Halloween: luz y tinieblas
Desde que el mundo es mundo, vivimos en una lucha entre el bien y el mal. Esa lucha se da en nuestro interior, pero también en nuestro exterior. Es una lucha entre seres visibles, pero también entre seres invisibles. Y todos nos vemos afectados por esta lucha. El mal siempre ha tomado formas ostentosas y estridentes. En todas las culturas aparece personificado en criaturas de la oscuridad: ogros, brujas, dragones, alimañas… La oscuridad misma es como una imagen del mal; aparece como algo amenazador, peligroso, inquietante.
El bien, por el contrario, aparece como algo sencillo, limpio, claro, brillante. Comparado con la oscuridad, aparece como impotente, ingenuo, débil. Las potencias del mal se abalanzan sobre las fuerzas del bien y parecen burlarse de ellas, odiarlas, desear aniquilarlas. El bien es insoportable para el mal. No lo aguanta, y trata de corromperlo o destruirlo. Pero el bien se mantiene, a veces simplemente como una luz que tilila en la oscuridad; se mantiene incólume, incontaminado, puro. Por densa que sea la oscuridad, aunque pueda nublar la luz, nunca puede apagarla. Finalmente es el mal el que se muestra impotente ante el bien, porque no puede alcanzarlo ni herirlo en su esencia, ni corromperlo.
Y como vemos en todos los mitos, historias y leyendas, el bien siempre acaba venciendo. Es una verdad que está enclavada en lo más hondo del corazón humano, y por eso surge de nuevo en cada novela, película o cuento. El triunfo del bien es inevitable. Por eso mismo, ¿qué tienen que ver las tinieblas con la luz? Si somos hijos de la luz, huyamos incluso de las apariencias de la oscuridad, de sus disfraces, de sus complicidades. No coqueteemos con el mundo de las tinieblas, sino mantengámonos en la luz. El mundo se rinde ante lo que teme. Por eso da culto un día al año al mal, a la oscuridad, a la muerte. Pero el bien no se rinde ante nadie, porque no teme nada. Por eso no necesita hacer lugar a las tinieblas.
La victoria está de parte del bien, que siempre acaba venciendo de un modo muchas veces inesperado, y a través de renuncias, dificultades y aparentes pérdidas. Pero siempre vence. Pongámonos, pues, definitivamente del lado del bien.