Cuando en el ser humano manda el odio
Cuando en el ser humano manda el odio
Cuando el ser humano pierde la cabeza y el corazón
Estuve por tercera vez en Polonia compartiendo la fe de un pueblo que ha sabido sufrir con audacia la barbarie del odio y la violencia en tiempos pasados. Visité una vez más el Campo de Auschwitz-Birkenau. Y a pesar de no ser la primera vez que revives la trágica historia que tuvo como escenario este lugar, te impresiona, te indigna, te retuerce tu conciencia cristiana y piensas: -¿Cómo pudo suceder esta barbarie en pleno siglo XX?
Pues sí, sucedió. Fueron eliminados millones de personas al dictado de una ideología inhumana. Judíos, gitanos, religiosos católicos, niños inocentes, ancianos venerables… ¡Había que limpiar de “indeseables” la Europa de los nazis. Y la naturaleza humana, para los verdugos, perdió la dignidad. No tienen derecho a vivir los que no piensan como yo, los que me estorban, los que me caen mal, los indeseables, los enfermos, los ancianos improductivos, y hasta los niños inocentes se convirtieron en “combustible” para los hornos crematorios, o en producto para las fábricas de productos de cosmética.
Y mientras recorría aquellos pabellones-almacenes de esqueletos vivientes, y veía los recuerdos de tantas víctimas de lo inconcebible, yo pensaba que eso mismo, mucho más sofisticado, está sucediendo hoy. Y estoy pensando en los campos de exterminio de países del tercer mundo, la masacre árabe contra los cristianos de algunos lugares de África y Asia, la inhumana eliminación de niños no nacidos en los abortorios de cualquier parte del mundo, la violencia de género y familiar, etc. ¿Qué vale el ser humano? Para muchos nada. Hoy los campos de exterminio son abiertos, y se pueden encontrar en ambientes infectados de barbarie en cualquier lugar del mundo, tal vez cerca de tu casa.
Hay que recordar una y mil veces que la ideología nunca debe estar por encima de la dignidad humana. La vida del ser humano es sagrada. Hay que clausurar todos los “campos”, en cualquier lugar y ambiente, que atente contra la criatura más importante que un día el Creador puso en la tierra. No podemos permitir que el fariseísmo que infesta al hombre de hoy, a muchos hombres de hoy, trate de condenar por un lado lo que está fomentando por otro. Lo que ocurrió, y sigue ocurriendo, no se debe repetir jamás. Para ello hay de desterrar el odio de nuestros corazones.
Juan García Inza
Estuve por tercera vez en Polonia compartiendo la fe de un pueblo que ha sabido sufrir con audacia la barbarie del odio y la violencia en tiempos pasados. Visité una vez más el Campo de Auschwitz-Birkenau. Y a pesar de no ser la primera vez que revives la trágica historia que tuvo como escenario este lugar, te impresiona, te indigna, te retuerce tu conciencia cristiana y piensas: -¿Cómo pudo suceder esta barbarie en pleno siglo XX?
Pues sí, sucedió. Fueron eliminados millones de personas al dictado de una ideología inhumana. Judíos, gitanos, religiosos católicos, niños inocentes, ancianos venerables… ¡Había que limpiar de “indeseables” la Europa de los nazis. Y la naturaleza humana, para los verdugos, perdió la dignidad. No tienen derecho a vivir los que no piensan como yo, los que me estorban, los que me caen mal, los indeseables, los enfermos, los ancianos improductivos, y hasta los niños inocentes se convirtieron en “combustible” para los hornos crematorios, o en producto para las fábricas de productos de cosmética.
Y mientras recorría aquellos pabellones-almacenes de esqueletos vivientes, y veía los recuerdos de tantas víctimas de lo inconcebible, yo pensaba que eso mismo, mucho más sofisticado, está sucediendo hoy. Y estoy pensando en los campos de exterminio de países del tercer mundo, la masacre árabe contra los cristianos de algunos lugares de África y Asia, la inhumana eliminación de niños no nacidos en los abortorios de cualquier parte del mundo, la violencia de género y familiar, etc. ¿Qué vale el ser humano? Para muchos nada. Hoy los campos de exterminio son abiertos, y se pueden encontrar en ambientes infectados de barbarie en cualquier lugar del mundo, tal vez cerca de tu casa.
Hay que recordar una y mil veces que la ideología nunca debe estar por encima de la dignidad humana. La vida del ser humano es sagrada. Hay que clausurar todos los “campos”, en cualquier lugar y ambiente, que atente contra la criatura más importante que un día el Creador puso en la tierra. No podemos permitir que el fariseísmo que infesta al hombre de hoy, a muchos hombres de hoy, trate de condenar por un lado lo que está fomentando por otro. Lo que ocurrió, y sigue ocurriendo, no se debe repetir jamás. Para ello hay de desterrar el odio de nuestros corazones.
Juan García Inza
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