"España por María" (Cardenal Segura)
Carta pastoral de Su Eminencia Reverendísima sobre la fiesta sabatina en honor de la Santísima Virgen
El jueves 6 de agosto de 1931 El Castellano recoge el texto de una sabatina[1] del Cardenal Pedro Segura, fechado un mes antes, el 8 de julio, en el Santuario de Belloc.
El Cardenal Arzobispo de Toledo a nuestro Vicario General, Cabildo Primado, Clero y fieles de la ciudad de Toledo.
Venerables Hermanos y muy amados hijo:
Grande consolación hemos experimentado al saber que seguís acudiendo en gran número y con ejemplarísima piedad, todos los sábados, a tributar a Nuestra Señora, la Santísima Virgen, el homenaje de vuestro afecto filial y de vuestra veneración y rendimiento.
Más aún: tiene esta fiesta familiar, que tan buena acogida encontró entre vosotros desde un principio, un carácter de unión estrecha entre el pastor y su grey, entre el padre y los hijos que, en las actuales circunstancias, la hacen no sólo oportunísima, sino, hasta cierto punto, necesaria.
No es extraño, pues, que contra esta fiesta sabatina, que tantas gracias atrae del cielo sobre esa tan amada ciudad y sobre toda la Archidiócesis, hayan surgido dificultades y hasta insidias, que es necesario repeler con toda energía. Se ha tratado, con diversos pretextos, de impedir esta reunión piadosa, que es el más delicado obsequio que la ciudad mariana por excelencia de Toledo rinde a su Reina y Señora de la Descensión[2] y del Sagrario, presentándola como inoportuna en estos tiempos, y tal vez hasta como peligrosa.
[Esta coplilla puede leerse en la Capilla de la Descensión de la Catedral Primada de Toledo]
Queriendo, pues, prevenir los males que surgirían de toda medida que modificase o suprimiese esta práctica, que la experiencia de largos años de pontificado nos ha demostrado provechosísima las almas, en uso de nuestra autoridad venimos a disponer y mandar, como por la presente carta disponemos y mandamos, que la fiesta sabatina, alabada y bendecida e indulgenciada por Nuestro Santísimo Padre el Papa Pío XI, siga celebrándose en nuestro santo templo primado en la misma forma y a las mismas horas en que se ha venido celebrando desde que la instituimos en esa ciudad, que ha reportado ya de ella copiosísimos frutos.
Es preciso recordar una vez más este propósito, venerables hermanos y muy amados hijos, la doctrina tantas veces inculcada en nuestros días acerca de la mediación universal de la Santísima Virgen. Doctrina que así como es llena de dulces esperanzas y de inefables consuelos, es inspiradora de aliento y de fortaleza en los momentos difíciles de la vida actual de la Iglesia Católica, y en especial de nuestra Iglesia española.
Ciertamente se puede afirmar que la devoción a la Santísima Virgen ha marcado el nivel de nuestras grandezas patrias en el curso de toda nuestra historia. España fue grande por su fe en aquellos días gloriosos en que era Reina absoluta de nuestros destinos nacionales la Santísima Virgen, fervorosamente invocada y constantemente honrada por todas las clases sociales de nuestro pueblo en aquellos celebérrimos santuarios, que son todavía vivos y elocuentísimos testimonios del amor de un pueblo hacia su celestial Reina, y de las misericordias inagotables de la mejor de las madres hacia sus buenos hijos.
[En la Catedral de Toledo. Horas de luz. Instrucciones doctrinales y Conferencia Cuaresmales, durante la Cuaresma de 1928, publicado en Toledo, Imprenta Colegio de María Cristina, 1928]
Nuestros padres, siguiendo el mandato de Nuestro Divino Salvador, “buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura: dominios, prestigio, honor, riquezas, bienestar, orden, paz.
La historia de España en sus siglos de oro se condensa en este lema, que encierra proezas épicas de amor, de fidelidad, de generosidades, de heroísmos: “España por María, María por España”.
Pocos momentos ilustran con luz tan clara como los actuales la verdad histórica de estas afirmaciones, cuando por medio de un contraste dolorosísimo, preciso era reconocer que España no fue fiel a las predilecciones maternales, tan pródigamente derramadas sobre aquel suelo patrio en el que no se ponía el sol. Por eso en el momento en que fue desprendiéndose lentamente de los brazos de tan buena Madre, fue experimentando las consecuencias funestísimas de su propia debilidad, bajando rápidamente el nivel de nuestra grandeza al descender el nivel de nuestra devoción sincera, leal y verdadera a la Santísima Virgen.
No hay más que un camino para la vida, y ese camino es Jesucristo; lo mismo respecto de los pueblos que de los individuos; y no hay más que un camino para Jesucristo, y ese camino es la Santísima Virgen. Hemos de volver, pues, particular y sobre todo colectivamente, a la Santísima Virgen, si queremos volver como pueblo a la verdadera vida.
