Voltaire y Azaña volvieron a la fe católica
Voltaire y Azaña volvieron a la fe católica
Voltaire y Azaña volvieron a la fe católica
La May6oría se quedaron con la historia de unas vidas consagradas a perseguir ideológicamente la fe católica.
Voltaire, como comenta Alberto Barcena (cfr. Iglesia y Masonería, pág. 64), era el sumo sacerdote de los filósofos de la época comprometidos en la implantación de una sociedad sin Dios. Se había iniciado en una de las principales logias masónicas de Francia, la llamada De Los nueve Hermanos. A esta misma Logia perteneció Benjamín Franklin.
Volteare era un militante furibundo contra la fe cristiana. De él son estas palabras que resumen todo un programa de actuación: Aplastad al infame. Para él y sus secuaces ese infame es Cristo. Se aparta radicalmente de Dios para adorar a otros dioses que van apareciendo en sus elucubraciones filosóficas. El y los suyos maquinan implacablemente contra la Iglesia. Su dios es un ser supremo indeterminado que puede ser el mismo Lucifer, o uno mismo. Es la personificación del odio contra el Dios de los cristianos. Su actitud y pensamiento ya no es racional, se sale de los moldes de una inteligencia humana que toma unas derivas irracionales, en nombre del racionalismo llevado hasta el extremo. Y esto es lo que enseñaba, y todavía lo hace, la Masonería que vivió Voltaire.
Es muy importante señalar, y esto no lo saben muchos, que Voltaire abandonó la masonería (como afirma Barcena) y murió cristianamente, confesando y pidiendo perdón a Dios y a la Iglesia por escrito de todas las aberraciones y pecados que había cometido por el odio en el que se había desenvuelto.
Algo parecido ocurrió con Manuel Azaña, aquel que con soberbia dijo en las Corte Españolas que España había dejado de ser católica. Muchos se quedan con el Azaña político de toda la vida, y lo han enarbolado como bandera de guerra contra la fe cristiana. Los Masones le pagaban su residencia en París. Estaba ya muy deteriorado. Ambos personajes iban de la mano en ese correr hacia la nada. Ambos personajes influyeron decididamente en la generación primera de los republicanos españoles.
El obispo de Montauban, monseñor Pierre-Marie Théas, se acercó a Azaña en su residencia parisina y habló con él en octubre de 1940. Ya estaba muy enfermo. Le pregunto el Prelado: ¿Desea usted el perdón de sus pecados? Y respondió con firmeza: Sí. Y más adelante el obispo declararía que recibió con firmeza y plena lucidez el sacramento de la penitencia, que el ismo le administró. Cogió después el crucifijo que el obispo tenía en sus manos, lo acercó a sus labios, y lo besó amorosamente por tres veces y exclamó: ¡Jesús, piedad y misericordia! Azaña había sido siempre un hombre de fe, pero los vaivenes de la vida política e intelectual le habían llevado por otros derroteros. Antes de morir recibió devotamente la extremaunción. En el libro La Iglesia y la Masonería, se cita la página Web en la que se puede leer detenidamente los pormenores de la conversión de Azaña (www.caminocatólico.org).
Dios siempre nos espera al final del camino, pero también se hace el encontradizo muy a menudo a lo largo de la vida. Sería una insensatez no aprovechar el tiempo que ahora tenemos. Dios quiere disfrutar con nosotros a lo largo de la vida.
Juan García Inza