Carolina Morales, madre coraje en Medellín
por Nobleza obliga
Escribo esta columna con el corazón arrugado, con la mente llena de por qués y a la vez con el alma serena al percibir, desde la lejanía, tanta fortaleza y solidaridad. Escribo esta columna conmovida, muy conmovida.
Conocí a Carolina Morales Vicaria en 1994 en Medellín, Colombia, su tierra natal y la ciudad donde yo crecí. Pertenecimos por un tiempo al club Interact, que es la rama adolescente del club Rotary International. Pronto nos hicimos amigas y la inquietud social fue un lazo común en varios momentos. Al entrar a la universidad, ella para estudiar Ingeniería Química y yo Periodismo, dejamos de frecuentarnos. La vida es así, a uno se lo va tragando el ritmo del estudio y los nuevos rumbos que cada quien va tomando.
En 2011 y gracias a Facebook retomamos el contacto, seis años después de que yo hubiera salido del país. Ella se casó con Carlos David Salazar hace tres años, ambos quisieron que su matrimonio estuviera abierto a la vida y el año pasado Dios bendijo ese deseo con el nacimiento de las gemelas María Elisa y María Camila. Y a principios de este año Carolina me escribió por última vez para darme una muy grata noticia: “Ahora a finales de septiembre seremos seis, pues ¡oh sorpresa! estoy en embarazo y de nuevo de gemelos. Ora por toda la familia pues es una bendición grande, pero no dejará de ser un gran reto criar a cuatro bebés menores de dos años (se llevarán 18 meses)”.
Pero pasado el 21 de septiembre mi madre me llamó desde Colombia a contarme que el desenlace de aquel parto había sido otro: Carolina había muerto después de la cesárea por un extraño fenómeno que ocurre en siete de cada cien mil embarazos. Las dos recién nacidas Alejandra y Laura, gracias a Dios estaban bien.
Es difícil comprender que estas cuatro creaturas de menos de dos años ya no tienen una mamá en la tierra. Ahí es donde vienen los por qués y quizás nuestras mentes pobres no hallen muchas respuestas.
Sin embargo, cada vez que hablo con algún amigo en Colombia me doy cuenta de cómo Carolina desde el cielo, y su esposo e sus hijas desde la tierra, han movido muchos corazones, quizás algunos endurecidos por el egoísmo. Han puesto a rezar a muchos creyentes (¡y escépticos!). Han generado una cadena de solidaridad que trasciende fronteras: Desde donaciones generosas de dinero hasta personas que se han ofrecido a cuidar a las cuatro pequeñas, a servir como mamás canguro de las dos recién nacidas e incluso a amamantarlas porque, aunque técnicamente “ese no es su problema”, no les da el corazón para permanecer indiferentes. Ahí vemos los primeros frutos del sacrificio de Carolina.
Carolina pertenecía desde hace 10 años al movimiento Ciudad Oración que busca estudiar ética, valores y doctrina de la Iglesia y daba clase de catecismo una vez por semana en su casa. Su esposo Carlos David, miembro también de este movimiento, la recuerda como una mujer que “amaba la profundamente la eucaristía y cantaba con toda el alma, y aunque el canto no era uno de sus talentos no dejaba de hacerlo (para Dios debía ser una serenata)”.
Ella, antes de tener a su primer par de gemelas trabajaba como ingeniera química. Ejerció su profesión de manera muy destacada en diferentes empresas, pero actualmente, según cuenta su esposo “tenía el mejor trabajo del mundo, el que más disfrutaba y el que más satisfacciones le traía: ser mamá de tiempo completo”.
El día 20 de septiembre Carolina, después de dar a luz y de tener en sus brazos a sus dos hijitas, perdió los signos vitales. Los médicos, ese “grupo de ángeles”, como lo llamó Carlos, buscaron reanimarla por doce horas. Ella recibió 40 unidades de sangre. Se hizo lo que humanamente se pudo, pero Dios tenía para ella otros planes: Sabios en sus designios aunque incomprensibles para muchos de nosotros aquí en la tierra: Llevársela para que desde el cielo pudiera interceder por las cuatro vidas que dio en su paso por la tierra.
Carlos está asumiendo con una fe ejemplar la muerte temprana de su esposa a quien le habían advertido desde el inicio del embarazo que era de alto riesgo, por ser tan cercano al anterior. Le preguntaron si deseaba continuarlo, pero para Carolina no había otra opción. "Caro se soñaba con sus niñas", me contaba Carlos. “Hoy ella no está físicamente, pero tengo cuatro pedacitos de ella así que tengo una gran alegría”, dice.
Quizás las oraciones de tantos (¡y tantos!) son los que le están dando a Carlos la gracia para seguir de pie. Como escribió un día en su twitter el Papa Francisco “Dios le da las batallas más difíciles a sus mejores soldados”.
Descansa en paz querida Carolina. Mujer valiente que has muerto para dar la vida. Gracias por tu testimonio, por mover tantos corazones. Desde el cielo cuidas a tus cuatro ángeles y en la tierra honraremos la memoria quienes aprendimos tanto y tanto de ti.
