¿Entendemos a los homosexuales?
Creo que para comprender bien lo que está pasando en nuestro mundo, es necesario explicar breve y sencillamente lo que se ha dado en llamar “ideología de género”. Éste es un blog largo. Porque hay cosas que no se pueden expresar con tres palabras. Si no puedes leerlo entero hoy, lee un capitulillo cada día. Pero no lo dejes; puede darte mucha luz, y puede ayudarte a que ayudes tú a otros…
I. Puntos de partida.
La ideología de género tiene tres puntos de partida: la lucha contra la discriminación de la mujer, la legitimación de las tendencias LGTBI y la revolución sexual.
1. La lucha contra la discriminación de la mujer.
No es necesario señalar que la mujer ha estado en algunos ámbitos discriminada, sometida al hombre, etc. Esta preponderancia histórica e ideológica del hombre sobre la mujer ha sido llamado “machismo” por la ideología de género. Según esto, la desigualdad entre hombre y mujer es la que ha dado lugar a esta discriminación. Por eso, se exalta la igualdad entre el hombre y la mujer, pero no llevándola sólo al ámbito de la dignidad, de los derechos y de lo social, sino al ámbito de la naturaleza. Si negamos la diferencia entre el hombre y la mujer, y decimos que son iguales, ya no habrá discriminación por causa del sexo. Aquí tenéis un video que explica esto de un modo sencillo.
2. La legitimación de las tendencias LGTBI.
Algunas personas no se sienten identificadas con su genitalidad, o sienten atracción por personas del mismo sexo. Así, la ideología de género va acuñando diferentes términos que intentan subsumir toda la variedad de tendencias. Homosexualidad, para designar hombres y mujeres que se sienten atraídas por personas del mismo sexo. Transexuales para personas que sienten que su genitalidad no corresponde con una identidad masculina o femenina. Bisexuales para aquellos que se sienten atraídos por personas del mismo o diferente sexo. Intersexuales para las personas que nacen con características masculinas y femeninas. Toda esta variedad, unida a la discriminación que han sufrido durante mucho tiempo, lleva a la ideología de género a querer que se perciban estas diferentes formas como igualmente legítimas.
3. La revolución sexual.
La revolución sexual quiere romper todos los tabúes respecto al sexo, y lo proclama como un medio inigualable de placer que se ha de usar libremente y sin condicionamientos. Después del estallido de la revolución sexual se produce una disociación entre sexo y fecundidad/amor/compromiso. Esta disociación se va ampliando hasta alcanzar también a las personas LGTBI, que también quieren que se rompa todo tabú respecto al uso de la sexualidad y su concepción, para que pueda vivirse de un modo totalmente libre y sin condicionamientos.
II. Definiciones
La ideología de género establece una cuádruple disociación en el ser humano: el sexo biológico, la identidad de género, el rol de género y la orientación sexual. Estos nombres pueden variar, pero hacen alusión a cuatro realidades vividas de un modo disociado.
1. El sexo biológico. Hace alusión al cuerpo con el que se nace. Uno puede tener cuerpo de hombre o cuerpo de mujer; o también nacer intersexual y después decidir si quedarse así u optar. Para la ideología de género, no es el cuerpo el que te define como hombre o mujer u otra realidad, sino la identidad de género.
2. La identidad de género. Para la ideología de género, la identidad de género es la identidad que siente la persona y que puede coincidir o no con el sexo biológico. Así, un nacido con cuerpo de hombre puede sentirse hombre, o puede sentirse mujer. En el primer caso, la ideología de género lo considera cisgénero, y en el segundo, transgénero. Hay otros términos que se van abriendo camino y pretenden ser vías a medio camino entre el cisgénero y el transgénero.
3. El rol de género. Según la ideología de género, el rol social de hombre o mujer no es natural ni biológico, sino que viene impuesto por la sociedad que ha atribuido determinadas características al que tiene cuerpo de hombre o cuerpo de mujer. Eso que la sociedad dice que define a un hombre, es el rol de género. El movimiento LGTBI quiere acabar con esa imposición social del rol de género impuesto a la persona por su sexo biológico para permitir que pueda elegir su identidad de género. Veámoslo con un ejemplo. Fernando nace hombre, pero se siente mujer, y sin embargo la sociedad le asigna una serie de características que considera propias de hombres: que no juegue con muñecas, que sea masculino y que le gusten las chicas. En ese caso, dice la ideología de género, se está imponiendo a Fernando un rol de género que no corresponde con su identidad de género y por tanto se le está impidiendo aceptar y expresar su verdadera identidad.
