Viernes, 27 de diciembre de 2024

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El mito de Pigmalión

El mito de Pigmalión

por Daniel Torres Cox

Publio Ovidio Nasón fue un poeta romano que nació en el año 43 a.C. De entre sus obras, destacan Las Metamorfosis, en cuyo libro X se encuentra el mito de Pigmalión. ¿Por qué es relevante este mito? Creo que, a pesar de no ser muy conocido, puede tener algunas implicancias interesantes para el mundo de la sexualidad.

El mito de Pigmalión

Ofendido por el comportamiento de las mujeres, Pigmalión había vivido célibe muchos años, oponiéndose a al idea de estar con alguna mujer. Enojado todavía con ellas, esculpió en marfil una figura tan real de una joven virgen que se enamoró de ella.

Tan real era la estatua que parecía moverse. Pigmalión la admiraba, le llevaba regalos, la besaba, la tocaba, y a veces se confundía y se apasionaba con tal fuerza que creía haberla lastimado. Pero no, era sólo piedra.

Un día, llegada la fiesta de Afrodita, Pigmalión se acercó tímidamente a su altar. Y no siendo capaz de pedirle por esposa a la “virgen de marfil”, le pidió una esposa “semejante” a ella. Afrodita accedió a su pedido. Y cuando Pigmalión volvió a su casa, al besar la estatua, la sintió un poco tibia. La tocó de nuevo, y el marfil se hizo carne y cobró vida.

El verdadero drama de Pigmalión

El mito termina aquí. Publio Ovidio no dice más de Pigmalión, y lo más “lógico” sería pensar que Pigmalión y su joven esposa fueron felices. Pero creo que si este mito hubiera sido real, el verdadero drama de Pigmalión hubiera estado por empezar.

Pigmalión se había alejado de las mujeres —de las reales, de carne y hueso—, ofendido por ellas. ¿Por qué preferir una estatua? Porque estaba hecha a su medida. Él la había esculpido como quería. La tocaba cuando quería. La besaba cuando quería. Le daba los regalos que él quería cuando él quería. Estaba con ella cuando él quería. La podía mirar como quería sin sentirse expuesto. Pigmalión estaba listo para una virgen de marfil, no para una esposa.

“Ahora no.” “Prefiero estar sola.” “Está lindo, pero, ¿no había otra cosa?” “No me parece gracioso.” “No me pasa nada, pero no me hables.” “¿Cómo que no puedo salir sola?” A diferencia de una persona real, una estatua no tiene sus tiempos, sus ideas, sus puntos de vista, sus propios gustos, sus preferencias. Es más fácil estar con una estatua que con alguien de verdad.

El síndrome de Pigmalión

Cuando uno googlea “síndrome de Pigmalión” o “efecto Pigmalión”, aparecen cosas relativas a cómo el querer con muchas ansias algo puede hacer que efectivamente suceda. Pero creo que se le podría dar otro significado, al menos para lo relativo al mundo de la sexualidad.

El síndrome de Pigmalión podría hacer referencia al hecho de tener un legítimo deseo de estar con alguien, pero sin estar dispuesto a asumir lo que implica una relación real. En este contexto, el centro está puesto en uno mismo, y no hay una auténtica apertura hacia la otra persona. Se ve a la otra persona exclusivamente como alguien que le puede hacer bien a uno, sin estar uno mismo dispuesto a buscar el bien para ella. “Quiero” a la otra persona en la medida que me hace bien.

Pero creo también que este síndrome podría plantearse en un plano más físico. Se podría aplicar a quienes consumen pornografía, prostitución, o alguna otra alternativa facilitada por el entorno tecnológico actual. Lo que pasa en la pornografía o en el marco de la prostitución no es real. Uno mismo tiene todo el control. Pasa lo que yo quiero, cuando quiero, como quiero. El otro no es visto como una persona, sino como un objeto, algo parecido a esa estatua de marfil que Pigmalión podía contemplar y tocar sin sentirse expuesto. Pero el desfasaje se siente tarde o temprano, especialmente cuando alguien habituado a este tipo de encuentros quiere de pronto tener algo “de verdad”.

Artículo publicado en AmaFuerte.com.

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