Sábado, 02 de noviembre de 2024

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"Diario", de Faustina Kowalska

"Diario", de Faustina Kowalska

por Guillermo Urbizu



"Que tu compasión se apresure a alcanzarnos,
pues estamos agotados".
(Salmo 79)

El Diario de la polaca Faustina Kowalska (19051938) es un continuo descubrimiento. Desde luego de orden espiritual principalmente, pero también tiene una dimensión práctica y literaria nada desdeñables. El “sentido común” de Cristo resulta cautivador, al igual que su dulzura, su genuino respeto a la libertad del hombre, sus llamadas de atención y su pasión por lo que nos apasiona (siempre y cuando el alma no se nos salga de quicio). En estas páginas el lector queda fascinado por la ternura de Dios y la manera que tiene de decir su Amor, pero también queda atrapado por la abrumadora sencillez de Faustina.

En Faustina estamos representados todos. De una u otra forma. Tantas veces el desánimo, la debilidad, la duda, el sufrimiento, la soledad, la injusticia… Y el Maestro que siempre nos sale al encuentro. Otra cosa es que queramos saber más de Él y repetir con Pedro: “Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo”. O pensemos que son simples fantasías y que no merece la pena perder el tiempo en el alma, o que estas historias son todas iguales: elucubraciones de curas y monjas. En este Diario Cristo es una constante alusión al lector. Con palabras muy concretas. Y con hechos. No se queda todo exclusivamente en una constatación pía de Faustina, en una nebulosa de buenos y religiosos sentimientos. Para nada. Jesús es una presencia física, resucitada, alguien que me habla a mí, que estoy leyendo.

Pocas veces un libro puede resultar tan vivo. Pocas veces atisbamos tan de cerca, en un libro, la intimidad de Cristo, y su humanidad. Tan directamente. De acuerdo, podemos citar los inspirados escritos de Ana Catalina Emmerick o María Valtorta, o remontarnos a los de Teresa de Jesús o María Jesús de Agreda. Pero el Diario de Faustina Kowalska además de ser la manifestación y la providencia de la misericordia divina para cada persona, es como si fuera la “reflexión” de Dios sobre el lento y contumaz suicidio espiritual y moral que es nuestra historia contemporánea. Es la conversación de Jesús de Nazareth con nuestro presente, con cada uno: año 2009, siglo XXI. ¿Sólo crisis económica? Seguimos obtusos. Hay una suerte de locura frenética que se extiende por todo el mundo. Materialista, hedonista, nacionalista, terrorista… El odio es un signo, como lo es la pobreza y la manipulación de la vida, y la violencia, y el egoísmo cerril, y la mentira. Algo habrá que cambiar para no seguir por estos derroteros dramáticos de insatisfacción, de infelicidad, de desamor, de desidia. De angustia universal. ¿Saldrá el remedio de Naciones Unidas, de los Estados Unidos de América, de la revitalización económica, del culto a la tecnología? ¿Dónde está la esperanza real del hombre? ¿Dónde su paz?

Vilna, 1934: “La humanidad no conseguirá la paz hasta que no se dirija con confianza a Mi misericordia”. Hasta entonces -y esto lo digo yo- deambularemos entre la nostalgia y la tristeza. Entre la pesadumbre y la soberbia. Como mucho pensaremos que la religión es -como ironizaba Lichtenberg- cosa de los domingos o un consuelo para los malos ratos. Otros seguirán pensando que Dios es un sobrenatural incordio, o parte del inconsciente, o un narcótico, o el enemigo a batir para el progreso humano. En 1938 Jesucristo le hace a Faustina un claro diagnóstico que nos afecta a todos: “Hay almas en las cuales no puedo hacer nada; son las almas que investigan continuamente a los demás sin ver lo que pasa en su propio interior (…) Pobres almas, no oyen Mis palabras, quedan vacías en su interior, no Me buscan dentro de sus corazones sino en las habladurías donde Yo nunca estoy. Sienten su vacío, pero no reconocen su culpa, y las almas en las cuales Yo reino con plenitud son su continuo remordimiento de conciencia”.

En ocasiones el Diario cuesta leerlo. Tal es su fuerza y su muy personal interpelación. Porque preferimos vivir tantas veces donde no está Dios. Y cuesta volver, reconocer nuestra deslealtad y escarnio. Acostumbrados como estamos al sucedáneo de la felicidad en el que se ha convertido nuestra vida. ¿Es la felicidad el dinero, el sexo, el poder, la fama o la pereza? ¿Puede haber satisfacción fuera de Dios? Nos empeñamos en vivir como huérfanos de la alegría, en destrozarnos el alma a base de mentiras. De ahí éste especial querer de Dios: Su misericordia. Nos conoce muy bien. Faustina va pasando a un segundo plano según avanza la lectura. Y nosotros con ella. El protagonista es Cristo resucitado. Porque el verdadero autor de este Diario es Dios. Insiste una y otra vez: "No tengas miedo de nada, Yo estoy siempre contigo".
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