Un bien social
Los que tienen todo, y no a ti,
Señor, se ríen de aquellos
que no tienen nada sino a ti.
-Rabindranath Tagore-
Era un niño, un niño ya mayor, pero aún niño, que quería conocer a Dios. Él sabía que era un largo viaje llegar hasta donde Dios vivía, por eso se pertrechó de bocadillos y botellas de batidos y comenzó su viaje.
Cuando estaba cansado de andar llegó a un parque y se sentó a descansar en un banco donde estaba una señora ya mayor, ancianita, mirando unas palomas.
El niño abre su mochila para tomar un trago de batido, cuando observó que la ancianita parecía hambrienta. La miró, sonrió y le ofreció un bocadillo. Ella, agradecida, lo aceptó y le sonrió.
Su sonrisa cautivó al niño que, para volver a verla sonreír, le ofreció un batido. Otra vez, ella aceptó y sonrió. El niño estaba embelesado con la sonrisa.
Permanecieron sentados allí toda la tarde, aunque nunca se dijeron ni una palabra. Al caer la tarde el niño se levantó para marcharse, pero antes se despidió de la viejecita con un abrazo. Ella le ofreció su sonrisa más amplia.
Cuando el niño abrió la puerta de su casa, su madre quedó sor- prendida por la alegría que reflejaba el rostro de su hijo:
─ ¿Qué hiciste hoy que te puso tan contento?
─ Almorcé con Dios, respondió el niño.
Y antes de que su madre pudiese responder, añadió: ¿Y sabes qué? No creía que Dios fuese tan mayor, pero es que ella tiene la sonrisa más divina que he visto.
Por su parte, la ancianita, también radiante de felicidad, regresó a su casa. Su hija, al abrirle la puerta, quedó impresionada con el reflejo de paz que irradiaba su rostro.
─¿Qué hiciste hoy que te puso tan contenta? Le preguntó.
─Es que, respondió la mujer, comí bocadillos con Dios en el parque.
La hija quedó perpleja y antes de que pudiera articular palabra su madre le dijo: ¿Sabes?, es mucho más joven de lo que pensaba.
Cuando un cristiano se hace consecuente, transmite la bondad de Dios y eso es, independientemente de la fe, un bien social.
Extraña muchísimo que a lo largo de la historia, y en la actualidad, haya gobernantes que obstaculicen e incluso persigan a la religión en vez de favorecerla, porque cuando un creyente vive como Dios manda, convierte a los demás, independientemente de su edad, color o estado, los convierte en sus hermanos a los que debe querer como a sí mismo, y con los que está dispuesto a compartir su bocadillo. Y eso, señores gobernantes, independientemente de la fe, es un bien social.
¿O no?
Señor, se ríen de aquellos
que no tienen nada sino a ti.
-Rabindranath Tagore-
Era un niño, un niño ya mayor, pero aún niño, que quería conocer a Dios. Él sabía que era un largo viaje llegar hasta donde Dios vivía, por eso se pertrechó de bocadillos y botellas de batidos y comenzó su viaje.
Cuando estaba cansado de andar llegó a un parque y se sentó a descansar en un banco donde estaba una señora ya mayor, ancianita, mirando unas palomas.
El niño abre su mochila para tomar un trago de batido, cuando observó que la ancianita parecía hambrienta. La miró, sonrió y le ofreció un bocadillo. Ella, agradecida, lo aceptó y le sonrió.
Su sonrisa cautivó al niño que, para volver a verla sonreír, le ofreció un batido. Otra vez, ella aceptó y sonrió. El niño estaba embelesado con la sonrisa.
Permanecieron sentados allí toda la tarde, aunque nunca se dijeron ni una palabra. Al caer la tarde el niño se levantó para marcharse, pero antes se despidió de la viejecita con un abrazo. Ella le ofreció su sonrisa más amplia.
Cuando el niño abrió la puerta de su casa, su madre quedó sor- prendida por la alegría que reflejaba el rostro de su hijo:
─ ¿Qué hiciste hoy que te puso tan contento?
─ Almorcé con Dios, respondió el niño.
Y antes de que su madre pudiese responder, añadió: ¿Y sabes qué? No creía que Dios fuese tan mayor, pero es que ella tiene la sonrisa más divina que he visto.
Por su parte, la ancianita, también radiante de felicidad, regresó a su casa. Su hija, al abrirle la puerta, quedó impresionada con el reflejo de paz que irradiaba su rostro.
─¿Qué hiciste hoy que te puso tan contenta? Le preguntó.
─Es que, respondió la mujer, comí bocadillos con Dios en el parque.
La hija quedó perpleja y antes de que pudiera articular palabra su madre le dijo: ¿Sabes?, es mucho más joven de lo que pensaba.
Cuando un cristiano se hace consecuente, transmite la bondad de Dios y eso es, independientemente de la fe, un bien social.
Extraña muchísimo que a lo largo de la historia, y en la actualidad, haya gobernantes que obstaculicen e incluso persigan a la religión en vez de favorecerla, porque cuando un creyente vive como Dios manda, convierte a los demás, independientemente de su edad, color o estado, los convierte en sus hermanos a los que debe querer como a sí mismo, y con los que está dispuesto a compartir su bocadillo. Y eso, señores gobernantes, independientemente de la fe, es un bien social.
¿O no?
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