Pero ¡ata el camello!
Pero ¡ata el camello!
Porque en la tardanza suele estar
muchas veces el peligro,
y a Dios rodando y con el mazo dando.
-El Quijote-
Los talentos, las cualidades que Dios pone en nosotros, son dones que nos concede para que nos mejoremos y mejoremos el mundo en el que nos toca vivir. Todos recibimos bienes espirituales y materiales que debemos administrar, pero la administración puede ser buena, mala o nula; las dos últimas tienen su castigo.
Entre la gente de iglesia está muy extendido el recurso de ampararse en frases espirituales para no hacer todo lo que humanamente se puede hacer. Podríamos haber hecho algo, pero no lo hicimos ─o lo hicimos a medias─ y usamos la excusa de que, si Dios quiere que se haga, se hará. Es muy fácil «confiar» en Dios y ser vago. Sin embargo, lo correcto es: «Confía en Dios, pero... ata primero el camello».
Cuentan que un padre viajaba con uno de sus hijos. El vehículo que usaban era un camello y el encargado de cuidar del camello era el hijo. Llegaron cansado a una posada para caravanas. Antes de descansar, el hijo debía atar el camello, pero no se molestó en hacerlo y lo dejó fuera. En cambio, se dedicó a rezar y le dijo a Dios: «Encárgate, Señor, del camello; yo estoy agotado, he hecho lo que he podido». Y se durmió.
Por la mañana el camello no estaba.
─¿Qué ha pasado? preguntó el padre, ¿Dónde está el camello?
─No lo sé, dijo el hijo, pregúntaselo a Dios porque yo le dije a Él que lo cuidara. Y como tú siempre me dices que debo confiar en Dios, ahora no te enfades conmigo.
─¡Pues claro que hay que confiar en Dios, gritó el padre, pero primero ata el camello!, porque Dios no tiene otras manos que las tuyas para trabajar.
Si se esfuerzan los malos, los frívolos, los mundanos... sin un alto fin que ennoblezca sus vidas, ¿por qué no trabajar nuestros talentos hasta rendirnos por la causa de Dios?
«Reza, pero sigue remando». Debemos hacer todo lo que podamos hacer, no eludir nuestra responsabilidad y, después, confiar en Dios. Confiar ciegamente, pero... ¡después de atar el camello!
muchas veces el peligro,
y a Dios rodando y con el mazo dando.
-El Quijote-
Los talentos, las cualidades que Dios pone en nosotros, son dones que nos concede para que nos mejoremos y mejoremos el mundo en el que nos toca vivir. Todos recibimos bienes espirituales y materiales que debemos administrar, pero la administración puede ser buena, mala o nula; las dos últimas tienen su castigo.
Entre la gente de iglesia está muy extendido el recurso de ampararse en frases espirituales para no hacer todo lo que humanamente se puede hacer. Podríamos haber hecho algo, pero no lo hicimos ─o lo hicimos a medias─ y usamos la excusa de que, si Dios quiere que se haga, se hará. Es muy fácil «confiar» en Dios y ser vago. Sin embargo, lo correcto es: «Confía en Dios, pero... ata primero el camello».
Cuentan que un padre viajaba con uno de sus hijos. El vehículo que usaban era un camello y el encargado de cuidar del camello era el hijo. Llegaron cansado a una posada para caravanas. Antes de descansar, el hijo debía atar el camello, pero no se molestó en hacerlo y lo dejó fuera. En cambio, se dedicó a rezar y le dijo a Dios: «Encárgate, Señor, del camello; yo estoy agotado, he hecho lo que he podido». Y se durmió.
Por la mañana el camello no estaba.
─¿Qué ha pasado? preguntó el padre, ¿Dónde está el camello?
─No lo sé, dijo el hijo, pregúntaselo a Dios porque yo le dije a Él que lo cuidara. Y como tú siempre me dices que debo confiar en Dios, ahora no te enfades conmigo.
─¡Pues claro que hay que confiar en Dios, gritó el padre, pero primero ata el camello!, porque Dios no tiene otras manos que las tuyas para trabajar.
Si se esfuerzan los malos, los frívolos, los mundanos... sin un alto fin que ennoblezca sus vidas, ¿por qué no trabajar nuestros talentos hasta rendirnos por la causa de Dios?
«Reza, pero sigue remando». Debemos hacer todo lo que podamos hacer, no eludir nuestra responsabilidad y, después, confiar en Dios. Confiar ciegamente, pero... ¡después de atar el camello!
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