Estos fieles y heroicos discípulos de Jesús (Papa Francisco)
Ayer, el papa Francisco recordó a los beatos mártires de Canet de Mar (Girona), al final del Regina Caeli: Ayer, en Girona, fueron proclamados beatos: Antonio Arribas Hortigüela y seis compañeros, religiosos de la Congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón. Estos fieles y heroicos discípulos de Jesús fueron asesinados por odio a la fe en un tiempo de persecución religiosa. Su martirio, aceptado por amor a Dios y por fidelidad a su vocación, suscite en la Iglesia el deseo de testimoniar con fuerza el Evangelio de la Caridad.
El presidente de la Fundación Regina Martyrum, don José Javier Echave-Sustaeta del Villar, tiene a bien enviarnos las crónicas de lo acontecido estos días, con motivo de la beatificación de los 7 Misioneros Mártires de Canet de Mar.
PRIMERAS VÍSPERAS EN EL SANTUARIO DE NUESTRA SEÑORA DEL SAGRADO CORAZÓN, 5 de mayo de 2017
La celebración de beatificación se iniciaba a las 7 de la tarde, del viernes 5 de mayo, en el Santuario de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Barcelona, anejo al colegio de San Miguel de los Misioneros del Sagrado Corazón, con la ceremonia del Canto de Vísperas.
La ceremonia comenzó con procesión hasta el altar, y fue presidida por monseñor Francisco Pardo, obispo de Gerona, diócesis donde se desarrollaron los sucesos martiriales, tanto en Canet de Mar como en Serinyá, lugar de su muerte. Le acompañaba monseñor Fidel Herráez, arzobispo de Burgos, patria del beato mártir Antonio Arribas, que encabeza la causa de los siete nuevos beatos. Asistió también el Superior general de la Congregación y los de sus distintas provincias, seguidos de numerosos misioneros del Sagrado Corazón venidos de toda España, Europa, América y Asia, así como de muchos otros sacerdotes y religiosos, religiosas Hijas de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, y devotos paisanos de los nuevos beatos, venidos de Cataluña, Castilla, Navarra y Santander.
Monseñor Pardo y Monseñor Herráez ante la imagen de Nuestra Señora del Sagrado Corazón
Tras recitar el himno 635 y la salmodia: “Éste el día en que actuó el Señor”, los numerosos asistentes recitaron a dos coros el salmo 117: “Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia”. Seguidamente se entonó la gozosa antífona: “Los mártires murieron por Cristo, pero ahora viven eternamente. ¡Aleluya!”, y se precedió a la lectura del libro del Apocalipsis (3,1011) “Porque has guardado mi consigna de perseverancia, yo también te guardaré en la hora de la tentación que ha de venir sobre el mundo, para tentar a los habitantes de la tierra. Mira, vengo pronto. Mantén lo que tienes, no sea que otro se lleve tu corona. Al vencedor le haré columna en el templo de mi Dios y nunca más saldrá fuera. Escribiré sobre él el nombre de mi Dios”.
Tras las preces se rezó la siguiente oración: “Dios, Padre nuestro, que a Antonio, presbítero, y compañeros, religiosos y mártires, con la ayuda de la Madre de Dios, los llevaste a la imitación de Cristo hasta el derramamiento de la sangre, concédenos, por su ejemplo e intercesión, confesar la fe con fortaleza de palabra y de obra…”.
Terminado el rezo de Vísperas, monseñor Francisco Pardo hizo una breve plática sobre los misioneros mártires que al día siguiente iban a ser beatificados en la Catedral de su Diócesis, recordando cómo varios de ellos habían estudiado o dado clases en el colegio de San Miguel, "del que este hermoso Santuario en que nos hallamos era capilla, y en el suelo que pisamos habrían invocado a Nuestra Señora del Sagrado Corazón suplicando sus gracias, y seguramente entre ellas la más excelsa, la de poder derramar su sangre por su Hijo Jesucristo como misioneros en lejanas tierras, gracia que la Señora les iba a conceder en su propia patria". Monseñor Pardo convocó a los presentes a participar al día siguiente, en presencia o en espíritu, de la gran ceremonia que tendría lugar en la catedral de Gerona.
El Presidente de Hispania Martyr, don Arcadio del Pozo, departiendo con el Arzobispo de Burgos
BEATIFICACIÓN DE SIETE JÓVENES MISIONEROS DEL SAGRADO CORAZÓN EN LA CATEDRAL DE GERONA, 6 de mayo de 2017
En la luminosa mañana del primer sábado de mayo la majestuosa Catedral de Gerona se hallaba repleta de fieles convocados a la beatificación de siete jóvenes misioneros del Corazón de Jesús, de entre 20 y 28 años, que, procedentes del sur de la diócesis, de la villa costera de Canet de Mar, y tras penoso viacrucis de 59 días por bosques y montes, próximos ya a la frontera a la que se dirigían en busca de salvación, sufrieron martirio junto a Bañolas, en la orilla del río Ser.