Para ayudar a la familia Salazar Morales haz click aquí.
https://www.gofundme.com/help-carlos-and-his-4-baby-girls
Para ayudar a la familia Salazar Morales haz click aquí.
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Conocí a Carolina Morales Vicaria en 1994 en Medellín, Colombia, su tierra natal y la ciudad donde yo crecí. Pertenecimos por un tiempo al club Interact, que es la rama adolescente del club Rotary International. Pronto nos hicimos amigas y la inquietud social fue un lazo común en varios momentos. Al entrar a la universidad, ella para estudiar Ingeniería Química y yo Periodismo, dejamos de frecuentarnos. La vida es así, a uno se lo va tragando el ritmo del estudio y los nuevos rumbos que cada quien va tomando.
En 2011 y gracias a Facebook retomamos el contacto, seis años después de que yo hubiera salido del país. Ella se casó con Carlos David Salazar hace tres años, ambos quisieron que su matrimonio estuviera abierto a la vida y el año pasado Dios bendijo ese deseo con el nacimiento de las gemelas María Elisa y María Camila. Y a principios de este año Carolina me escribió por última vez para darme una muy grata noticia: “Ahora a finales de septiembre seremos seis, pues ¡oh sorpresa! estoy en embarazo y de nuevo de gemelos. Ora por toda la familia pues es una bendición grande, pero no dejará de ser un gran reto criar a cuatro bebés menores de dos años (se llevarán 18 meses)”.
Pero pasado el 21 de septiembre mi madre me llamó desde Colombia a contarme que el desenlace de aquel parto había sido otro: Carolina había muerto después de la cesárea por un extraño fenómeno que ocurre en siete de cada cien mil embarazos. Las dos recién nacidas Alejandra y Laura, gracias a Dios estaban bien.
Es difícil comprender que estas cuatro creaturas de menos de dos años ya no tienen una mamá en la tierra. Ahí es donde vienen los por qués y quizás nuestras mentes pobres no hallen muchas respuestas.
Sin embargo, cada vez que hablo con algún amigo en Colombia me doy cuenta de cómo Carolina desde el cielo, y su esposo e sus hijas desde la tierra, han movido muchos corazones, quizás algunos endurecidos por el egoísmo. Han puesto a rezar a muchos creyentes (¡y escépticos!). Han generado una cadena de solidaridad que trasciende fronteras: Desde donaciones generosas de dinero hasta personas que se han ofrecido a cuidar a las cuatro pequeñas, a servir como mamás canguro de las dos recién nacidas e incluso a amamantarlas porque, aunque técnicamente “ese no es su problema”, no les da el corazón para permanecer indiferentes. Ahí vemos los primeros frutos del sacrificio de Carolina.
Carolina pertenecía desde hace 10 años al movimiento Ciudad Oración que busca estudiar ética, valores y doctrina de la Iglesia y daba clase de catecismo una vez por semana en su casa. Su esposo Carlos David, miembro también de este movimiento, la recuerda como una mujer que “amaba la profundamente la eucaristía y cantaba con toda el alma, y aunque el canto no era uno de sus talentos no dejaba de hacerlo (para Dios debía ser una serenata)”.
Ella, antes de tener a su primer par de gemelas trabajaba como ingeniera química. Ejerció su profesión de manera muy destacada en diferentes empresas, pero actualmente, según cuenta su esposo “tenía el mejor trabajo del mundo, el que más disfrutaba y el que más satisfacciones le traía: ser mamá de tiempo completo”.
El día 20 de septiembre Carolina, después de dar a luz y de tener en sus brazos a sus dos hijitas, perdió los signos vitales. Los médicos, ese “grupo de ángeles”, como lo llamó Carlos, buscaron reanimarla por doce horas. Ella recibió 40 unidades de sangre. Se hizo lo que humanamente se pudo, pero Dios tenía para ella otros planes: Sabios en sus designios aunque incomprensibles para muchos de nosotros aquí en la tierra: Llevársela para que desde el cielo pudiera interceder por las cuatro vidas que dio en su paso por la tierra.
Carlos está asumiendo con una fe ejemplar la muerte temprana de su esposa a quien le habían advertido desde el inicio del embarazo que era de alto riesgo, por ser tan cercano al anterior. Le preguntaron si deseaba continuarlo, pero para Carolina no había otra opción. "Caro se soñaba con sus niñas", me contaba Carlos. “Hoy ella no está físicamente, pero tengo cuatro pedacitos de ella así que tengo una gran alegría”, dice.
Quizás las oraciones de tantos (¡y tantos!) son los que le están dando a Carlos la gracia para seguir de pie. Como escribió un día en su twitter el Papa Francisco “Dios le da las batallas más difíciles a sus mejores soldados”.
Descansa en paz querida Carolina. Mujer valiente que has muerto para dar la vida. Gracias por tu testimonio, por mover tantos corazones. Desde el cielo cuidas a tus cuatro ángeles y en la tierra honraremos la memoria quienes aprendimos tanto y tanto de ti.
Para ayudar a la familia Salazar Morales haz click aquí.
https://www.gofundme.com/help-carlos-and-his-4-baby-girls
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