El abrazo mortal de los dictadores
Lo del presidente venezolano con los obispos de ese país sería para reír sino fuera porque es para llorar. Un dictador, responsable de la ruina de su país, de decenas de muertos y cientos de heridos, dando lecciones de ética a la jerarquía. Pero lo más tragicómico es que acuse a los obispos de desobedecer al Papa.
Según Maduro, él es el verdadero representante del Papa en Venezuela, el que entiende mejor que nadie sus deseos que, curiosamente, coinciden con los suyos. Porque Maduro tiene claro que el Papa quiere que se abra una nueva mesa de diálogo -qué bonito es el diálogo y que fácil se resuelve todo con él-, y también está seguro de que el Papa apoya el golpe de Estado que quiere dar, cambiando la Constitución por otra que se adapte a sus deseos. Por eso se atreve a decir que los obispos son enemigos del Papa, ya que ni apoyan el diálogo -que serviría para parar las movilizaciones populares, como ocurrió el año pasado- ni apoyan el cambio constitucional. Los obispos son muy malos católicos y él, Maduro, es muy bueno y muy fiel al Papa. Como he dicho, sería para reír sino fuera porque es para llorar.
Porque, más allá del intento desvergonzado de un tirano con las manos llenas de sangre, por hacer creer al mundo y a su pueblo que el Papa le apoya, lo peor es que la figura del Vicario de Cristo esté siendo manipulada. El daño que eso le está causando al Pontífice y a la Iglesia es incalculable. En realidad, lo de la comunión a los divorciados lo entienden unos pocos, pero la mayoría, que se mueve sólo por sentimientos, dice: ¿Y por qué no, pobrecitos? Pero lo de que el dictador Maduro se presente como el amigo del Papa, todo el mundo entiende qué significa. Los medios de comunicación en general siguen sin criticar al Pontífice, aunque hay que leer lo que escribe la gente tras la publicación de las noticias para ver cómo se eleva de día en día el listón del malestar e incluso de los insultos. Pero esos medios, el día en que el que mueve los hilos del mundo les dé la orden, caerán sobre el Santo Padre y sobre la Iglesia, como estarían cayendo ahora mismo si los dictadores fueran de derechas en lugar de ser comunistas.
El secretario de Estado, cardenal Parolín, está haciendo un gran trabajo -como demuestra la carta al cardenal Urosa o el pliego de condiciones elaborado que Maduro debe cumplir antes de que se restablezca el diálogo con la oposición-, así que él no es el responsable de esta tragedia. Hay otros que están aconsejando muy mal al Pontífice para que no hable y niegue la supuesta sintonía con los dictadores. Esos, y no los que son señalados con el dedo como adversarios del Papa -los Burke, Caffarra, etc-, son sus verdaderos enemigos. Los que le queremos, a él como persona y a lo que representa, le decimos: el abrazo de Maduro -y de Correa, Ortega, Evo, Kitschner- es un abrazo mortal. No basta con el silencio para librarse de él, porque la gente tiende a pensar que el que calla otorga.