Iglesia cumple su misión de santificarnos principalmente por su Liturgia: Culto público, ritos y sacramentos, tiempos litúrgicos… son los medios de que se sirve para unirnos a Cristo y hacer nuestras almas semejantes a la suya. Todos los años, de Adviento a Pentecostés, celebramos los principales misterios de la vida del Salvador, no simplemente para recordarlos, sino para renovarnos por la aplicación de las gracias particulares que nos proporciona cada uno de ellos. El sentido y el espíritu de estas celebraciones nos lo inculca la misma Iglesia; no tenemos más que dejarnos guiar por ella para penetrar en el corazón del misterio cristiano y sacar de él todo el provecho de su eficacia sobrenatural. 1. SENTIDO LITÚRGICO DEL ADVIENTO. Toda la liturgia del Adviento, tiempo litúrgico que se inicia este domingo, es una expectación ante la venida del Salvador. La Iglesia nos recuerda los ardientes deseos del Mesías que continuamente estuvieron resonando a través del Antiguo Testamento y nos invita a repetirlos con ella de una forma cada vez más apremiante a media que se acerca la Navidad. Es verdad que el Salvador ha venido ya; pero nosotros le esperamos de nuevo: 1. Para nosotros y para nuestro tiempo esperamos sus gracias que han de transformar nuestra vida en imagen de la suya. 2. También esperamos al fin de los tiempos la vuelta gloriosa de Cristo redentor del mundo, quien llevará consigo a todos los elegidos al reino de su Padre. Como la Encarnación del Señor es fuente de toda la esperanza cristiana, al prepararnos a celebrar su venida a este mundo como un hecho pasado, nos invita la Iglesia a trabajar con ella en la extensión de su reino, esperando al mismo tiempo con invencible confianza su segunda venida. 2. EL PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO En la Misa de este Domingo se evoca toda la obra de la redención a la que hemos aludido. Desde su preparación en la esperanza de Israel (1ª Lectura) y su resonancia en nuestra vida presente (Epístola: «que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos, como es nuestro amor para con vosotros») hasta su última consumación (Evangelio). Al prepararnos para celebran en Navidad el nacimiento del que ha venido a rescatar nuestras almas del pecado y hacerlas semejantes a la suya, invoca la Iglesia la plena realización de la misión salvadora que Cristo ha venido a cumplir en la tierra. «Bienaventurados los que están preparados para recibir al Señor». Recibirán la abundancia de las gracias y dones celestiales. La Iglesia nos presenta hoy un nuevo estímulo en nuestra vida cristiana: Tal como recibamos ahora a Cristo, nos recibirá Él el último día. Cuando Jesucristo venga como juez no todos levantarán la cabeza ni correrán gozosos a su encuentro, sino aquellos que supieron recibirle cuando vino humilde, pobre y paciente, aquellos que supieron aprovecharse de su primera venida y de sus continuas venidas a nuestra alma en gracia.