Domingo, 22 de diciembre de 2024

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Volver a Misa. Dios esta allí

Volver a Misa. Dios está allí

por Un alma para el mundo

VOLVER A MISA. DIOS ESTA ALLÍ

                En estos días de la pandemia nos han obligado a cerrar las iglesias y prohibir las Misas públicas. La Jerarquía, de acuerdo con la norma de prudencia sanitaria, dispensó del mandamiento de ir a Misa presencial los domingos, y recomendó que se siguiera ESPIRITUALMENTE por los medios de comunicación. La Comunión espiritual es un DESEO de recibir a Jesús, aunque materialmente no lo recibas por los motivos que todos sabemos. Pero una vez que ha pasado el peligro, como ocurre en una guerra o persecución religiosa, nuestro deber de estar con Dios presencialmente, sigue en vigor. No podemos quedarnos en la comodidad de seguir la Misa desde el sofá de casa. El señor está ahí y te llama. La Eucaristía no es un Sacramento virtual, es una presencia real. Y si podemos ir a su encuentro no valen escusas y acomodaciones interesadas. No nos dejemos engañar. Para los que pasamos a la fase 1 resulta que a las terrazas y restaurantes pueden acceder el 50% de su capacidad, a las iglesias solo el 30%. No creo que existan mas virus en los templos que en los bares.

  Copio parte de unas interesan tes declaraciones del Cardenal Muller sobre el tema que nos ocupa: Muchos, también entre los sacerdotes y obispos, se están dando cuenta de que se corre el riesgo evidente de confundir el sentido de la liturgia con toda esta proliferación de misas televisadas y en streaming. Estas formas no pueden ser consideradas una sustitución de la misa. Ciertamente, si estás en la cárcel o en un campo de concentración o en otras circunstancias excepcionales, se puede participar espiritualmente en la Eucaristía, pero no es una situación normal. Dios nos ha creado alma y cuerpo. Dios ha acompañado a su pueblo en la historia, lo liberó realmente de la esclavitud de Egipto, no fue una liberación virtual. Jesús, hijo de Dios, se hizo carne, y nosotros creemos en la resurrección de la carne. Por eso, la presencia corporal es totalmente necesaria para nosotros. Para nosotros, no para Dios. Dios no necesita los sacramentos, somos nosotros los que los necesitamos. Dios ha instituido los sacramentos para nosotros. El matrimonio no funciona sólo espiritualmente, se necesita la unión del cuerpo y el alma. No somos idealistas platónicos, no se puede seguir la misa desde casa, salvo en situaciones particulares. No, hay que ir a la iglesia, reunirse con los demás, comunicar la Palabra de Dios. Todo el vocabulario de la Iglesia nos indica esta necesidad: la Sagrada Comunión; comunión es convenir; la Iglesia es el pueblo de Dios convocado, junto. Dice el salmo: «Ved qué dulzura, qué delicia, convivir los hermanos unidos».

Hay teólogos y obispos que opinan que la Eucaristía está sobrevalorada, que no es necesaria la misa dominical. Hay también un obispo y teólogo como Víctor Fernández que presume de ser el ghost writer del papa Francisco, que sostiene que el deber de ir a misa el domingo es un mandamiento introducido por la Iglesia. Es otro ejemplo de la desastrosa formación teológica. El tercer mandamiento tiene fundamento en el derecho divino: obliga a los judíos a santificar el día del Señor. Para nosotros, cristianos, es el día de la Resurrección. Es también el mandamiento de Jesús: «Haced esto en memoria mía». Y dice san Pablo: «Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor» (1 Cor 11, 26). Esta es la representación real y sacramental de la muerte salvífica de Jesús y de su resurrección. En la misa participamos en el misterio pascual. El Concilio Vaticano II lo dejó muy claro en la Sacrosanctum Concilium y en Lumen Gentium (n. 11). Y, sin embargo, hay obispos que dicen que algunos fieles están demasiado obsesionados por la Eucaristía. Es absurdo. La Eucaristía es la única verdadera adoración de Dios por medio de Jesucristo. No es una entre las muchas formas de liturgia; y, en cambio, todas las formas de la liturgia tienen en la Eucaristía la razón de su existencia. Todo recibe fuerza y consistencia de la Eucaristía.

 

La Casa de Dios se abre de nuevo. Con las debidas precauciones vayamos a su encuentro buscando, no solo la salud de cuerpo, sino igualmente la del alma. Salud del alma, suena realmente hermosa esta idea, pero ¿de qué va y cómo puede ayudarnos durante nuestro proceso de crecimiento personal?

La salud del alma nos habla de una vida más realizada, que pueda ser vivida desde la abundancia de amor, y nos enseña a desprendernos de nuestros miedos – conscientes e inconscientes-, para reconocer nuestro espíritu a niveles que difícilmente hemos llegado a imaginar y así, conseguir paz y felicidad.

La salud del alma es volver a nuestro origen, a casa. Es un camino que nos guía necesariamente a identificar y recuperar nuestra identidad real – la  auténtica -, el Yo soy carente de miedos que hemos ido creando a lo largo del camino que recorremos (http://www.supercoaching.es/salud-del-alma-vida-plena/)

            Nos veremos en la Casa de Dios, en la casa de todos

Juan García Inza

Juan.garciainza@gmail.com

 

 

 

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