Del hijo del capitán asesinado en Paracuellos que perdonó a Carrillo
por Luis Antequera
Me honro con la amistad del Comandante Julián Delgado, quien bajo el título “Morir en Paracuellos. Memoria íntima sin odio” [1], escribió la historia de su padre, el Capitán Grato Julio Delgado Pariente, uno más del millar largo de personas asesinadas en Paracuellos como consecuencia de la primera saca de la cárcel modelo durante la madrugada del 6 al 7 de noviembre de 1936, -fecha cuyo setenta y tres aniversario conmemoramos hoy-, sin juicio previo y por el solo delito, en su caso, de ser militar (retirado por cierto), como otros lo fueron por ser sacerdotes, otros por ser católicos, otros por pertenecer a determinados partidos políticos, etc..
Lo que singulariza el caso de Julián Delgado, es que al comenzar ese período de la historia española que se da en llamar la Transición, consideró su deber aportar su granito de arena a la reconciliación de los españoles perdonando públicamente mediante carta personal, a quien para muchos, y para él también al menos de manera indirecta (págs. 346-354 de su libro), es el responsable de aquellos hechos, el entonces Secretario General del Partido Comunista de España, Santiago Carrillo Solares. En esa carta le decía:
“[...] Por lo que a mí respecta, puedo decirte que la memoria de mi padre ha sido para mí motivo de profundo respeto y su muerte siempre me ha servido de ejemplo. Quizás por ello tengo suficientes razones para, en su nombre y en el mío, perdonar y olvidar la parte de responsabilidad que en ella puedas haber tenido, convencido de que esa es la mejor manera de honrar su memoria e intentar hacer una España como él, sin duda, al pie de la fosa de Paracuellos la soñó: sin odios, sin rencores, respetándonos unos a otros en la seguridad de que es posible amar a nuestra patria desde distintos puntos de vista [...]” (pág. 325).
No voy a profundizar en la espinosa cuestión de si Julián Delgado hizo bien perdonando a Santiago Carrillo. Si diré que yo no lo habría hecho jamás, y que más bien milito en la onda de aquel comandante de una línea aérea que, sabedor de que Carrillo volaba en la aeronave que pilotaba (cito de memoria la historia que me relatara mi suegro, hombre de honor y testigo presencial del evento), tomó el altavoz de la misma para informar a sus pasajeros poco antes de aterrizar en Barajas de lo siguiente:
“Sobrevolamos Paracuellos del Jarama, ciudad madrileña en la que a finales de 1936 se producía el asesinato de varios miles de españoles, entre los cuales el padre de quien les habla a Vds.. El responsable de esos asesinatos, Santiago Carrillo Solares, vuela con nosotros”.
Si sé, porque así se lo he oído decir al Comandante Delgado, que para realizar el gesto que realizó, tomó en consideración las especiales circunstancias del momento histórico que vivía España, como sé también de su decepción ante la deriva que ha tomado la reivindicación de la memoria de la Guerra Civil desde que ocupa la Moncloa el nieto del Capitán Lozano. Me pregunto, posiblemente también Julián, si de haber concurrido las actuales circunstancias, habría escrito y firmado el 6 de enero de 1977 la carta que escribió.
Como quiera que sea, de acuerdo o no con él, convengamos, cuanto menos, en que Julián Delgado dio un formidable testimonio de aquello que se oyera proclamar alguna vez en tierras palestinas:
“Habéis oído que se dijo: “Ojo por ojo y diente por diente” Pues yo os digo: no resistáis al mal; antes bien, al que te abofetee en la mejilla derecha ofrécele también la otra; al que quiera pleitear contigo para quitarte la túnica déjale también el manto; y al que te obligue a andar una milla vete con él dos. [...] Habéis oído que se dijo: “Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo”. Pues yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan” (Mt. 5, 38-44).
[1] “Morir en Paracuellos. Memoria íntima sin odio”. Julián Delgado. Colección Libros Abiertos. Editorial Sepha. Octubre 2008.
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