El poder y la gloria
Artículo publicado hoy en el Diario Ideal, edición de Jaén, página 27
Perder es saber vivir con los pies en el suelo. A veces, los palmeros acompañantes convierten a un líder en un monigote de feria, a quien se disloca mental y espiritualmente, por ponerlo en el límite de la realidad del gobierno normal y el ansiado deseo de unos grupos amigos de ver saltar la unidad de una vieja nación como la española, que es un bien moral definido por los obispos españoles, tan calladitos durante estos días.
El pasado viernes, fiesta de Santiago, patrón de España leímos en la Misa el texto del evangelio de San Mateo 20,20-28, en el cual la madre de los hermanos Santiago y Juan, acude a Jesús a pedirle que pusiera a sus vástagos en los mejores sitios de figurones poderosos en el Cielo. Uno a la derecha y otro a la izquierda. El Señor respondió tajante: “Esa decisión la toma mi Padre, quien lo tiene reservado, por lo tanto, en eso ni pincho ni corto”.
Los otros discípulos, continúa San Mateo, se enfadaron con los hermanos Zebedeos, porque deseaban, igualmente, meter sus posaderas en carteras ministeriales de postín y presumir de poder y gloria. Jesús aprovechó el alboroto para dejar claro que en la Iglesia “el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro esclavo.” Todos se quedaron con dos palmos de narices.
Mucha gente está preocupada por el presente de inestabilidad e ingobernabilidad que está situada en España desde el año 15, cuando saltó por los aires el bipartidismo en aras de un variopinto número de opciones electorales. Esta situación de vuelta a las urnas, cansa al votante, quien ve cómo los partidos no son capaces de pactar entre ellos una solución estable, que nos conceda una concepción cimentada en la normalidad democrática de años atrás.
La Doctrina Social de la Iglesia nos encauza hacia otro aspecto del problema. Es el siguiente: ¿No sería posible un gobierno de concentración nacional formado por todos los partidos constitucionalistas, quienes dejando sus egoísmos partidistas y personales aparcados, pudiera sacarnos de un marasmo tan nebuloso como en el que se encuentra España durante los últimos cinco años?.
Ese posible gobierno, debería legislar sobre las ofertas electorales que acuden a los comicios generales, metiendo en cintura los desvaríos ideológicos, las apetencias separatistas periféricas, los sueños racistas en cabezas huecas, y se hiciera una regeneración de España, que nos concediera otro largo periodo de paz social, como la que alcanzaron los protagonistas de la Transición, en cuya cimentación estaba la Doctrina Social de la Iglesia, que tiene como objetivo esencial es la búsqueda del bien común de todos los vecinos españoles.
Para esta operación se necesita mucha valentía y generosidad. Virtudes que no veo en los actuantes de la situación presente española. Solamente quien, conociendo la historia pasada, está dispuesto a imitar sus victorias, esa persona será capaz de entender que un divorcio entre los políticos y el pueblo nos puede llevar a descalabros que otrora condujeron a España por caminos y veredas que no deben volver nunca más. Deben quedar en los libros de Historia.
Tomás de la Torre Lendínez