Miércoles, 25 de diciembre de 2024

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¿El fin del celibato sacerdotal?

por Palabaras para vivir

La crisis vocacional afecta a casi toda la Iglesia (África no, afortunadamente), pero la gravedad de la crisis no es igual en todos los sitios. Por ejemplo, en México mientras Guadalajara, con millón y medio de habitantes tiene 570 seminaristas, Ciudad de México, con casi nueve millones tiene 151. En Colombia sucede algo parecido entre Medellín y Bogotá y en España entre Barcelona (26) y Toledo (57). En general, sin embargo, la crisis es profunda e incluso diócesis que tienen aún bastantes sacerdotes, ven el futuro inmediato con temor debido a la elevada edad de la mayoría de ellos. Un ejemplo es San Sebastián, en la cual la edad media de sus sacerdotes es de casi 75 años; Solsona no anda lejos: 74 años; Gerona y Lugo, 73. En el conjunto de España, la edad media es de 65 años. Peor está aún Francia, en la cual la edad media de su clero es de 73 años (es decir, la mitad está por encima de esa cifra), mientras que el conjunto de la población es de 41 años.

Es en este contexto que hay que entender las declaraciones del Papa al diario alemán Die Zeit. Declaraciones que han armado una gran polvareda en muchos medios de comunicación que, como es habitual, seleccionan sólo una parte de las mismas. En realidad, lo que ha dicho el Papa es que, ante la gravedad del problema de la falta de vocaciones, lo primero que hay que hacer es rezar para que el Señor mande obreros a su mies. Después ha exhortado a intensificar la pastoral juvenil y, dentro de ella, la pastoral vocacional. Y ha afirmado con rotundidad que “el celibato opcional no es la solución”, descartando así la opción de suprimir la exigencia del celibato para los que aspiran al sacerdocio. Sin embargo, también es verdad que ha dicho que podía estudiarse la ordenación de casados, los llamados “viri probati”, que podrían atender, son palabras textuales del Papa, comunidades aisladas.

La ordenación de casados no es una novedad en la Iglesia. Existió en los inicios -San Pedro estaba casado- y sigue existiendo hoy en la Iglesia católica de rito griego. No es, por lo tanto, una cuestión que, de aprobarse, afectaría al dogma, como sí sucedería si se aceptara la ordenación de mujeres. La Iglesia latina, la nuestra, ha considerado desde muy antiguo el celibato como un don que tiene una dimensión espiritual -ser más parecido a Cristo, célibe- y una práctica -la disponibilidad plena para la evangelización-, pero nunca ha hecho de ello un artículo de fe. Es posible, pues, plantearse la cuestión de ordenar a hombres casados, los cuales, eso sí, deberían vivir en castidad desde el momento de la ordenación. 

Sin embargo, esta medida, de llevarse a cabo, suscitará problemas que no son pequeños. Por ejemplo, el económico: ¿cómo se va a mantener una familia con el pobre sueldo de un sacerdote? ¿habría que establecer dos salarios: el casado cobraría más y el célibe menos? ¿no se correría el riesgo de que el sacerdote, preocupado por sus hijos, se apoderara de parte de los bienes de la iglesia para dárselos a ellos? Esta también la cuestión de la dedicación; tener una familia implica la obligación de dedicarles tiempo y si ahora al sacerdote no le basta para atender todo lo que debe hacer, ¿cómo lo hará el casado?; se podrá decir que al haber más sacerdotes tendrán menos trabajo, pero probablemente eso no sucedería puesto que el trabajo es tanto que habría mucho para todos. También hay que tener en cuenta lo que pasaría con aquellos que optan por el celibato, ¿no serían automáticamente considerados homosexuales al renunciar a tener esposa? Y los que ya son sacerdotes, ¿no tendrían ellos también derecho a que la ley tuviera efectos retroactivos y pudieran casarse aun estando ya ordenados?

Estos son sólo algunos interrogantes que se suscitan al plantearse la ordenación de casados y por los cuales la Iglesia ha dicho que no a esa posibilidad desde hace muchos siglos. Si se cambia la disciplina, habrá que pensar en cómo resolver bien estas cuestiones, si no se quiere que lo que se

produzca sea un lío mayor que el que ya tenemos ahora mismo. En todo caso, como dice el Papa, recemos para que Dios mande muchas y buenas vocaciones a su Iglesia.
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