La conciencia y Lady Macbeth
por Vive mejor
La esposa de Macbeth anima a su marido para que mate al rey Duncan mientras está durmiendo para poder entonces apoderarse de la corona y llegar a ser rey. Después del asesinato, Macbeth mirándose las manos ensangrentadas, dice:
— ¡Qué triste es ver esto!
Lady Macbeth le aconseja:
— No te fijes tanto en eso... De estas cosas no hay que preocuparse; si no, nos volveremos locos.
Macbeth, dice a su esposa:
— Me parece que he oído una voz que gritaba: ¡Macbeth ha asesinado al sueño...! ¡Macbeth no dormirá más...!»
La señora Macbeth le dice a su esposo:
— Ve a buscar agua y lávate de las manos este sucio testigo.»
Macbeth responde:
—Me da miedo pensar en lo que he hecho...
Ella dice:
— Dame los puñales... Teñiré con sangre la cara de los criados, pues debe parecer culpa suya...
Al regresar, ella dice a su esposo.
— Mira, también mis manos son ya de tu color... Un poco de agua nos limpiará de esta acción. ¿Y ves, pues, qué fácil.
¡Vana pretensión! Quienes ha obrado el mal, la injusticia; quienes han vertido sangre inocente han hecho llorar... creen que, evitando pensar en su culpabilidad, despreocupándose del daño hecho, de la acción perpetrada y con sólo limpiar externamente la sangre de sus manos ya han quedado limpios, ya han purificado su conciencia... y que podrán dormir tranquilos y en paz.
En el drama de Shakespeare y en la realidad ocurre que: mientras duerme la esposa de Macbeth, su conciencia está despierta. De día y de noche repite sin cesar:
«¿Nunca estarán limpias estas manos mías? Siento en ellas el olor de sangre tibia... Todos los perfumes de Arabia no las perfumarán.»
Finalmente, Lady Macbeth desarrolla en sí una compulsión neurótica que la induce a lavarse las manos muy a menudo y durante un cuarto de hora seguido... en vez de lavar, de purificar su interior, su conciencia que no deja de gritar, de acusar...
El norteamericano Mons. Fulton Sheen ha dicho que:
«Si Lady Macbeth viviera hoy en día, diría que todo lo que habría de hacer sería “ser psicoanalizada”, a fin de liberarse de ese “falso sentimiento de culpabilidad”. Pero a la conciencia no se la puede engañar, ni silenciar, ni acallar tan fácilmente.»
Sí, en una mala conciencia no es posible la alegría.
Alimbau, J.M. (2001). Palabras para la alegría. Barcelona: Ediciones STJ.
— ¡Qué triste es ver esto!
Lady Macbeth le aconseja:
— No te fijes tanto en eso... De estas cosas no hay que preocuparse; si no, nos volveremos locos.
Macbeth, dice a su esposa:
— Me parece que he oído una voz que gritaba: ¡Macbeth ha asesinado al sueño...! ¡Macbeth no dormirá más...!»
La señora Macbeth le dice a su esposo:
— Ve a buscar agua y lávate de las manos este sucio testigo.»
Macbeth responde:
—Me da miedo pensar en lo que he hecho...
Ella dice:
— Dame los puñales... Teñiré con sangre la cara de los criados, pues debe parecer culpa suya...
Al regresar, ella dice a su esposo.
— Mira, también mis manos son ya de tu color... Un poco de agua nos limpiará de esta acción. ¿Y ves, pues, qué fácil.
¡Vana pretensión! Quienes ha obrado el mal, la injusticia; quienes han vertido sangre inocente han hecho llorar... creen que, evitando pensar en su culpabilidad, despreocupándose del daño hecho, de la acción perpetrada y con sólo limpiar externamente la sangre de sus manos ya han quedado limpios, ya han purificado su conciencia... y que podrán dormir tranquilos y en paz.
En el drama de Shakespeare y en la realidad ocurre que: mientras duerme la esposa de Macbeth, su conciencia está despierta. De día y de noche repite sin cesar:
«¿Nunca estarán limpias estas manos mías? Siento en ellas el olor de sangre tibia... Todos los perfumes de Arabia no las perfumarán.»
Finalmente, Lady Macbeth desarrolla en sí una compulsión neurótica que la induce a lavarse las manos muy a menudo y durante un cuarto de hora seguido... en vez de lavar, de purificar su interior, su conciencia que no deja de gritar, de acusar...
El norteamericano Mons. Fulton Sheen ha dicho que:
«Si Lady Macbeth viviera hoy en día, diría que todo lo que habría de hacer sería “ser psicoanalizada”, a fin de liberarse de ese “falso sentimiento de culpabilidad”. Pero a la conciencia no se la puede engañar, ni silenciar, ni acallar tan fácilmente.»
Sí, en una mala conciencia no es posible la alegría.
Alimbau, J.M. (2001). Palabras para la alegría. Barcelona: Ediciones STJ.
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