Domingo XXIII del T.O (B) y pincelada martirial
Domingo XXIII del T.O (B) y pincelada martirial
La liturgia de la Misa de este domingo es una llamada a la esperanza, a confiar plenamente en el Señor. En un momento de oscuridad, se levanta el profeta Isaías para reconfortar al pueblo que vive en el destierro. Anuncia el alegre retorno a la patria. Decid a los cobardes de corazón: sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona, resarcirá y os salvará. Y el profeta vaticina prodigios que tendrán su pleno cumplimiento con la llegada del Mesías: Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa; el páramo será un estanque, lo reseco un manantial…
Afirma Fernández Carvajal[1] que existe una sordera del alma que es peor que la del cuerpo. Como solemos decir, no hay peor sordo que el que no quiere oír. Son muchos los que tienen los oídos cerrados a la Palabra de Dios. También son muchos los que desean construir su propia religión católica, que podríamos calificar de sincretista; esto es, cada uno escoge lo que le conviene y rechaza aquello que le molesta o que no cree posible cumplir.
La preciosa declaración Dominus Iesus, sobre la unicidad y la universalidad salvífica de Jesucristo y de la Iglesia, de la Congregación para la Doctrina de la Fe, afirma que el perenne anuncio misionero de la Iglesia es puesto hoy en peligro por teorías de tipo relativista, que tratan de justificar el pluralismo religioso… Por esto la encíclica “Redemptoris missio” propone a la Iglesia la tarea de proclamar el Evangelio, como plenitud de la verdad: En esta Palabra definitiva de su revelación, Dios se ha dado a conocer del modo más completo; ha dicho a la humanidad quién es. Esta autorrevelación definitiva de Dios es el motivo fundamental por el que la Iglesia es misionera por naturaleza. Ella no puede dejar de proclamar el Evangelio, es decir, la plenitud de la verdad que Dios nos ha dado a conocer sobre sí mismo (4 y 5).
Lo recordaba el Papa Francisco hace unos meses: Lo que me impulsa a hablar a todos, dialogando con vosotros, es la certeza de que la fe cristiana permanece siempre joven cuando se abre a la misión que Cristo nos confía. «La misión refuerza la fe», escribía san Juan Pablo II (Redemptoris missio, 2), un Papa que tanto amaba a los jóvenes y que se dedicó mucho a ellos[2]
Mirad el ejemplo que casi doscientos años después nos sigue proponiendo la Iglesia en la figura de San Juan Gabriel Perboyre. Miembro de la Congregación de la Misión que fundó San Vicente de Paúl, los famosos Padres Paúles; Perboyre es el primer santo de China.
Un 11 de septiembre de 1840, tras un año de interrogatorios en condiciones durísimas, con objeto de que delatase a los que le seguían en la doctrina católica, muchas veces fue azotado; y, llevado a la plaza pública, amarrado de pies y manos a una cruz, fue ahorcado. Los cristianos consiguieron su cuerpo y, vestido de preciosos ornamentos, le hicieron solemne funeral y le dieron sepultura junto a otro mártir, san Juan Francisco Regis Clet.
Tong Wen Siao, nombre chino de San Juan Gabriel, que significa “otro Cristo”, nos da luz, a través de sus escritos, en estos momentos de dudas, de incertidumbres y del “dogma” dichoso del todo vale. Escribía él:
No hay más que una cosa necesaria, Jesucristo. Meditemos sin cesar este tema, que es inagotable. Nuestro Señor nos dijo: “Yo soy el Camino”. Pero ¿qué camino? El camino de la humildad, del amor, de la obediencia, de la penitencia, de la mortificación, de la perfección, de la felicidad, de la gloria. Si queremos ser perfectos, si queremos llegar a la felicidad y a la gloria celeste, es preciso de todo punto que vayamos por este camino. Pero, para no perdernos, necesitamos una antorcha que nos ilumine. Pues bien, Él nos servirá de antorcha, puesto que Él es la verdad y declara que quien le sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá luz de vida.
Necesitamos, además, fuerza para sostenernos en este camino y perseverar en él. Jesús será nuestra fuerza. Él quiso convertirse en alimento dándosenos en la Eucaristía, y de ahí que nos diga: “Yo soy el Camino”. En el crucifijo, el Evangelio y la Eucaristía hallamos cuanto podemos desear. No hay Camino, Verdad ni Vida otra alguna. A Él solo nos debemos, pues, adherir; a Él solo estudiar, a Él recurrir una y otra vez.
No hay más que una cosa necesaria, nos dice Nuestro Señor en el Evangelio. Pero ¿cuál es esta sola y necesaria cosa? Imitarle. No podemos alcanzar la salvación más que conformándonos a Jesucristo. Cuando hayamos muerto no se nos preguntará si hemos sido sabios, si hemos desempeñado cargos distinguidos, si hemos producido una buena impresión en el mundo; se nos preguntará si nos preocupamos de comprender a Jesucristo e imitarle. Si Dios no halla en nosotros rasgos que nos asemejen al divino modelo por Él presupuesto, nos rechazará; pero si nos hacemos semejantes a Él, nos admitirá a la gloria. Jesucristo es el modelo de los predestinados; los santos del cielo son sólo un reflejo de Jesucristo resucitado y glorioso, como fueron en la tierra un reflejo de Jesucristo que sufría, era humillado y obraba.
