Lo que pudo ser y no fue
Un diablillo astuto se acercó a un hombre casado que, tras un duro día de trabajo y una discusión con su esposa, se encontraba triste. El diablillo insidioso se introdujo en sus pensamientos y comenzó a tentarle con la desesperanza. «¡Ay, si hubiera sabido lo que me deparaba esta vida no la habría elegido! ¡Qué a gusto estaría yo ahora solo, sin la responsabilidad de un hogar, sin tener que soportar los defectos de mi mujer, sin tener que aguantar largas y agotadoras jornadas laborales! ¿Y si en vez de casarme hubiera dedicado mi vida a ser sacerdote? Podría haber experimentado la quietud de la soledad, haber ayudado a mucha gente, tras lo cual me sentiría muy reconfortado, no como ahora. Habría entregado mi vida a Dios, haciendo de ella algo valioso. Habría acercado a los hombres a Dios, siendo profundamente fecundo para su plan de amor. Me ahorraría el temor por el dinero, las preocupaciones por la casa y por los hijos, y sería libre de toda atadura. Podría disponer de mi tiempo como gustase, y no tendría que rendir cuentas a nadie».
El diablillo dejó a aquel hombre deslizarse de la tristeza a la desesperanza, y vagó buscando a otro a quien tentar. Encontró entonces a un sacerdote que regresaba de la parroquia después de haber estado dos horas en el confesionario sin que nadie se acercara. El diablillo insidioso se introdujo en sus pensamientos y comenzó a tentarle con la desesperanza. «¡Ay, si hubiera sabido lo que me deparaba esta vida, no la habría elegido! ¡Qué a gusto estaría yo ahora, regresando a un hogar donde me esperaría el abrazo de mi mujer y el cariño de mis hijos, sin tener que soportar a los ancianos y falsos pobres, sin la responsabilidad de una parroquia, sin tener que aguantar largas horas vacías de confesionario! ¿Y si en vez de ser sacerdote me hubiera casado? Podría haber experimentado la alegría de la compañía, haber hecho feliz a una mujer, con lo cual me sentiría realizado, no como ahora. Habría entregado mi vida a un proyecto profesional que me habría realizado y habría contribuido a hacer un mundo mejor. Podría haber traído hijos a este mundo para, con ellos, hacer crecer la Iglesia y así extender el Reino de Dios. No tendría que lidiar con la soledad al llegar a casa y mi mujer me reconfortaría de las dificultades surgidas en el trabajo. Dispondría de dinero y tiempo para poder disfrutar».
Con una sonrisa de satisfacción dejó a aquel hombre deslizarse de la tristeza a la desesperanza, y vagó buscando a otro a quien tentar.
Mas los ángeles custodios de aquellos hombres se les mostraron en aquel momento, con su claridad disiparon sus dudas. Y les enseñaron la gran lección. «¿Qué sabes tú cómo habría sido tu vida en otras circunstancias? El peor diablo, al que nunca debes ceder, es el de lo que pudo ser y no fue». Cuando los ángeles desaparecieron, aquellos dos hombres se dieron cuenta de lo necios que habían sido sus pensamientos y se decidieron a abrazar cada momento y cada detalle de la vida que habían elegido como lo que era: un regalo de Dios.