Sábado, 23 de noviembre de 2024

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Desterrado, y preocupado por las vocaciones sacerdotales (1)

por Victor in vínculis

El martes 8 de septiembre de 1931 El Castellano publica una extensa carta sobre el tema de las vocaciones que el Cardenal Pedro Segura y Sáenz fecha, una vez más, en el Santuario de Belloc, el 15 de agosto de 1931. Lleva por título:

Carta de Su Eminencia Reverendísima sobre las vocaciones sacerdotales

El Cardenal Arzobispo de Toledo a los alumnos del Seminario y a sus familias:

Muy amados hijos: desde la soledad del destierro, que en días de intranquilidad y de prueba se hace todavía más penosa y triste, nuestro pensamiento y nuestra preocupación se ha dirigido principalmente a vosotros, que sois objeto particular de nuestra vigilancia y de nuestras predilecciones particulares.

Tiene el pastor puesta su esperanza en los corderos de su rebaño, y a ellos dedica todos sus desvelos; y cuando el peligro acecha a su grey, los toma en sus brazos y los salva a todo trance, aun con riesgo de su propia vida.

Cuando en aquellos días luctuosos, que recordará siempre con dolor la Iglesia española, todo hacía temer desmanes y atentados contra lo más sagrado, fue nuestra primera preocupación el Seminario.

Puestos a salvo, al abrigo de los muros tutelares de vuestro propio hogar, continuasteis siendo motivo constante de nuestras inquietudes y de nuestra solicitud.
Y queremos hacer constar que, con vuestra conducta ejemplarísima y con vuestra ferviente piedad, habéis sido también el motivo de nuestros mayores consuelos en estas horas tristes.

El Sr. Rector del Seminario ha tenido la delicada atención de comunicarnos cartas que espontáneamente le habéis escrito, las cuales son tan alentadoras y revelan una vocación tan firme en estos tiempos tan azarosos, y un espíritu eclesiástico tan escogido en medio del ambiente de impiedad que en todas partes se respira, que queremos dejar aquí consignadas, para general edificación y estimulo, algunas frases entresacadas de esa correspondencia epistolar de alumnos de todos los cursos.

No dudamos que, al esparcirse por toda la Archidiócesis, y aun por fuera de ella, vuestros sentimientos, expresados con sencillez en la intimidad de unas confidencias, difundirán por todas partes el “bonus odor Christi”, “el buen olor de Jesucristo”, de que hablaba el Apóstol San Pablo (2Co 2,15) y que aromatizará con su fragancia a la Iglesia de España.


   [Foto de grupo en el claustro del Seminario Conciliar de Toledo]

DE VUESTRA CARTAS

En la imposibilidad de transcribir íntegramente todas vuestras cartas, solo reproduciremos algunos de sus párrafos, que suficientemente demuestran el espíritu que, con la gracia de Dios, los beneméritos superiores y profesores han sabido comunicar a los futuros sacerdotes de la Archidiócesis.

«Empiezo por decirle que, al recibir las notas, aunque son buenas, no me han causado la alegría que sueles producir estas buenas noticias; porque, ¿cómo vamos a reír, cuando nuestro Padre amantísimo, el señor Cardenal, llora? ¿Cómo vamos a alegrarnos, cuando nuestra Madre la Iglesia está dolorida y triste ante los funestos acontecimientos pasados y los que la esperan? Tristes son para España y más particularmente para la Iglesia, los momentos actuales; pues, si lo consideramos atentamente y Dios no lo remedia, podemos adivinar muchas cosas lamentables».

Esto no obstante, «las funciones religiosas parece que ahora se hacen con más fervor; el templo se ve más concurrido que nunca, más comuniones y más hombres. Hasta ahora, gracias a Dios, no se ha omitido ningún culto exterior, y este año la procesión del Corpus ha sido como nunca; las señoras, vestidas de luto, han ido con un recogimiento edificante; pero lo que más emocionaba, era el ver las filas de los hombres, que otras veces no han ido y ahora entonaban fervorosos y emocionados el Himno Eucarístico, y que, al entrar en el templo, estallaron en vítores a Cristo Rey; y todos llorando, hombres y mujeres, pedíamos por la salvación de España… Pero a pesar de tanto fervor, los enemigos son peores, pues se atreven a insultarnos en nuestra propia cara, y trabajan con burlas y hasta con amenazadas por apartar las alamas de la religión: pero con la ayuda de Dios todo será en vano».

