Agustín Foxá escribió en 1938 «Madrid de corte a cheka»
Ninguna apostasía: corrigiendo al gran Foxá
Escribía JUAN VAN-HALEN, a principios de año para El Debate que
«Agustín de Foxá, conde de lo mismo como él decía, nació en 1906 y murió en 1959. Escritor multifacético: poeta, novelista, dramaturgo, articulista… La historia de la literatura no le ha hecho justicia por motivos extraliterarios. Son encomiables su obra teatral en verso Cui-Ping-Sing y su drama romántico Baile en Capitanía. En su literatura destaca Madrid, de Corte a checa, acaso la mejor novela de la guerra civil desde la perspectiva de los vencedores. Resulta fundamental su dedicación como escritor en periódicos. Él mismo sostenía que llegó a la Real Academia no por su novela, su poesía o su teatro sino por sus artículos. Lo cierto es que siguen reeditándose obras suyas.
Fue famoso el ingenio de Foxá en el «todo Madrid» de la época. De verbo afilado y demoledor se perdía por una frase que mereciese comentarse en un tiempo en que el ingenio contaba. Ahora el ingenio, desde el ámbito académico al parlamentario, suele estar ausente; habría que promover salvar el ingenio como otros promueven salvar las focas.
A los 24 años Foxá ya era diplomático. Destinado en Bulgaria, ya en la guerra apareció en la Salamanca cuartel general que era faro de la España sublevada, entre Laínes, Tovares, Ridruejos, Torrentes, el cuñadísimo, el hermanísimo, soldadesca, intrigas sordas o no tanto, moros, y el general Millán Astray atronando, pero no silenciando, a un don Miguel de Unamuno hecho a cincel. Un ingenio como el de Foxá brilló en aquel escenario».
Hace dos días Guillermo Villa Trueba escribía en la sección de Opinión de Religion en Libertad:
«Madrid de corte a cheka»: en el 65º aniversario luctuoso de Foxá - ReL (religionenlibertad.com)
Me parecen sublimemente claras las palabras con las que Villa Trueba termina su artículo:
«Atrevámonos, pues, de la mano de Agustín de Foxá, a quitar el velo que cubre el cadáver agusanado de la España guerracivilista y a mirarla en su repugnante esplendor como lo que realmente fue: una cruzada contra el terror rojo, sí, pero también una sangrienta pugna entre hermanos plagada de ocasiones para perder el cielo... Y para ganarlo».
Solo que este episodio no es real. Puesto que lo que hace Foxá es relatar en forma de novela lo ocurrido en el Madrid de la guerra y, por lo tanto, de la persecución religiosa... NO ES REAL. Más de uno me ha preguntado estos días que si ese relato extractado por el articulista es histórico y por lo tanto no podemos seguir afirmando que no hubo ninguna apostasía entre nuestros mártires.
Aquí el episodio de Foxá:
Algo satánico animaba a aquellos hombres. Parecían un caso colectivo de posesión diabólica. Tenían reflejos rojos en sus caras renegridas y una sonrisa feroz, casi con espuma de salivilla. Olían a sangre, a sudor, a alpargatas. El instinto del mal les daba agudeza. Y obreros ignorantes que jamás habían pisado el museo, sabían destruir los mejores lienzos, rasgar los Riberas más difíciles.
No eran ateos, sino herejes. No ignoraban a Dios, sino lo odiaban. Le decían al cura, tembloroso, junto al zanjón de la Casa de Vacas en la checa de la Casa de Campo: «Blasfema y te perdonamos la vida.
Entre tantos curas heroicos, aquél era una excepción. Tenía miedo. Dijo una irreverencia. Entonces le pegaron un tiro. Y comentaba el jefe, con una preocupación teológica: «Así seguro que va al infierno.
Una vez más gracias a José Manuel Ezpeleta obtenemos la respuesta: Agustín de Foxá escribió su famoso libro De Corte a Cheka tomando relatos y adaptándolos a su narración de lo que pasó en la guerra. Por lo tanto, no era un sacerdote o religioso, era un militar retirado.
Esta es la prueba [CG1531,P4,R20,Exp.20,L12]:
Al folio 5653 de la pieza principal, obra declaración prestada por doña Soledad de Oro García, con domicilio en la Casa de la Exposición de Ganados (Casa de Campo), en la que manifiesta: "Que desde hace veinte años ha vivido en la Casa de Campo donde su marido es guarda de la Asociación de Ganaderos. El mismo día de la rendición del Cuartel de la Montaña, unos grupos de milicianos llevaron a las cinco de la tarde, alrededor de dieciséis personas entre las que había oficiales, soldados y paisanos para fusilarlos. Eran todos personas de mediana edad. El primero de los que llevaron era un SUBOFICIAL DE ARTILLERÍA al que oyó la declarante protestar de que se le fusilara diciendo que venía de Vitoria a incorporarse a su Regimiento en Carabanchel y que nada tenía que ver con los sucesos. La que declara y su marido rogaron a los milicianos en el nombre de Dios que desistieran de su propósito, pero lejos de acceder a sus ruegos, ejecutaron su crimen entre insultos y blasfemias. El suboficial antes de morir llamó cobardes a sus asesinos y dirigiéndose a la dicente la dijo que deseaba la bendición de Dios para ella y sus hijos, puesto que su situación era irremediable».
Volvemos a recordar como nadie (escritores, historiadores, eclesiásticos...) ha desmentido la afirmación que en nuestra persecución religiosa y desde el estudio de décadas sobre los que alcanzaron la palma del martirio (canonizados, beatificados o no) NO HUBO NINGUNA APOSTASÍA NI ENTRE NUESTROS OBISPOS, SACERDOTES, RELIGIOSAS O RELIGIOSOS:
A los mártires españoles (Paul Claudel) - ReL (religionenlibertad.com)