia de mí!
 

Por las intenciones del Papa: Padrenuestro, Avemaría, Gloria
Oración final del Vía Crucis:
Señor mío Jesucristo, que con tu Pasión y Muerte diste vida al mundo, líbranos de todas nuestras culpas y de toda inclinación al mal, concédenos vivir apegados a tus Mandamientos y jamás permitas que nos separemos de Ti.  Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
 
Oración
Oh Dios, que concediste al beato Anselmo, obispo, la gracia de ofrecer la vida por tu Iglesia, haz que, por su intercesión y ejemplo, fortalecidos en la fe, esperanza y caridad, comprometamos nuestra vida por la paz y la justicia. Por nuestro Señor Jesucristo.
 
Pequeña reseña
El BEATO ANSELMO POLANCO FONTECHA nació en Buenavista de Valdavia (Palencia, España) el 16 de abril de 1881. Entró en el convento agustino de Valladolid y allí emitió sus primeros votos en 1897. Pasó después a La Vid (Burgos) donde completó los estudios. Ordenado sacerdote el año 1904, en 1922 fue nombrado Prior de Valladolid, y en 1932 Provincial de la Provincia Agustiniana del Santísimo Nombre de Jesús de Filipinas. En todo momento se distinguió por su amor a la concordia, su delicadeza de espíritu y su atención a la observancia religiosa.
Siendo todavía Provincial, en 1935 fue nombrado obispo de Teruel. Cuando llegó a oídos de su madre que había sido nombrado obispo le dio un sabio consejo: “Tú que siempre fuiste buen hijo, sé ahora buen padre”.
Un año más tarde estallaría la guerra civil española que iba a convertir la pequeña ciudad de Teruel en uno de los puntos de lucha más cruenta. El pastor permaneció siempre al lado de sus ovejas prodigando consuelo y fortaleza.
El 8 de enero de 1938, el obispo Polanco, vestido con el hábito de agustino y acompañado por un grupo de sacerdotes diocesanos, se entregó al ejército republicano. Prisionero, soportó fuertes presiones para que retirara su firma de la carta del episcopado que denunciaba ante la opinión mundial la persecución que sufría la Iglesia en España. Junto con su Vicario General, Felipe Ripoll, sufrió el encarcelamiento durante trece meses. Pocos días antes de concluir la guerra, el 7 de febrero de 1939, fue asesinado en Pont de Molins (Gerona) cerca de la frontera francesa. El lema de su escudo episcopal se hizo realidad: “Me sacrificaré y me consumiré por vuestras almas”.
Fue beatificado por San Juan Pablo II el 1 de octubre de 1995.
 
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