Conocerlo y conocernos. Claves de salud mental.
Conocerlo y conocernos. Claves de salud mental.
por Duc in altum!
San Agustín nos presenta una oración abreviada que nos sirve como punto de partida para entrar en el contenido de nuestro ensayo de hoy : “Señor, enséñame a conocerte a ti y a conocerme a mí”. La pandemia nos hizo darnos cuenta de la importancia de la salud mental frente a cuadros de depresión y ansiedad que se dispararon como consecuencia de una cuarentena prologada a fin de reducir los contagios y evitar la saturación de los servicios de salud públicos y privados. Al repasar todo esto, se comprende con mayor claridad por qué el célebre obispo de Hipona hablaba, incluso antes de que lo hiciera la psicología moderna, sobre el valor del autoconocimiento. La vida espiritual no es un sustituto de la terapia profesional; sin embargo, claramente ayuda; especialmente, cuando el psicólogo la conoce, valora y vive. Todos, en mayor o menor medida, tenemos heridas, distintos aspectos que trabajar desde el acompañamiento (dirección espiritual) y la terapia. Obviamente, cuidando que ambas metodologías se valoren mutuamente a modo de complemento entre la acción humana y la participación del Espíritu Santo en cada uno.
No podremos crecer como católicos si no cuidamos de nuestra salud mental ya que está íntimamente relacionada con la vida interior. Por ello, la fe nos lleva a desarrollarnos de forma integral a partir del encuentro con Dios que es persona y que, al mismo tiempo, nos lanza hacia un viaje interior que nos permite descubrir o identificar cómo gestionar los pensamientos tóxicos y cualquier actitud que nos haga sufrir a causa de la mente que, parafraseando a Santa Teresa de Jesús, muchas veces, es “la loca de la casa”.
En medio de una sociedad secularizada, frecuentemente nos preguntamos ¿cómo presentar la fe para que sea significativa hoy? El hecho de que ahora se valore más la salud mental nos abre la posibilidad de relanzar el valor de la relación con Dios porque, la persona que la vive entra en un profundo proceso de humanización que sana las heridas y, por ende, favorece una actitud tan realista como positiva frente a los retos de cada día. La fe, por lo tanto, salva en dos sentidos: “El del más allá y el del más acá”, como suele decirse. En el primer caso, nos abre las puertas de la vida eterna y, en el segundo, nos permite comenzar, ya desde ahora, a disfrutar algo de lo que será esa nueva vida. Por eso, los santos fueron alegres y capaces de enfrentar todo tipo de dificultades.
En resumen, conocer a Dios, al vivir la experiencia de tratarlo, debe llevarnos a conocernos a nosotros mismos. Descubrir, desde dentro, esa dimensión que nos permite dialogar con él. Juan Pablo II decía que, el primer efecto de la oración, no era cambiar el exterior (aunque obviamente también lo incluía como un fruto de la misma) sino cualificarnos interiormente para gestionar mejor la realidad. Todo ello nos lleva a concluir que la fe no es una ideología, sino un camino con Jesús que nos va liberando de esos obstáculos interiores logrando así (por la fuerza de la gracia y de nuestro empeño) que seamos nuestra mejor versión.