No es otra cosa que un retorno colectivo a la Santísima Virgen la práctica sencilla de la sabatina, que debiera implantarse, en la forma que se estimases más conveniente, en todos los templos de España.
Diminuta es la semilla; mas puede decirse de ella lo que de la semilla evangélica: que la planta que de ella brota es mayor que las demás plantas.
Buenas, excelentes, laudabilísimas son las devociones felizmente arraigadas en la ciudad a las múltiples imágenes que en ella se veneran de la Santísima Virgen; más es indispensable que estas devociones, para ser eficaces, se nutran de la devoción verdadera a la Santísima Virgen. Fomentar esta devoción es lo que únicamente pretende la fiesta sabatina, que con la gracia del Señor hemos de mantener en nuestra amada Archidiócesis.
Confiemos, venerables hermanos y muy amados hijos, sabiendo que nuestra esperanza no nos engaña: “spes non confundit”. A Dios fácil le es dar la victoria a los suyos, prescindiendo del número de los enemigos. No olvidemos, pues, que “non in multitudine exercitus victoria belli”, que no es en los medios humanos en los que debemos poner nuestra exclusiva confianza, sino que el triunfo de la Iglesia, que desde luego podemos dar por descontado, viene del cielo, y ha de ser la Santísima Virgen la dispensadora de esta gracia.
Presente, venerables hermanos y muy amados hijos, a esos inolvidables cultos, y encomendándonos en vuestra oraciones, de corazón os damos la bendición pastoral.
En el Nombre del +Padre y del + Hijo y del + Espíritu Santo.
El jueves 6 de agosto de 1931 El Castellano recoge el texto de una sabatina[1] del Cardenal Pedro Segura, fechado un mes antes, el 8 de julio, en el Santuario de Belloc.
El Cardenal Arzobispo de Toledo a nuestro Vicario General, Cabildo Primado, Clero y fieles de la ciudad de Toledo.
Venerables Hermanos y muy amados hijo:
Grande consolación hemos experimentado al saber que seguís acudiendo en gran número y con ejemplarísima piedad, todos los sábados, a tributar a Nuestra Señora, la Santísima Virgen, el homenaje de vuestro afecto filial y de vuestra veneración y rendimiento.
Más aún: tiene esta fiesta familiar, que tan buena acogida encontró entre vosotros desde un principio, un carácter de unión estrecha entre el pastor y su grey, entre el padre y los hijos que, en las actuales circunstancias, la hacen no sólo oportunísima, sino, hasta cierto punto, necesaria.
No es extraño, pues, que contra esta fiesta sabatina, que tantas gracias atrae del cielo sobre esa tan amada ciudad y sobre toda la Archidiócesis, hayan surgido dificultades y hasta insidias, que es necesario repeler con toda energía. Se ha tratado, con diversos pretextos, de impedir esta reunión piadosa, que es el más delicado obsequio que la ciudad mariana por excelencia de Toledo rinde a su Reina y Señora de la Descensión[2] y del Sagrario, presentándola como inoportuna en estos tiempos, y tal vez hasta como peligrosa.
[Esta coplilla puede leerse en la Capilla de la Descensión de la Catedral Primada de Toledo]
Queriendo, pues, prevenir los males que surgirían de toda medida que modificase o suprimiese esta práctica, que la experiencia de largos años de pontificado nos ha demostrado provechosísima las almas, en uso de nuestra autoridad venimos a disponer y mandar, como por la presente carta disponemos y mandamos, que la fiesta sabatina, alabada y bendecida e indulgenciada por Nuestro Santísimo Padre el Papa Pío XI, siga celebrándose en nuestro santo templo primado en la misma forma y a las mismas horas en que se ha venido celebrando desde que la instituimos en esa ciudad, que ha reportado ya de ella copiosísimos frutos.
Es preciso recordar una vez más este propósito, venerables hermanos y muy amados hijos, la doctrina tantas veces inculcada en nuestros días acerca de la mediación universal de la Santísima Virgen. Doctrina que así como es llena de dulces esperanzas y de inefables consuelos, es inspiradora de aliento y de fortaleza en los momentos difíciles de la vida actual de la Iglesia Católica, y en especial de nuestra Iglesia española.
Ciertamente se puede afirmar que la devoción a la Santísima Virgen ha marcado el nivel de nuestras grandezas patrias en el curso de toda nuestra historia. España fue grande por su fe en aquellos días gloriosos en que era Reina absoluta de nuestros destinos nacionales la Santísima Virgen, fervorosamente invocada y constantemente honrada por todas las clases sociales de nuestro pueblo en aquellos celebérrimos santuarios, que son todavía vivos y elocuentísimos testimonios del amor de un pueblo hacia su celestial Reina, y de las misericordias inagotables de la mejor de las madres hacia sus buenos hijos.
