Jueves, 21 de noviembre de 2024

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Relaciones sexuales: ¿Para qué esperar?

Relaciones sexuales: ¿Para qué esperar?

por Daniel Torres Cox

Si nos vamos a casar, ¿por qué no tener relaciones sexuales? Un día antes o un día después del matrimonio, ¿qué cambia? Si el amor es el mismo, ¿para qué esperar? Son preguntas que muchos jóvenes se hacen frente a la espera que se les propone de cara al sacramento del matrimonio. La intención de este post no es la de dar razones por las cuales es conveniente esperar, sino explicar el sentido de una relación sexual en el matrimonio. Como se verá a continuación, un día antes o un día después del sacramento del matrimonio, la diferencia es abismal.

El sacramento del matrimonio

Todo sacramento es un signo sensible que transmite la gracia. Es decir, se trata de una acción que realiza el ser humano que tiene como consecuencia que se intensifique la presencia de Dios en la persona que la recibe. Los sacramentos, pues, ayudan a que el ser humano se una más a Dios, se haga más amigo de Dios, se haga más santo. Esto ocurre también con el sacramento del matrimonio.

Al unirse en matrimonio, dos personas reconocen que han sido llamadas por Dios para salvarse juntas: “Si no estoy contigo, no llego al cielo.” El sacramento del matrimonio implica que la búsqueda de la santidad deja de ser personal, y empieza a ser de a dos. 

La celebración del matrimonio

Contrario a lo que se puede pensar, el sacramento del matrimonio no se termina de celebrar después del “Sí” dado mutuamente en la iglesia. En efecto, las acciones que se requieren para que el matrimonio se dé de manera perfecta son dos. En primer lugar, la celebración religiosa, cuyo corazón está en la promesa de un amor exclusivo, incondicional, hasta la muerte y fecundo que se hacen mutuamente los esposos. Pero ese matrimonio todavía no está completo: falta el segundo momento, que es la consumación —la primera relación sexual después de la celebración—. Sólo con ella el matrimonio queda perfectamente configurado.

Consumar es realizar algo de modo completo, de modo perfecto. En la iglesia, cada uno de los esposos declara que le entrega toda su persona a su cónyuge, a la vez que recibe el don que la otra persona le hace de sí. Con la primera relación sexual, se hace efectiva esa entrega, se sella la promesa. Y así, con sus cuerpos, los esposos pronuncian las mismas palabras que las que intercambiaron durante la celebración, que son las del lenguaje del amor que los une. Y siendo que el sacramento del matrimonio se consuma con la primera relación sexual, ésta también participa de esa primera gracia que Dios infunde sobre los esposos.

Un sacramento permanente

El matrimonio no se agota en la celebración, sino que el amor de donación que mutuamente se prometen los esposos está llamado a renovarse —con palabras y gestos— todos los días. De ahí que se puede decir que el matrimonio supone una vida de mutua donación, un estado de donación permanente. Y como se trata de un sacramento, todo acto de entrega, todo acto de amor, es fuente de gracia para los esposos y los ayuda a crecer en santidad, pues actualiza el amor y la entrega de Cristo por su Iglesia. Incluso los gestos más pequeños dentro del matrimonio —como llevar el desayuno a la cama—, hechos con amor, son fuente de gracia para ambos. Esto se aplica también al mundo de la sexualidad.

En efecto, en la medida que la relación sexual entre los esposos es expresión de ese amor de entrega, de ese amor de donación, esa relación es fuente de gracia para ambos, y los ayuda a crecer en santidad. Esto es precisamente lo que cambia con el matrimonio: toda la vida matrimonial —también la dimensión de la sexualidad— se ordena a hacer más presente el misterio de Dios en la vida de los esposos. “Después de una relación sexual, somos más santos, estamos más cerca de Dios.” Esto pone a algunos esposos frente a interrogantes que de ninguna manera se plantearían durante el noviazgo, como: “¿Tendríamos relaciones sin estar en gracia?” La diferencia entre el antes y el después del matrimonio es, pues, abismal. Y se trata de algo que pueden vivir todos los que aspiran a llegar alguna vez al matrimonio, ya sea que hayan tenido relaciones antes o no. Lo importante es que decidan si esto es algo por lo que vale la pena luchar juntos.

Publicado originalmente en AmaFuerte.com.

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