Tengamos los ojos siempre fijos en Jesucristo. No nos contentemos con captar uno o dos rasgos de nuestro modelo, sino penetremos en sus sentimientos, apropiémonos todas sus virtudes. Comencemos de nuevo cada día y continuemos sin cansarnos jamás.
Y entonces no hay sino una gran preocupación por llevar esta verdad, la única Verdad, a todos… Y ahí están nuestros misioneros, los de toda la historia de la Iglesia, los misioneros de nuestra Iglesia Católica y universal, que hoy, como siempre, llevan la Buena Noticia a todos los hombres.
Volvamos al Evangelio. San Marcos nos ha conservado la palabra aramea que Jesús utilizó en este milagro: Effethá, ¡ábrete! Aunque son las palabras de Jesús las que curan, quiso, como en otras ocasiones, utilizar elementos materiales visibles que de alguna manera expresaran la acción más profunda que los sacramentos iban a efectuar en las almas: los dedos significan una acción divina poderosa, y a la saliva se le atribuía cierta eficacia para aliviar las heridas. Ya desde los primeros siglos la Iglesia empleó en el sacramento del Bautismo estos mismos gestos del Señor, mientras oraba sobre quien iba a ser bautizado: El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda a su tiempo escuchar su Palabra y proclamar su fe.
La regeneración por el Bautismo nos capacita para escuchar y asimilar con nuestra inteligencia ahora, para vivir la Palabra de Dios, pero también para proclamar la fe en Cristo el Señor.
Cuando Jesús venga a nosotros por medio de su Cuerpo Santísimo escuchadle decir: Effetá, ¡ábrete! … a mi Camino, a mi Verdad, a mi Vida. Que el Dulce Nombre de María así nos lo procure de su Divino Hijo.
PINCELADA MARTIRIAL
Recogemos hoy el testimonio de dos religiosas de la Congregación de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados que fueron asesinadas el 8 de septiembre de 1936.
Beata Josefa de San Juan de Dios Ruano García
Nació en la Villa de Berja (Almería) el 9 de Julio de 1854. Ingresó en la Congregación de las Hermanitas de los Desamparados el 8 Diciembre 1877, a los 23 años. Hizo su profesión temporal en Valencia el de marzo de 1880, y sus profesiones perpetuas 5 años más tarde. Se desempeñó como Superiora de la Casa de Cascante (Navarra), de 1916 a 1922; de la Casa de Requena (Valencia), de 1922 a 1928; de la casa de Alcira (Valencia); de 1928 a 1934; de Requena, de 1934 a 1936. Bajo estas líneas, celebrando a la mártir en la parroquia natal.
Beata Dolores de Santa Eulalia Puig Bonany
Nació en Berga (Barcelona) el 11 de Julio de 1857. Ingreso en la Congregación: el 25 de septiembre de 1886. Vistió el Santo Hábito, en Valencia el 27 de enero de 1887 e hizo su p Profesión trienal el 27 de enero de 1889. Sus superiores la enviaron a la Casa de Villena en Alicante el 29 Enero 1889. Posteriormente fue trasladada a la casa de Yecla (Murcia) en 1890. Hizo su profesión perpetua en Valencia el 9 de marzo de 1892, para luego ser enviada, tres días más tarde, a la casa de Requena en Valencia donde permaneció hasta su muerte.
El martirio
Estando de servicio en el asilo que llevaban en este lugar, recibieron la orden de desalojarlo, el 29 de julio de 1936. Mientras la comunidad fue disuelta, Sor Josefa de San Juan de Dios, junto con a otras dos religiosas, Sor Dolores y Sor Gregoria, fueron detenidas. Ese mismo día las dejaron volver al asilo. Sin embargo el 8 de septiembre siguiente, los milicianos detuvieron de nuevo a las religiosas y se las llevaron a la cárcel. Ese mismo día decidieron llevarlas a la cárcel de Alcira, pero estando en el pueblo de Buñol, en provincia de Valencia, las bajaron del carro y las fusilaron, dejándolas por muertas. Josefa y Dolores murieron inmediatamente, mientras que Gregoria se salvó y vivió muchos años.
Hemos recogido más detalles del martirio al hablar del sacerdote mártir Román Saiz. Llama la atención el enseñamiento con este grupo de ancianos. Las religiosas tenían 82 y 79 años y el sacerdote 81.
https://www.religionenlibertad.com/blog/63585/roman-saiz-requena-.html
[1] F. FERNÁNDEZ CARVAJAL, Hablar con Dios, Tomo IV, p.738 (Madrid 1989).
[2] Introducción al Mensaje del Santo Padre Francisco para la Jornada Mundial de las Misiones del año 2018.