Lunes, 18 de noviembre de 2024

Religión en Libertad

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¿Es éste el plan que el Enemigo está tramando?

por Estamos en Sus Manos

Creo haber recibido una pequeña luz que me gustaría compartir con vosotros. Los adalides del NOM quieren fabricar un mundo nuevo, con poca población, que tenga perfectamente satisfechas sus necesidades básicas. Para que no haya pobreza, la población ha de reducirse necesariamente.

Esa nueva humanidad reducida podrá gozar de todo tipo de bienes materiales. Cada cual podrá ser exactamente lo que quiera y será libre de todo condicionamiento natural: gestación, fecundidad, identidad sexual, género, enfermedades, etc.

El avance de la ciencia hará todo fácil y accesible. La humanidad vivirá un momento de progreso inimaginado. Pero ese momento cumbre de la humanidad no puede llegar progresivamente, sino tras una geoingeniería drástica que cambiará a la humanidad.

Al ser tan pocos habitantes, presumiblemente después de catástrofes naturales y sociales, la paz será posible cuando los que queden acepten un único gobierno que mantenga la paz y la seguridad, al precio de que cada uno sea lo que quiera con tal de que deje en paz a los demás.

Este ser humano saciado, que habrá dejado en manos del Estado su seguridad y su felicidad material, podrá acabar con su vida cuando quiera y sin dolor. Habrá perdido toda referencia transcendente porque no será necesaria para llenar su tiempo. Se habrá superado la transcendencia.

Ya no se formulará ninguna cuestión que tenga que ver con el sentido de las cosas, las cuestiones esenciales de la vida o la filosofía, la finalidad de la existencia o su sentido. Todo ello habrá quedado superado en una vida aletargada por el consumo y el inmediatismo.

De este modo el Enemigo habría logrado su objetivo: que el hombre ya no necesite a Dios. Las actuales penurias del mundo mueven a una parte de la humanidad a la religión y a una búsqueda de la transcendencia para dar sentido y solución a sus problemas.

Sólo acabando con estos problemas podrá suprimirse la religión, que ya no será necesaria. El único modo es reduciendo la población y haciendo que ésta se someta libremente a ese único gobierno que garantizará que pueda disfrutar de la vida sin preocuparse por nada.

En este panorama la religión estorba, divide, enajena, aliena; Dios es un invento del hombre para evadir su responsabilidad en la resolución de sus problemas. Es algo que debe ser superado. Esta humanidad que ha dejado de ser humana ya no necesita a Dios.

Es una humanidad humanimalizada, sin ningún límite para lo que cada uno quiera ser, hacer o sentir, donde los animales son elevados a la categoría de humanos para que los humanos pueda percibirse a la altura de los animales. El hombre sería así desprovisto de su dignidad única.

Esta es la sociedad a la que nos quieren conducir los poderes mundanos, para que el hombre deje de necesitar a Dios. El Enemigo quiere con ello herir el Corazón de Dios corrompiendo su obra maestra: el hombre. Y para ello instaurará el culto al hombre en lugar de Dios.

Como dice el Catecismo (675-677), todo esto desembocará en la impostura del Anticristo, que encarnará este culto del hombre. Cabeza del gobierno único, inspirado por Satanás, guiará a la humanidad a esta "plenitud" a precio de perseguir o seducir a los creyentes que queden.

Quizá este sea el plan del Enemigo (no lo sé), no me parece descabellado. Pero sé tres cosas. La primera es que la victoria es de Dios, tanto en la vida personal de cada hombre (a cada uno se le exigirá según lo que se le ha dado) como en el desenlace de la historia.

La segunda, que el corazón humano se resiste a esta deshumanización porque está muy bien hecho, y creo que nada puede apagar la sed de Dios, de verdad y de libertad que anidan en él; y que intentar apagarlos sólo hará que se reaviven más.

Y la tercera, que Dios actúa en la historia través de nosotros, que podemos frustrar los planes del Maligno con la gracia de Dios, como han hecho los santos, como san Juan Pablo II. Hay variables en la historia que él no puede controlar ni prever. Nosotros somos esas variables.

Preveo que ese es el plan que el Enemigo ha pergeñado; pero también que, si nosotros estamos despiertos y somos fieles a Dios, buscando la santidad, tenemos un papel insustituible en que la historia y la sociedad den una golpe de timón y recuperen el sentido común.

No creo en el fatalismo. Da igual los proyectos que el enemigo tenga en su corazón, Dios los puede desbaratar todos si encuentra corazones dispuestos a luchar. Desenmascarar estos planes debe servir solo para que nos comprometamos con más fuerza a la santidad y a resistir al mal.

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