Esperanza o ilusión
¿RIP para la Teología de la Liberación?
por Marcelo González
El punto es si esta bienintencionada inhumación no será algo prematura. En definitiva, los hispanoamericanos ¿podemos descansar en paz sabiendo que la Teología de la Liberación “descansa en paz”?
Categoricamente hemos de responder: no. Es necesario recordar la naturaleza evolutiva de estas doctrinas que, como hijas del marxismo, el evolucionismo, el relativismo, etc. no paran en unos preceptos doctrinales “ortodoxos”, es decir, no construyen su propia ortodoxia, sino que van cambiando de forma, por diversos motivos: el capricho o las circunstancias de sus cultores, la necesidad de escapar a la vigilancia romana, los diversos campos de trabajo que encuentran a su paso.
Así, el recientemente fallecido teólogo uruguayo Methol Ferré se mantuvo siempre en las estructuras eclesiásticas recibiendo los honores del alto clero. De hecho no ha mucho el Cardenal Primano de la Argentina presentó un libro suyo en un foro de alta significación católica, pese a que entre otras cosas Methol Ferré defendía la homosexualidad. Su reciente muerte fue lamentada inclusive por gente de las “derechas” hispanoamericanas, seducidos por su prédica de “la Patria Grande”, ideal por cierto noble, aunque discutible bajo el signo de una doctrina socialista de tinte cristiano.
Otros doctrinarios como Gustavo Gutiérrez, peruano, fueron hombres de excelente formación teológica. ¿Los llevaría a la perplejidad saber que uno de sus primeros libros fue prologado por Mons. Lefebvre? Claro, todavía no había derivado en padre espiritual de la teología liberacionista.
Juan Luis Segundo, uruguayo, prolijamente refutado por el jesuita Horacio Bojorge en su libro “Teologías Deicidas” tuvo una posición borderline con implicancias claramente heréticas. Han sido gestores, aunque menos conocidos, de figuras más payasescas como el brasileño Leonardo Boff, hoy gran sacerdote ecológico de la madre Gea... o el socialista Frei Betto.
Así, para no abundar, encontramos la simiente (iba a decir metástasis) de la Teología de la Liberación en mil “doctrinarios” que en el fondo, y no tan en el fondo, son apenas agitadores con gran apoyo mediático y de organismos internacionales, por no decir de la estructura eclesiástica misma.
No todos levantan la bandera de Cristo con el fusil, aunque probablemente sean el fermento de una revolución social, que no está lejos de ser armada, de carácter místico, como lo fue en los ‘70 la impulsada por Ernesto Cardenal, el cura guerrillero Camilo Torres, o los innumerables sacerdotes que dieron apoyo a las guerrillas chilena, argentina y uruguaya.
Los que hemos vivido en el vientre del monstruo porque ellos atracaron nuestras parroquias y nos expulsaron de ellas después de un inútil intento de cooptación, los conocemos bien. Muchos hoy son obispos, los que han sabido disimular sus verdaderas ideas bajo una retórica de moderación democrática.
Hoy están detrás del levantamiento indigenista “mapuche” en la Argentina y Chile, un fantasma agitado desde Europa, con fondos de multimillonarios “defensores del ambiente”. Están en las favelas y en la villas de emergencia. Hacen fermento de las masas mangoneadas por los gobiernos populistas marxistas financiados por el chavismo.
Y están en los claustros universitarios, donde la pulcritud social disimula sus fervorosos anhelos revolucionarios. Es historia conocida ya en la en la Francia de Luis XVI y en la Rusia de Nicolás II: la revolución fue organizada y sostenida por la burguesía intelectual, la intelligentsia.
Enhorabuena la renovada condena pontificia. Pero, a no engañarse, a ellos no les interesa lo que diga el Papa. Estamos demasiado lejos de Roma... y demasiado cerca de Chávez...