[En la Catedral de Toledo. Horas de luz. Instrucciones doctrinales y Conferencia Cuaresmales, durante la Cuaresma de 1928, publicado en Toledo, Imprenta Colegio de María Cristina, 1928]
Nuestros padres, siguiendo el mandato de Nuestro Divino Salvador, “buscad primero el reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se os dará por añadidura: dominios, prestigio, honor, riquezas, bienestar, orden, paz.
La historia de España en sus siglos de oro se condensa en este lema, que encierra proezas épicas de amor, de fidelidad, de generosidades, de heroísmos: “España por María, María por España”.
Pocos momentos ilustran con luz tan clara como los actuales la verdad histórica de estas afirmaciones, cuando por medio de un contraste dolorosísimo, preciso era reconocer que España no fue fiel a las predilecciones maternales, tan pródigamente derramadas sobre aquel suelo patrio en el que no se ponía el sol. Por eso en el momento en que fue desprendiéndose lentamente de los brazos de tan buena Madre, fue experimentando las consecuencias funestísimas de su propia debilidad, bajando rápidamente el nivel de nuestra grandeza al descender el nivel de nuestra devoción sincera, leal y verdadera a la Santísima Virgen.
No hay más que un camino para la vida, y ese camino es Jesucristo; lo mismo respecto de los pueblos que de los individuos; y no hay más que un camino para Jesucristo, y ese camino es la Santísima Virgen. Hemos de volver, pues, particular y sobre todo colectivamente, a la Santísima Virgen, si queremos volver como pueblo a la verdadera vida.
No es otra cosa que un retorno colectivo a la Santísima Virgen la práctica sencilla de la sabatina, que debiera implantarse, en la forma que se estimases más conveniente, en todos los templos de España.
Diminuta es la semilla; mas puede decirse de ella lo que de la semilla evangélica: que la planta que de ella brota es mayor que las demás plantas.
Buenas, excelentes, laudabilísimas son las devociones felizmente arraigadas en la ciudad a las múltiples imágenes que en ella se veneran de la Santísima Virgen; más es indispensable que estas devociones, para ser eficaces, se nutran de la devoción verdadera a la Santísima Virgen. Fomentar esta devoción es lo que únicamente pretende la fiesta sabatina, que con la gracia del Señor hemos de mantener en nuestra amada Archidiócesis.
Confiemos, venerables hermanos y muy amados hijos, sabiendo que nuestra esperanza no nos engaña: “spes non confundit”. A Dios fácil le es dar la victoria a los suyos, prescindiendo del número de los enemigos. No olvidemos, pues, que “non in multitudine exercitus victoria belli”, que no es en los medios humanos en los que debemos poner nuestra exclusiva confianza, sino que el triunfo de la Iglesia, que desde luego podemos dar por descontado, viene del cielo, y ha de ser la Santísima Virgen la dispensadora de esta gracia.
Presente, venerables hermanos y muy amados hijos, a esos inolvidables cultos, y encomendándonos en vuestra oraciones, de corazón os damos la bendición pastoral.
En el Nombre del +Padre y del + Hijo y del + Espíritu Santo.
En Santa María del Belloc, a 8 de julio de 1931.
+PEDRO, CARDENAL SEGURA Y SÁENZ,
Arzobispo de Toledo
(Del Boletín Eclesiástico del Arzobispado)
+PEDRO, CARDENAL SEGURA Y SÁENZ,
Arzobispo de Toledo
(Del Boletín Eclesiástico del Arzobispado)
[El Cardenal Segura ya no presidiría nunca más las solemnes fiestas de la Virgen del Sagrario]
[1] Santiago MARTÍNEZ SÁNCHEZ, en su tesis doctoral titulada El Cardenal Pedro Segura y Sáenz (1880-1957), publicada en Pamplona en 2002, nos explica que el propio Cardenal Segura explica qué son las sabatinas: “[…] en estas conversaciones de los sábados han de recogerse los sucesos más importantes de los ocurridos en la semana y que dicen relación con Dios, con la nación o con el mundo […]” (Sabatina del 6 de julio de 1946). Después de su alocución se rezaba el rosario y se tenía la bendición eucarística (pág. 84). En 1931, ante las malas interpretaciones que se hacía salir de su boca, el Primado ordenó reproducir taquigráficamente las sabatinas del 25 de abril y del 2 y 9 de mayo, en la portada del diario católico de la ciudad, El Castellano (pág. 184).
[2] El actual Obispo Auxiliar de Toledo, monseñor Ángel Fernández Collado tiene publicado este excelente artículo:
http://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2014/01/files_toletum_0053_06.pdf
http://realacademiatoledo.es/wp-content/uploads/2014/01/files_toletum_0053_06.pdf
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