Comenzó la celebración con la procesión hasta el altar presidida por el cardenal Ángelo Amato, Prefecto de la Sagrada Congregación de las Causas de los Santos, acompañado por el Nuncio Apostólico de su Santidad en España, monseñor Renzo Fratini; por los arzobispos de Tarragona, monseñor Jaime Pujol, de Burgos, monseñor Fidel Herráez, de Barcelona, monseñor Juan José Omella y de Pamplona, monseñor Francisco Pérez; por los obispos de Gerona, monseñor Francisco Pardo, y los de Palencia, Astorga y Sant Feliu de Llobregat, de donde procedían los mártires, y los de la Congregación de Misioneros del Corazón de Jesús de Perú y Santo Domingo, seguidos de los canónigos de la Catedral y numerosos sacerdotes y religiosos.
En los primeros bancos se hallaban presentes diversas autoridades, entre ellas el Delegado del Gobierno de España en Cataluña, don Enrique Millo; el Director General de Asuntos Religiosos de la Generalidad; don Enrique Vendrell; el presidente de la Diputación de Girona, Pere Vila; y la Alcaldesa de Gerona, doña Marta Madrenas.
Monseñor Francisco Pardo, obispo de Gerona procedió a la lectura de la súplica de beatificación al Santo Padre, y a continuación, el padre Francisco Blanco, superior provincial de la Congregación de los Misioneros y postulador actual de la causa, leyó una breve semblanza de cada uno de los mártires y un resumen de su viacrucis y martirio, el 29 de septiembre de 1936.
El Cardenal Amato procedió a la lectura de la Carta Apostólica del Papa Francisco, mediante la que declara beatos a los hasta ahora siervos de Dios; para inmediatamente descubrir el lienzo de los nuevos beatos, del pintor Joan Torras Viver. Luego, fueron colocadas ante el altar las reliquias que serían veneradas: piezas de ropa encontradas en el lugar de su fusilamiento, y esquirlas de sus huesos tras su fusilamiento y disparo a quemarropa de numerosos tiros de gracia.
El relicario que se dio a besar tenía un hueso de uno de los nuevos Beatos (bajo estas líneas)
En su homilía, el Cardenal Amato destacó que los siete mártires dieron su vida en defensa de la fe, siendo asesinados por su condición de religiosos, de personas consagradas, y recordó unas palabras recientes del Papa Francisco en las que afirmaba que «el recuerdo de los mártires nos confirma en la conciencia de que la Iglesia es Iglesia de mártires, y los mártires son aquellos que tratan de ayudar a los hermanos y de amar a Dios sin reservas».
En el contexto de persecución de la Iglesia, en el que tuvo lugar la muerte de los siete beatos, que calificó de holocausto, “por primera vez en la historia de España, pareció prevalecer la falsa ideología de que la Iglesia fuese un peligro y no, en cambio, un precioso recurso social y cultural para el desarrollo de una nación. Se programó su eliminación no solo jurídica, sino física, matando sin piedad a obispos, sacerdotes y laicos”. Un panorama que no ha dudado en identificar con el de un “verdadero holocausto católico en España”, como un episodio de la eterna lucha de Satanás contra Dios.
El Cardenal Amato recordó cómo esta oleada de odio se dirigió en Canet contra la comunidad de los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús, tenidos por sus vecinos como unos “buenos educadores de jóvenes estudiantes” y “fieles imitadores de Cristo, el Buen Pastor”, involucrándose “en la defensa de los pequeños estudiantes, incluso a riesgo de la propia vida”. Pese a ello, sus asesinos se ensañaron con ellos. Así, la joven que descubrió los cadáveres “se quedó horrorizada al ver sus rostros desfigurados. Habían sido acribillados por una gran cantidad de balas en todas las partes de su cuerpo”.
Después de su fusilamiento, dejaron los cuerpos “profanados y abandonados”. No hubo arrepentimiento entre los asesinos, concluyó Amato, no hubo “ningún arrepentimiento, ninguna piedad, ninguna humanidad”. Pero, frente a este “misterio trágico del mal”, reluce “la extraordinaria fuerza espiritual de los justos, en los que resplandece la luz del bien, que vence siempre al mal”.
Las fotos de la celebración son de Ángel Almazán. Puede verse toda la serie en la galería fotográfica de la web del Obispado de Girona:
http://www.bisbatgirona.cat/actualitat.php?idm=1&subpagina=6&c_gal=236
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Sobre estas líneas, el Presidente de Hispania Martyr, don Arcadio del Pozo y el secretario don Pedro Sureda, con monseñor Francisco Pardo. En la siguiente fotografía con el arzobispo de Barcelona, monseñor Juan José Omella.
Bajo estas líneas, monseñor Francisco Pérez, arzobispo de Pamplona, con tres sobrinos del nuevo beato Antonio Arribas.
En la última, Fernando Maristany Pintó (izq.) y Francesc Xavier Prevosti (dcha.), Hijos de Nuestra Señora del Sagrado Corazón, a cuyo cargo están las parroquias de Sant Antoni de Padua, en el barrio de Can Vidalet en Esplugas, y las de Santa Gemma y Sant Enric d'Ossó de L'Hospitalet (Barcelona), a la salida de la ceremonia.
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