4. La orientación sexual. Según la ideología de género, la orientación sexual señala hacia qué colectivo se siente atraída la persona, y resumidamente, se pueden señalar tres: heterosexual, homosexual y bisexual. Al heterosexual le atraen las personas del sexo opuesto, al homosexual le atraen las personas del mismo sexo, y al bisexual le atraen las personas de ambos sexos. Se siguen acuñando palabras para intentar definir nuevas orientaciones sexuales, que poco a poco se van abriendo camino, por ejemplo pansexual, demisexual, antrosexual, etc.
Según esta división, como se puede ver, las combinaciones pueden ser múltiples. Pero además, cada vez más voces hablan del género fluido, haciendo alusión a que el género no es algo definitivo, sino que puede ir variando según la libertad de la persona o las circunstancias.
III. Lucha social e ideológica
Todo este sistema está al servicio de la legitimación de las tendencias sexuales no tradicionales. Se establece todo este sistema de pensamiento para enmarcar en él todas las posibilidades y normalizarlas, en un mundo donde no se consideran normales. La finalidad de esta ideología, por tanto, es doble, una de cara a la personas que tienen tendencias LGTBI y otra de cara a la sociedad.
1. Hacia las personas que tienen tendencias LGTBI.
Muchas personas que tienen estas tendencias sienten un rechazo inicial hacia esa confusión de identidad o de orientación sexual. Según la ideología de género, esto se debe a que la sociedad impone un rol de género que reprime a la persona y le impide aceptarse y expresarse como es. Piensan que establecer la ideología de género hace que estas personas no sientan ese rechazo hacia lo que sienten y lo puedan aceptar normalmente para vivirlo libremente. Si se normaliza que existen múltiples posibilidades y se acaba con el rol de género, las personas con estas tendencias lo vivirán normalmente, sin represiones ni remordimiento de conciencia.
2. Hacia la sociedad.
Las personas que tienen tendencias LGTBI normalmente han experimentado un rechazo por parte de la sociedad, en forma de violencia, exclusión, etc. Según la ideología de género, esto ha sucedido por la imposición del rol de género, que hace que se vea la tendencia LGTBI como algo antinatural, que ha llevado a esas personas a reprimirse u ocultarse. Así, imponer la ideología de género puede hacer que desaparezca la conciencia social de rol de género, y se vea como normal la tendencia LGTBI, de modo que las personas que la sienten puedan aceptarla y expresarla, sintiéndose aceptados e integrados.
Como se ve, la ideología de género no tiene fines maléficos o retorcidos, sino que parte de personas heridas que sufren y han sufrido, y que están buscando su propia identidad, y la aceptación y la integración que necesitan como personas. Sin embargo, en las formas que se están usando para imponer esta ideología, sí que puede haber ciertos dejes de manipulación ideológica. Asimismo, es necesario ir a la base de esta ideología, no para combatirla ni para fomentar odio o exclusión, sino para ver si efectivamente concuerda con la antropología, ya que, de no ser así, esa búsqueda de identidad podría estar condenada al fracaso si no se basa en la verdad del ser humano.
IV. Antropología e identidad.
La ideología de género no es un enemigo contra en que tengamos que luchar. Más bien hemos de hacer una lucha conjunta para encontrar la identidad del ser humano. La gran incógnita de todo tiempo ha sido esta: ¿quién soy realmente yo? La gran crisis de nuestro tiempo es, sin duda, una crisis de identidad, pero no sólo de cada hombre, sino de la humanidad en su conjunto, que olvida sus raíces y por lo mismo olvida quién es. Como una amnesia global.
