Antífona de comunión TO-XXX.1/Salmo 20 (19),6
por Alfonso G. Nuño
Que podamos celebrar tu victoria y en el nombre de nuestro Dios alzar estandartes (Sal 20 (19), 6).
La Eucaristía es el memorial del misterio pascual del Señor, por tanto, de su victoria sobre el pecado, el mal y la muerte. La Resurrección de Cristo no es ni una leyenda ni un mito, sino un hecho histórico. No es algo cuya realidad dependa de nuestra voluntad; ante el anuncio de los testigos, al hombre lo que le cabe por gracia es acoger con fe.
Pero la celebración de su victoria tampoco está en nuestra mano. Por ello, ante Jesús dándosenos en la comunión, pedimos al Padre poder celebrar su triunfo y hacerlo en la mayor plenitud que podamos en esta vida. No solamente asistiendo a la celebración eucarística el domingo, el día de su victoria, de su Resurrección, sino pudiendo y queriendo comulgar. Y no simplemente poder hacerlo, sino deseando que esa comunión lo sea en tal pureza de corazón, tan limpiamente ordenada a su servicio y alabanza, que la voluntad, elevada por la caridad, sólo y totalmente haga eso: comulgar en su victoria.
Mas la Resurrección, siendo un hecho del pasado, no es un hecho histórico como los demás, de los cuales solamente nos llegan desde el ayer los ecos del acontecimiento. Pedir poder celebrar su victoria en la comunión con su misterio es pedir la participación no simplemente en los frutos del resultado de su combate, sino pedir crecer en la participación de la misma lucha, poder combatir con Él codo con codo, para estar, con júbilo y en nombre de Dios, pues es Él quien nos da la victoria, en el gozo del Señor Resucitado, en su victoria. En palabras de S. Ignacio deLoyola puestas en la boca del Rey Eternal: “Quien quisiere venir conmigo ha de trabajar conmigo, porque, siguiéndome en la pena, también me siga en la gloria”.
La Eucaristía nos da el atrevimiento de pedir entrar cada vez más en el combate de una victoria que tuvo lugar sin nuestro concurso y de la cual participamos desde nuestro bautismo.
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