Izquierda y carnaval
El disfraz del cura es al carnaval lo que la subvención a la izquierda: su síntesis. Un carnaval que no parezca una abadía no es un carnaval, sino un aburrimiento, de igual modo que una izquierda que no reciba dinero público no es una izquierda, sino un milagro. Y como por esencia el carnaval y la izquierda son anticlericales de la coyunda entre ambos surge el cartel que refleja a un sumo pontífice a bordo del Papamóvil con tantos cálices de más que, si lo parasen, se quedaría sin carné aunque al frente de la Dirección General de Tráfico estuviera el yerno de San Cristóbal.
Contra el promotor de la idea, concejal de cultura del Ayuntamiento de La Coruña, presentó una denuncia una asociación de viudas por ofensa a los sentimientos religiosos que ha motivado la imputación del edil, quien se defiende con el pretexto barato de que lo que es no es lo que parece. Arguye en concreto que la figura no representa al vicario de Cristo, pero, que se sepa, la sotana blanca acompañada con solideo a juego no es el atuendo de los domingos del ayatola Jameini. Además, ya se cuida esta gente de disfrazarse de musulmán, no sea que una célula durmiente del Estado Islámico pernocte en La Toja.
Como ocurre siempre que el catolicismo responde a una agresión, la izquierda intenta asociarlo con la censura. Los adalides sectarios de la libertad de expresión se han solidarizado con el dibujante, al que, por lo que deduzco de su obra, le falta ingenio para ser Mingote y talento para ser Durero. O sea, bastante tiene el hombre, cuyo pellizco de laicista no me indigna en absoluto. De hecho, en vez de recurrir a los tribunales, me planteo pagar a esta gente con la misma moneda. Para el próximo carnaval pienso estar tres meses sin ducharme a fin de bordar mi imitación de antisistema.
Contra el promotor de la idea, concejal de cultura del Ayuntamiento de La Coruña, presentó una denuncia una asociación de viudas por ofensa a los sentimientos religiosos que ha motivado la imputación del edil, quien se defiende con el pretexto barato de que lo que es no es lo que parece. Arguye en concreto que la figura no representa al vicario de Cristo, pero, que se sepa, la sotana blanca acompañada con solideo a juego no es el atuendo de los domingos del ayatola Jameini. Además, ya se cuida esta gente de disfrazarse de musulmán, no sea que una célula durmiente del Estado Islámico pernocte en La Toja.
Como ocurre siempre que el catolicismo responde a una agresión, la izquierda intenta asociarlo con la censura. Los adalides sectarios de la libertad de expresión se han solidarizado con el dibujante, al que, por lo que deduzco de su obra, le falta ingenio para ser Mingote y talento para ser Durero. O sea, bastante tiene el hombre, cuyo pellizco de laicista no me indigna en absoluto. De hecho, en vez de recurrir a los tribunales, me planteo pagar a esta gente con la misma moneda. Para el próximo carnaval pienso estar tres meses sin ducharme a fin de bordar mi imitación de antisistema.
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