1. Nuestras raíces.
¿Cuáles son nuestras raíces? Todas las culturas antiguas y todas las manifestaciones religiosas lo han expresado del mismo modo: hemos sido creados, somos criaturas; no nos hemos dado el ser ni hemos elegido venir a la existencia, no hemos elegido nuestras características psico-biológicas ni el momento o el lugar en el que venir a la existencia. Estamos referidos a otro, que nos da el ser. De un lado, esos otros que me dan el ser, son mi padre y mi madre; y de otro lado, ese otro que da el ser es Dios. Él es el creador de la humanidad, que continúa llevando hacia delante su creación mediante la cooperación del hombre y de la mujer. En esta perspectiva, yo soy una obra de arte de Dios, diseñada por Él y perfilada, tal y como soy. Como criatura, el camino de mi vida se realiza aceptando como un regalo quién soy y mi propia existencia, mirando al creador para poder comprender quién soy. Y viendo que Él me ha regalado la libertad para elegir quién quiero ser.
2. La ruptura interior.
Sin embargo, esa libertad del hombre le ha llevado a apartarse de Dios y a buscarse a sí mismo, desconfiando de la bondad del creador y yendo en contra de su voluntad. Es la realidad del pecado, que rompe la comunión del hombre con Dios, con los demás y consigo mismo. El pecado tiene consecuencias catastróficas, pues aparta al hombre de su Creador, y entonces el hombre ya no tiene un referente para comprenderse y aceptarse, y para comprender y aceptar a los demás como hermanos. Y comienza una búsqueda desaforada de sí mismo hacia fuera de sí mismo, pero dando la espalda al espejo que podría mostrarle su verdadera identidad.
Entonces el hombre se divide por dentro, se desintegra, al olvidar a quien le ha creado y a quien da cohesión y coherencia a su ser. Y se divide por dentro, y se rompe. Entonces los demás se convierten o bien en espejos donde me busco a mí mismo, o bien en rivales que no me dejan ser quien soy; pero en ningún caso en hermanos, hijos del mismo Padre. La pérdida de nuestras raíces, de nuestra conciencia de creaturalidad, nos ha llevado a una disgregación en la cuál queremos autodeterminarnos negando nuestra naturaleza, por pensar que el camino para saber quién soy es elegir quién quiero ser al margen de mi condición de creatura; y en relación con eso, queriendo que los demás me acepten y me reflejen en esa elección.
3. ¿Por qué esa ruptura?
Sin embargo, una antropología sana es la antropología que ayuda al hombre a integrarse y a sanar esas divisiones internas que todos tenemos. Todo nacemos con heridas emocionales, habitualmente causadas por las personas de nuestro entorno más cercano; esas heridas generan en nosotros carencias, y esas carencias disgregan nuestro interior. Nuestros padres no son perfectos, y aunque muchas veces nos educan lo mejor que saben, hay veces que sus propias heridas o defectos hacen que nos causen heridas a nosotros. Que nos sintamos rechazados, o excluidos; que sintamos rechazo hacia nuestra sensibilidad, o que no nos aceptemos como somos, por ejemplo. Esto influye también en la aceptación de nuestra identidad sexual.
4. Una antropología disgregadora.
Somos una unidad de cuerpo y alma. Sin embargo hoy muchas veces se vive un dualismo: una cosa es mi cuerpo y otra mi verdadero ser. Esto responde a una antropología disgregada. Y es lo que da lugar a la ideología de género. Cuando tengo esa ruptura interior y en lugar de buscar la integración trato de justificar la desintegración, me abro un camino de permanente insatisfacción y búsqueda de mí mismo. Esa búsqueda nunca terminará hasta que abrace la verdad de mi ser, que es una unidad de cuerpo y alma: mi cuerpo expresa mi verdadero ser. Si un hombre se ha sentido profundamente herido por su padre y siente un rechazo inconsciente hacia su masculinidad, será muy difícil que se mire en el espejo de su padre para poder aceptar su masculinidad. En este ejemplo es como si el padre biológico se interpusiera entre el hombre y Dios y le impidiese ver en Dios el reflejo de lo que está llamado a ser. Y eso hace que le sea muy difícil aceptar su identidad.