«Algunos, muy ignorantes, creen que las circunstancias actuales van a desalentarnos; mas yo les contesto que son un buen combustible para hacer arder más el fuego del amor y entrega total al servicio de Dios. En estos pueblecitos, gracias a Dios, no hay ese mal ambiente que, por desgracia, tanto abunda en otras partes; pero el nuevo orden de cosas, junto con el trato de que es objeto nuestro amantísimo señor Cardenal, causan gran tristeza. ¡Dios lo remedie y ayude!». «Todos los días rezamos a las doce en la iglesia la visita al Santísimo, con las letanías de los Santos y un Credo y una Salve pidiendo la vuelta del señor Cardenal».

«Mi corazón está triste, porque está triste el Corazón de mi amado Jesús. Inútil es enumerar las causas de esta tristeza, pues tan conocidas son de todos. Yo no dejo de orar para que el Sagrado Corazón se apiade de nosotros, y no porque mi corazón está triste me pesa de ser seminarista, no; pues nunca más que ahora he deseado ser sacerdote y no un sacerdote cualquiera, sino un sacerdote conforme a las palabras de Jesucristo: “Si alguno desea ser mi discípulo, etc. ¿Quién, al ver al mundo tan ciego, no desea ver al mundo tan ciego, no desea ser luz del mundo, para hacerle que vea? ¿Quién, al ver que tanto se ofende y lo poco que se ama al Divino Corazón de Jesús, no se mueve a entregarse a Él todo entero, para que siquiera tenga un corazón que le ame?... Yo más que nunca quiero seguir a Jesús; aunque por seguirle tenga que dar mi vida. No me hacen retroceder los tiempos que nos esperan; sino que, por el contrario, me incitan a ser cada vez mejor».

«Mis padres, lejos de oponer se, ven con mucho gusto y agrado que yo emplee el tiempo en repasar y prepararme para los exámenes de reválida, como así lo hago». «Mis vacaciones de este año creo, Dios mediante, aprovecharlas algo más que otros años en ambos sentidos; pues ya se acerca mi ideal de tantos años, y a él quisiera llegar lo suficiente, al menos, virtuosos y trabajador; así podrá Dios servirse más de mí para su mayor gloria».

«Por aquí ya se puede usted figurar que tenemos peligros; y muchos más que en todos los otros años, en el presente, en el cual parece que todas las cosas son satánicas y no de los hombres; mas, con la ayuda del cielo, todo se vencerá, y volveremos una vez más a refugiarnos de las borrascas de este mundo, bajo la tutela de los muros del Seminario».

«Gracias a los granes alientos que nos comunican nuestros fervorosos párrocos y confesores, no siento en mí ningún mal impulso de dejar la carrera sacerdotal. Recordando aquella frase en la cual decía Jesucristo que así como Él era perseguido, así lo sería su Iglesia, se hinche el corazón de valentía para vencer todos los obstáculos que se pongan por delante, pues el cariño de Dios está por encima del de los padres. ¿Y temor?, ¿a qué temer?, ¿a perder esta vida miserable?... Y con esto es suficiente para no temer lo que quiera Dios de nosotros».

«De lo que decía del fomento de vocaciones eclesiásticas, hay poco niños que estén dispuestos a ingresar, pues uno o dos que lo intentaban, se han hecho otra cuenta, por miedo; pero con todo trabajaré por mi parte todo lo que pueda para ver si consigue algo».

«Son las gentes tan caritativas que, por no ver al sacerdote pidiendo el pan, quieren remediarlo procurando que no los haya. Amor que mata, ciertamente, pero así está el mundo… De mí puedo decirle que más de cuatro me han dicho por qué no estudio otra carrerita de más utilidad. ¡Pobrecillos, no saben lo que es utilidad! No me queda otro recurso que decirle cuatro cosas y pedir por ellos; ¡quién sabe si algún día, angustiados por el dolor de la muerte, me han de llamar y clamar para que les absuelva!... Pero Dios nuestro Señor da sus gracias abundantes a los que de veras se las piden, para que con ellas salgamos airosos de todos los peligros».
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