Sábado, 23 de noviembre de 2024

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Don Marcelo: hace 100 años

por Victor in vínculis

Desde el año 1999 el Colegio "Compañía de María" de Talavera de la Reina, y desde el año 2003 -tras nueva fundación- el Colegio de "Nuestra Señora" de Valdemoro (Madrid) publican la revista El Taller del Orfebre. Aparece durante los meses de Colegio (de octubre a junio) y se distribuye, sobre todo, entre las alumnas y sus padres para la formación católica.

https://www.colegiosons.es/taller

El propio Don Marcelo, como Arzobispo emérito de Toledo, nos impulsó con su palabra y con su ejemplo (la fundación de COPE Astorga y la de Radio Santa María de Toledo).

Por ello, hemos querido dedicarle, de forma extraordinaria, el número de este mes con motivo del centenario de su nacimiento.
 

https://www.cardenaldonmarcelo.es/taller_orfebre.pdf

En las páginas centrales, la Madre Lourdes Tafur Segura, Superiora de la Casa de Talavera, publica este artículo, que recogemos en el post de hoy.

Mañana, en la Catedral Primada se celebrará un funeral en memoria del que rigió durante 23 años la Sede Primada. La Eucaristía será a las 19h y estará precedida, también en el Templo Primado, por una conferencia a cargo del que fuera secretario particular de Don Marcelo, monseñor Santiago Calvo. La ponencia será a las 18h y llevará por título Don Marcelo de cerca.

Don Braulio, nuestro Arzobispo, se ha dirigido a todos los fieles de la archidiócesis a través de una carta circular en la que invita y agradece la presencia de todos los que puedan acudir en esta fecha tan señalada para la Archidiócesis de Toledo.
 


LOS AMIGOS DE VERDAD SON AMIGOS PARA SIEMPRE

Hace 20 años visitamos a Don Marcelo en Fuentes de Nava. Era arzobispo emérito de Toledo. La Congregación Mariana volvía de Covadonga y se acercó a ver al Cardenal a su residencia palentina. D. Jorge López Teulón y yo entramos en su casa a buscarle. Nos señaló un cuadro que tenía en la pared. Decía así: “los amigos de verdad son amigos para siempre”, escrito en catalán. Fuera esperaban las niñas y jóvenes, que nunca olvidarían aquella tarde, sentadas en la puerta de una casa de pueblo alrededor de su antiguo pastor, cantando las canciones de las peregrinaciones a Guadalupe y escuchando enseñanzas sobre la belleza de las grandes catedrales góticas.

Ciertamente los amigos de verdad son amigos para siempre. ¡Qué hermoso oírselo a Don Marcelo! Él, un coloso de las letras, distinguido con tantos títulos y premios, un gigante de la caridad creador de barrios para pobres, un Pastor celoso fiel a Jesucristo…. apreciaba y valoraba un sencillo gesto de amistad.

Es que Don Marcelo era un gran corazón. Amante apasionado de Cristo y de la Iglesia. Ponía el alma en su predicación. Con qué tiernos acentos decía: “Jesús, amado Jesús”.

Su mente clara y despejada le hizo entrever con lucidez lo que debía ser la aplicación del Concilio Vaticano II. No tuvo miedo a dificultades y afrentas. Quiso un seminario nuevo y libre porque él era un hombre libre capaz de oponerse a quien hiciese falta, lleno de fortaleza apoyada en su fidelidad a Cristo y a su Iglesia. Así se alejó de teorías innovadoras que experimentaban nuevos caminos al margen del Magisterio y de la liturgia de la Iglesia. Afianzó la formación y cultivó la vida espiritual de su clero. Trató a sus sacerdotes con cercanía, con humanidad, como un Padre. Nunca los retuvo para sí. Dejó marchar a quien la Iglesia necesitaba en otros lugares, a veces con gran sacrificio. Recuerdo a un sacerdote que narraba cómo al pedirle permiso para ir a misiones, Don Marcelo contestó, como hablando para sí: “¿otro, Señor, otro?” y luego se dirigió a él y le dijo: “puedes marchar, hijo mío”, mientras se le escapaba alguna lágrima.

Nuestra Orden le debe gran parte de su ser. Alentó la renovación de la vida religiosa según el Concilio. Gestionó en Roma todo lo que hizo falta. Nos siguió de cerca. Nos escuchó con solicitud. Así llegamos a la aparición de la Orden de Hijas de María Nuestra Señora, como rama independiente de la Compañía de María, en un retorno a las fuentes de santa Juana de Lestonnac. Siendo ya arzobispo emérito fuimos varias veces a verle. Nos animaba a fundar otra Casa. Lo esperaba con deseo. Amaba hondamente la vida consagrada y enardecía en el seguimiento de Cristo vivo.

 

En la tarea escolar también tuvimos mucho trato con él. Cuando acudíamos a las reuniones de profesores de religión nos repetía: “el profesor de religión es un enviado del obispo, por eso debe acudir cuando el obispo le convoca”. Quería seguir de cerca la tarea docente.

Gran catequista, disfrutaba preguntando la doctrina cristiana en las confirmaciones. De lo que preguntaba sacaba enseñanzas y así todo el mundo recibía una catequesis con ocasión de la administración del sacramento. Impulsó la catequesis cuanto pudo a todos los niveles.

Preocupado por los jóvenes y adolescentes, quiso también animar la pastoral de juventud creando equipos de sacerdotes para este fin. Peregrinaciones y encuentros, en la línea de las Jornadas Mundiales de la Juventud iniciadas por san Juan Pablo II fueron ocasiones de acercamiento a la fe de muchas personas.

Cuánto tenemos que agradecer a Don Marcelo. Lo que hoy es nuestra Orden, lo que hoy es el colegio “Compañía de María” y el colegio de Nuestra Señora en Valdemoro, lo que es la Diócesis de Toledo… hunde sus raíces en la entrega de este sencillo sacerdote y gran obispo. Su fuerte carácter castellano, templado en la oración, bajo al calor de la Virgen María a quien amaba entrañablemente, se enamoró de Jesucristo, el Verbo encarnado. Por ello fue capaz de seguir las huellas de los grandes santos.

Ahora, que celebramos el centenario de su nacimiento, confiados en su cercanía a Dios en el cielo, le pedimos que nos recuerde y que interceda por nosotros, porque, como él nos enseñó: “los amigos de verdad, son amigos para siempre”.

 

Aquel día presidió la Santa Misa en la iglesia de Fuentes de Nava para la Congregación Mariana de Talavera
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