5. Sanación interior e integración.
Por eso es necesario un camino de sanación interior para todos, porque todos tenemos heridas. Ese camino de sanación interior va encaminado a unificar nuestro ser disgregado y a que podamos aceptar nuestra identidad, reconocer quiénes somos y aceptarlo, y construir desde ahí quiénes queremos ser, pero sin negar la identidad con la que hemos venido a este mundo. La nueva Ley aprobada en Madrid considera delito muy grave la promoción o realización de terapias de aversión o conversión con la finalidad de modificar la orientación sexual de una persona con tendencia LGTBI, sin que sea relevante para incurrir en este delito el consentimiento de la persona. Ésta formulación muestra que quienes han redactado esta Ley han comprendido insuficientemente el esfuerzo que algunos están haciendo para ayudar de otra manera a personas que tienen tendencias LGTBI.
En efecto, no sé si existen terapias de “conversión”. Lo que yo conozco son terapias que ayudan a las personas a sanar sus heridas emocionales, como todas las terapias. Y muchas veces esas heridas tienen que ver con la aceptación de la identidad. Y como consecuencia de una terapia, la persona puede aceptar su identidad y su historia, y así sanar sus heridas y volver a integrarse. Esa es la finalidad del camino interior, o bien personal o bien acompañado: la sanación y la integración. Así es como vivimos una antropología sana y unitaria que conduce al hombre a una verdadera plenitud. Si te queda tiempo, te recomiendo leer la nota de algunos de los obispos de Madrid sobre esta nueva Ley.
6. La disyuntiva: ¿antropología disgregadora o unificadora?
Sin embargo, una antropología que olvida las raíces, que niega la identidad, que legitima la disgregación y que proyecta hacia el exterior su propia lucha interna de aceptación no es una antropología sana que conduzca al hombre a un camino de plenitud. No lo puede ser. Y en las formas muchas veces violentas o manipulativas que adquiere esta ideología se puede constatar.
Sin embargo, a la luz de esta antropología sana, podemos decir que el sexo biológico y la identidad de género coinciden. Podemos decir que el rol de género ha de ser purificado de muchas cosas que no corresponden a la igual dignidad entre hombre y mujer; pero también debemos decir que la diferencia entre hombre y mujer es evidente, y que sólo esta diferencia puede conducir a una complementariedad real entre ambos. Sí es necesario asumir y aceptar estas diferencias, en el marco de la igual dignidad y de la complementariedad. Y podemos decir también que la orientación sexual también está unida a la identidad, pues el yo se abre a un tú que le complementa, que le completa. Si no hay diferencia no hay complementariedad; y si no hay complementariedad, no puedo estar completo. El otro sexo es diferente a mí, tanto en lo biológico como en lo interior, y por eso me puede complementar.
Muchas veces para conseguir esta integración es necesario un camino de sanación interior, que me permita tomar conciencia de mi historia y de mis heridas, y que me permita ir más allá de ellas para conocerme, comprenderme y aceptarme en mi verdad, sin negar lo que soy y sin dejar que mis heridas me determinen. Este camino es difícil, es cierto, pero es el camino que uno tiene que hacer para crecer.
V. Conclusión.
Escribo desde aquí con todo el respeto hacia las personas que sienten tendencias LGTBI, de las cuales conozco a unas cuantas; y escribo con muchísimo amor hacia todas las personas, especialmente hacia las que se han sentido profundamente heridas. Y desde ese amor debo proclamar la verdad sobre la naturaleza humana, porque pienso que es el camino hacia la verdadera plenitud. Y a los que quizá admiten dudas respecto de los planteamientos de esta nueva ideología, les invito a recuperar la sana antropología, es decir, la verdad sobre la naturaleza humana, inscrita en nuestros genes, en nuestra carne. Es necesario, es urgente, que nos volvamos a Dios. Él es el diseñador de la naturaleza humana, y por tanto Él es quien puede mostrarnos su verdad más profunda y el camino de nuestra verdadera plenitud. Por así decir, Él tiene el libro de instrucciones que nos permite comprender nuestro propio corazón y nuestra cabeza, y aprender a utilizarlos. Sólo Él tiene la gracia que nos permite sanar nuestra naturaleza herida y disgregada. Y sólo Él tiene el poder de recordarnos que todos somos hermanos, y que nuestra vida, cada vida, nuestra identidad, cada rasgo de nuestro ser, merece la pena, y podemos aceptarlo con gratitud.
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